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Los amigos de Carlos Ruiz Zafón lo traen de vuelta a la gran feria de los libros

Editores y periodistas, muy cercanos al escritor, lo homenajean en la FIL Guadalajara, que este año tiene de invitada de honor a Barcelona, la otra gran protagonista de la tetralogía de ‘La sombra del viento’

Un niño llora porque no recuerda el rostro de su madre muerta. Su padre, librero, le propone algo, la entrada a un lugar laberíntico, interminable, que es un consuelo y un secreto: una biblioteca que guarda dentro todo el saber, toda la sensibilidad del mundo. El cementerio de los libros olvidados es una creación de Carlos Ruiz Razón, pero el refugio de los libros existe, tanto para ese niño que llora en una novela de la Barcelona de mitad del siglo XX como para los que pasean estos días por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en México. Ruiz Zafón, que murió hace cinco años en Los Ángeles, vino aquí por última vez en 2016, y este lunes, casi una década después, regresa gracias a la voz de sus amigos.

Ruiz Zafón es el escritor español más leído desde Cervantes. Ha vendido más de 50 millones de copias, ha sido traducido a 52 idiomas y sus libros han llegado recientemente a lugares como Mongolia, Kurdistán o Etiopía, cuenta su editora Hilde Gersen, que siguió desde el principio su carrera. Ella, junto al también editor Emili Rosales o el periodista de La Vanguardia Sergio Vila-San Juan, se cuentan entre el puñado de personas que conocía bien al autor. Hermético y ermitaño, Ruiz Zafón se aisló en sus últimos años en una mansión de Los Ángeles junto a su esposa Mari Carmen Bellver, también presente entre el público este lunes. Con su amigo Eduardo Mendoza, con quien compartía su pasión por los dragones y por Barcelona, se comunicó por mail casi hasta el final. En junio de 2020, con 55 años y después de dos enfermo de cáncer, Ruiz Zafón falleció en la costa californiana, a donde decidió mudarse en 1994 para ya no irse más.

“Él se va a Estados Unidos porque estaba fascinado con el mundo del cine. Estar allí le permite conocer a los guionistas de Hollywood y distanciarse de la materia de Barcelona que llevaba dentro, que ya sabía que era la suya, pero verla de otra manera, verla con los ojos del mundo cultural americano. Al entrar en el mundo de los guionistas él también aprende una serie de técnicas que un escritor literario habitual no conoce”, describe el periodista Sergio Vila-Sanjuán sobre ese origen. Ruiz Zafón había escrito novela juvenil (El príncipe de la niebla, Las luces de septiembre o Marina) antes de dar el salto al escritor superventas que le compararía con J. K. Rowling, Stieg Larsson o Stephen King.

Vila-Sanjuán recuerda la tarde de la primavera de 2001 en la que abrió el enésimo paquete de libros que recibía el suplemento cultural de La Vanguardia. Ojeó varios y se decantó, por la portada, por uno de Planeta. “Así dediqué todo el fin de semana a leer enfervorizadamente La sombra del viento”, cuenta: “Me quedé realmente atónito. Entonces llevaba 20 años dirigiendo suplementos, lo leí y pensé: ‘Hay que hacer algo”. Escribió una reseña —“el primer texto valorativo” sobre la obra de Carlos Ruiz Zafón— premonitoria; la tituló: “La sombra del viento anuncia un fenómeno de la literatura popular española”. “Pocas veces en mi vida he visto tan claro que un libro iba a cambiar las cosas”, dice ahora.

Sin embargo, ya había pasado Sant Jordi, la fiesta del libro en Cataluña, y el libro avanzaba al principio “tímidamente” en ventas. Vila-Sanjuán recuerda la primera presentación de Ruiz Zafón en Barcelona, en julio de 2002, en el Pipa Club, un local cerca del mar, donde “iban los locos de las pipas” de la ciudad. Hacía un calor abrumador y había huelga de transporte. Después de la presentación, presentador y presentado subieron caminando rambla arriba desde la Plaza del Real. “La compañía de seguros de su padre está justo a dos números de mi casa —la calle Balmes arriba de todo—, y Carlos dormía allí en la oficina de seguros. Ahí nos hicimos amigos”, relata el periodista.

Fue hasta el 2003 en la Feria de Frankfurt, la más importante del mundo y el encuentro clave para la venta de derechos, cuando La sombra del viento explotó. “La ministra de Asuntos Exteriores de Alemania, Ursula Fischer, lo recomendó en un programa literario y dijo algo así como que había dejado de gobernar el país durante un día y medio porque no podía dejar de leer esta novela”, señala Hidle Gersen.

Después se sucedieron los reconocimientos. “El libro es un homenaje a la lectura, ese arte que parece extinguirse lentamente”, dijo el jurado francés que le dio en 2004 el premio a mejor novela extranjera. Ya estaba ahí la causa que llevó a Ruiz Zafón desde el principio a negarse a que lo convirtieran en una película. Lo explicó aquí, en Guadalajara, en la FIL de hace 21 años: “Me lo han propuesto en numerosas ocasiones, prácticamente cada semana, pero por una vez, está bien que el libro se quede como está”.

“Qué calurosos recibimientos vivimos en salas como esta en Guadalajara y en todo México cuando Carlos venía a presentar sus libros”, ha contado su editor Emili Rosales, de Planeta: “Llegando a tener prácticamente problemas de orden público porque era recibido como una estrella del pop”. Los viajes interminables llegaron a apartar a Ruiz Zafón de escribir, como explicó a este periódico en 2004: “Llevo un año y medio viajando acompañando el libro y no sé escribir cuando viajo. En mi cabeza tengo otro volumen relacionado con el cementerio de los libros olvidados, pero por ahora no tengo ni el tiempo ni la oportunidad de ponerme a escribir. No sé hacerlo con interrupciones, yendo de un lugar a otro”.

Ruiz Zafón había escrito siempre. A los 14 años redactó 600 páginas de una novela de fantasía, entonces su predilección. Lo llevó a dos o tres editores hasta que recaló en la oficina que el editor Francisco Porrúa tenía en Barcelona. “Porrúa, que dirigía entonces el sello Minotauro, le recibió amablemente y le dijo: ‘Oye, tú aquí hay madera, pero no tenga tanta prisa. Vuelva a casa y nos vemos dentro de 10 años”. Tardó un poco más, porque Ruiz Zafón tenía ya 37 cuando publicó La sombra del viento y ya sabía entonces que era una tetralogía.

“Ocurrió en la realidad lo que Carlos había soñado para sus novelas: dar vida a lo largo de un cuarteto de más de 2.000 páginas a la gente que giramos alrededor del mundo de los libros: escritores, editores, libreros, periodistas, ilustradores, traductores, bibliotecarios o simplemente locos de la aventura. Y locos de la letra impresa”, reivindica Emili Rosales, que apunta al “privilegio” de ver surgir a una “auténtica, singular, personal, irrepetible de la literatura de nuestro tiempo, a un auténtico clásico del siglo XXI”.

En las distancias cortas, todos sus amigos recuerdan un humor desternillante, la amabilidad y la cultura, la sabiduría, las grandes conversaciones. “Empezaba con historias que se acababa de inventar mientras cruzaba un paso cebra, con su capacidad para soñar, con su música —el piano—, su complicidad y su fe en los libros”, apunta Rosales, que termina: “Cómo se puede medir la gratitud que debemos a un escritor, que consiguió que cuando millones de lectores en todo el mundo piensen en la pervivencia de los libros, piensen en una ciudad: Barcelona. En definitiva, añoramos a nuestro amigo”.

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