La capitana y la tormenta naranja

Hay confianza en que Sheinbaum es lo mejor que tenemos de cara a lo que se avecina. Ante el anuncio dominical, hay algunas preguntas sobre el curso del timón

Claudia Sheinbaum durante la conferencia matutina del 4 de marzo de 2025, en Palacio Nacional.Marco Ugarte (AP)

La presidenta Claudia Sheinbaum dio este martes una prueba más de que sabe aguantar la presión de la enorme incertidumbre que provoca ese acertijo que representa Donald Trump, la amenaza más importante para México y el mundo en décadas.

Tras concretarse ese día los aranceles que el presidente de Esta...

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La presidenta Claudia Sheinbaum dio este martes una prueba más de que sabe aguantar la presión de la enorme incertidumbre que provoca ese acertijo que representa Donald Trump, la amenaza más importante para México y el mundo en décadas.

Tras concretarse ese día los aranceles que el presidente de Estados Unidos impuso a sus socios del T-MEC y a China, la mandataria mexicana no se desbordó en la respuesta ante tan atrabiliaria decisión que, como bien dijo ella, es injustificada e irracional.

Ante la tarascada de Washington, Sheinbaum movió ficha en dos planos.

En el primero, hizo una relatoría de logros de su gobierno para demostrar, con argumentos y números, que fue sensible a las demandas de Trump en materia migratoria y de tráfico de drogas. Somos buenos aliados si eso se pretende, fue su mensaje implícito.

En segundo término, la presidenta anunció que habrá respuesta de México a Estados Unidos, y la naturaleza de la misma será detallada en un mitin el domingo. Al posponer el anuncio tranquiliza en casa, genera expectativa fuera y gana tiempo para explorar sus opciones.

Una vez más, Claudia trata de zafarse del calabozo en donde la quiere Trump, aunque también es cierto que ha quedado claro que los objetivos de ambos gobiernos en la negociación tienen poco terreno en común, lo que prefigura un choque o al menos una tormenta.

Trump parece más dispuesto que nunca a patear el tablero que rigió la relación comercial entre México y Estados Unidos en los últimos 30 años; que el costo interno, al menos el que suponemos que calcula en lo inmediato, de romper lo que hoy es el T-MEC le importa bien poco.

Si tal es el camino decidido por la Casa Blanca, fútil será toda acción de Sheinbaum para apaciguar ese ímpetu proteccionista. Ni decomisos de droga, ni desmantelamiento de cárteles, ni ofrenda de narcos, ni freno a la migración valdrá si el Tío Sam quiere ese divorcio.

El Gobierno de México tuvo desde la llegada de Trump triunfos parciales. Logró posponer un mes los aranceles y forjó una negociación que, cosa nada trivial con este mercurial personaje, ha mantenido la cordialidad sin escatimar franqueza y menos firmeza.

Venturosamente, tal estrategia, famosa urbi et orbi como “cabeza fría”, vivió el martes un capítulo más; sin embargo, es obligado preguntarse si aún hay margen: no engancharse y ser proactivo en seguridad y migración dio réditos a México, pero, ¿se puede conseguir lo esencial?

La presidenta Sheinbaum no se podía dar el lujo de errar y es de reconocerse que su estrategia fue efectiva. ¿Qué pasa si, a pesar de lo que ella haga, lo que demanda o pretende Estados Unidos es simplemente imposible de cumplir o va por una ruta no deseada?

Ante el muy probable escenario de que Trump exija condiciones inaceptables, que por principio trastoquen mortalmente el tratado de libre comercio, toca prepararse para la tormenta.

Desde que comenzaron hace mes y medio los vientos de lo que se prefigura como un meteoro naranja de funesto pronóstico, la capitana no ha hecho, sino ganar renovado respaldo entre la mayoría de los que vamos en la nave que conduce.

Hay confianza en que Sheinbaum es lo mejor que tenemos de cara a lo que se avecina. Eso, que ella se ha granjeado a pulso desde octubre, no obsta para que dejemos de formular, en las horas por venir y ante el anuncio dominical, preguntas sobre el curso del timón.

Más que nunca está justificado cuestionar con quién se reúne a discutir y explorar opciones la presidenta. Quiénes de esos van más allá de la feligresía guinda. En pocas palabras: qué tan dispuesta se encuentra a romper el molde sectario de su gobierno-partido.

El elogio de la templanza de Sheinbaum es reconocimiento que no debe provocar autosuficiencia de parte de ella y los suyos. Sobran motivos para el pesimismo en cuanto a creer que el régimen que encabeza dimensiona que no es tiempo de diatribas partidistas.

Con la misma determinación que Sheinbaum defiende el acuerdo comercial, y la búsqueda de una buena vecindad con EEUU desde el respeto a la soberanía, su gobierno ha de dar un giro para que eso de la “cabeza fría” también la apliquen los suyos con la oposición.

Y vaya que hay opositores que no están a la altura. Aun así, es a los que tienen el timón a quienes corresponde tomar todas las medidas, de forma y fondo, para que el azote de una grave disrupción de la economía sea lo más leve, y lo más breve, posible.

Tenemos un gobierno ensimismado. Ello constituye una paradoja al menos desde el punto de vista de que el expresidente justificaba el desmantelamiento de instituciones y dependencias alegando que el caro aparato gubernamental se servía sobre todo a sí mismo.

Aunque haya un pequeño margen para negociar porque Trump siempre cree que tiene ases bajo la manga, lo responsable es de una vez por todas prepararse para la tormenta. Esta parece inminente porque lo más seguro es que lo que Donald demande sea inaceptable.

En esos preparativos Sheinbaum tiene lo mismo una obligación y una oportunidad. Las encuestas muestran que su legitimidad es mayor que nunca. Con eso ha de procurar las mejores decisiones, así se aparten de la ortodoxia obradorista, para el país. Y escuchar voces plurales. Sacar al gobierno de su encantamiento con el espejo del triunfalismo.

Esta crisis viene de afuera. Ella, parafraseando un momento oscuro de López Portillo, no es responsable de la tormenta Trump; pero sí es, hoy y de cara a la historia, quien en el timón ha de proteger de la mejor manera posible al país, su gente, su integridad, su economía.

Hay mucho México. Mucho más que el que cabe en el Zócalo y en las calles circundantes. Muchísimo más del que el domingo se puede desbordar desde la plaza mayor hasta el Paseo de la Reforma. Ese país la respalda hoy, presidenta. Ojalá sepa acercar a todos.

La inminencia de la tempestad no da para cálculos políticos de rédito electoral. Es el momento grande de quien se ganó a pulso el puesto de capitana. Es el momento de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, de responderle a toda la nación. Sin distingos.



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