Lecturas electorales

La interpretación que se imponga de las elecciones determinará la construcción de las narrativas políticas y sociales que dominarán los próximos años

Un hombre emite su voto en una escuela secundaria en Xochimilco (Ciudad de México), el 2 de junio de 2024.Victoria Razo

Los resultados de la elección mexicana del 2 de junio fueron abrumadores. Morena y sus aliados obtuvieron una cantidad enorme de votos. Con ellos podrán integrar un amplísimo número de órganos de representación política. Más allá de las denuncias de fraude electoral, las mayorías orgánicas habrán de mantenerse. Este fenómeno tiene diversas lecturas. De ellas dependerá la explicación de lo que fue el proceso electoral y el papel de sus principales actore...

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Los resultados de la elección mexicana del 2 de junio fueron abrumadores. Morena y sus aliados obtuvieron una cantidad enorme de votos. Con ellos podrán integrar un amplísimo número de órganos de representación política. Más allá de las denuncias de fraude electoral, las mayorías orgánicas habrán de mantenerse. Este fenómeno tiene diversas lecturas. De ellas dependerá la explicación de lo que fue el proceso electoral y el papel de sus principales actores y, de manera más relevante, la determinación del mandato de las urnas para los nuevos gobiernos y el proceso político y social del país entero.

En el futuro cercano asistiremos a una disputa por lo que la votación, metafóricamente hablando, le está ordenando al México por venir. De las interpretaciones dominantes dependerá lo que el gobierno —o, inclusive, el Estado— estime son sus posibilidades de transformación y sus márgenes de actuación.

Si miramos los resultados electorales como un texto, ¿qué interpretaciones pueden extraerse de él? La primera, que la preparación, conducción, realización, resultados y efectos de la elección, son obra y gracia de Andrés Manuel López Obrador. Que el texto electoral proviene de su persona. Ante esta lectura, los cauces de actuación política tendrían que limitarse a la recreación del ideario del creador del texto. Por ello, los nuevos elegidos tendrían que acotar su quehacer a la reelaboración del pensamiento y obra de su redactor. Su función acabaría siendo la de meros exégetas.

Siguiendo con la metáfora, podría asumirse que el texto fue escrito por el movimiento de transformación encabezado por López Obrador, pero no sólo por él. En este caso, la hermenéutica y los resultados de su aplicación serían distintos. Lo procedente sería identificar las claves personales, ideológicas u operativas del movimiento y de su líder, para determinar, primero, la sede del mandato y, segundo, las condiciones materiales y temporales de su implementación.

Una tercera posibilidad abierta por la textualidad mencionada sería considerar que el liderazgo y el proyecto de Claudia Sheinbaum fueron determinantes de la redacción. Que fue ella quien construyó lo que está sometido a interpretación. Que más allá de la existencia de un texto que desde luego ella no escribió originariamente, sus decisivas intervenciones produjeron un nuevo testamento frente al elaborado por el fundador del movimiento del cual es heredera.

La interpretación que se imponga determinará la construcción de las narrativas políticas y sociales que dominarán los próximos años. Si domina una de ellas, Claudia Sheinbaum sería capaz de desarrollar su proyecto propio a partir de una base que, con el tiempo, será crecientemente distante y difusa respecto de su creador y de los seguidores de este. Si domina la lectura de que el texto electoral se debe a López Obrador, Sheinbaum y su gobierno serían los exégetas encargados de guiar su actuación por el pensamiento del fundador.

Las posibles lecturas sobre el texto electoral del 2 de junio tienen implicaciones para la futura cotidianeidad. Por ejemplo, si se acepta a López Obrador como creador, sería entendible que Claudia Sheinbaum y los nuevos representantes consideraran que el paquete de reformas constitucionales presentado por él el 5 de febrero, tiene que ser aprobado sin más. De prevalecer esa interpretación, los nuevos funcionarios deberían preguntarse con frecuencia si, aquello que como gobierno están haciendo, tiene el carácter de exégesis o si, más bien, es un inaceptable revisionismo.

En la misma línea de interpretación radica una cuestión de importancia. Al finalizar el sexenio obradorista, se han ido acumulando numerosas denuncias —penales y no penales— sobre la gestión de funcionarios públicos, familiares y amigos del todavía presidente de la República. Denuncias que han sido ninguneadas, acalladas o ridiculizadas por el pronto ex titular del Ejecutivo y su aparato comunicacional. Sin embargo, los datos de compras y ventas, de intervenciones y misiones y, sobre todo, de enriquecimientos inexplicables o por demás explicables, continúan ahí y llegarán al 1° de octubre. Frente a esas enormidades habrá que responder una pregunta esencial: ¿la copiosa votación del 2 de junio tuvo, además de posibilitar la renovación democrática de los representantes populares, la capacidad de introducir un borrón y cuenta nueva sobre toda la gestión sexenal pasada? ¿De crear una especie de manto (púrpura) para cubrir denuncias acumuladas en el sexenio que ya termina? Si la lectura del texto electoral es que todo él fue redactado por la pluma obradorista, me temo que ese manto de impunidad se extenderá y quedará extendido. Si, por el contrario, se asume que la redacción fue hecha por varias manos, será posible preguntarse por las intervenciones de cada cual y, con ello, extraer diferencias y posibilidades interpretativas que, finalmente, permitan futuras innecesarias actuaciones en contra de una criminalidad que no ha podido ni podrá sepultarse por treinta millones de votos.

@JRcossio

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