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Hanna Nordenhök: “Todos necesitamos máscaras para adaptarnos a los demás”

La autora sueca y traductora de importantes voces de la literatura hispanoamericana presenta su novela ‘El país de las maravillas’

En Estados Unidos, una mujer adulta sin hogar sobrevive haciéndose pasar por una niña. En España, un periodista opacado por su exitoso compañero de trabajo descubre que las increíbles historias lo llevaron a la fama son totalmente inventadas. En Suecia, una mujer se debate entre denunciar a su marido pedófilo y mantener su familia perfecta. Atravesadas por la simulación, estas tres historias tejen El país de las maravillas (Seix Barral, 2025), la segunda novela de la narradora, poeta y traductora sueca Hanna Nordenhök (Malmö, 1977).

Más que una trama -y con un estilo muy visual, prácticamente cinematográfico-, es el ambiente denso y brumoso de la mentira lo que une estas tres historias. “Creo que somos mentirosos por naturaleza. Todos necesitamos máscaras para adaptarnos a los demás, para ajustarnos y entrar en un colectivo”, dice Nordenhök. La novela, sin embargo, no se limita a explorar la simulación desde una perspectiva antropológica, sino que la diagnostica como un “virus contemporáneo y globalizado” que solo puede ser representado desde una narración, más que coral, caleidoscópica. “Vivimos en una sociedad de post-posverdad en la que no puedes fiarte de casi nada. Hay demasiadas noticias falsas, demasiada propaganda, y ahora nos toca enfrentarnos a la inteligencia artificial. A eso hay que sumar nuestra obsesión con la superficialidad y el éxito, un fenómeno reciente, que nunca habíamos visto en toda la historia humana”.

Uno de los relatos, confiesa la autora, está ligeramente inspirado en el escándalo de Claas Relotius, periodista estrella de la revista alemana Der Spiegel, de quien se descubrió en 2018 que inventaba muchas de sus fuentes y sus reportajes. Sin embargo, Hanna Nordenhök huye aquí de ese lugar común que es ponerse en el lugar del mentiroso (Marius, que vendría a ser Relotius) para ubicar la voz del narrador en la mente de quien descubre la farsa (Vega, inspirado en Juan Moreno, quien destapó el caso en Der Spiegel).

“Quería explorar la mentira, pero también ese deseo que tenemos hoy por revelarla. La parte de la revelación del engaño lleva tanto de teatro como el engaño mismo. Los medios sensacionalistas desean esas historias porque saben que las consumimos, que las queremos leer. Deseamos el escándalo, queremos ver a gente ‘caer’. Por ejemplo, Vega, el periodista ‘bueno’ que descubre el fraude de Marius, es un sujeto carcomido por la envidia y ciertos complejos. Él sabe (y le pesa) que logró el éxito con ese descubrimiento y no por su trabajo en la redacción. El deseo de revelar la mentira no siempre es algo limpio y puro”.

Además de narradora y poeta, Hanna Nordenhök es traductora del castellano al sueco (nada menos que la lengua del Nobel). Entre los autores que ha traducido están Fernanda Melchor, Emiliano Monge (ambos de México), Andrea Abreu (España), Alia Trabucco (Chile) y Samanta Schweblin (Argentina). Para ella, la traducción es una suerte de procedimiento alquímico, sobre todo cuando se enfrenta a obras cargadas de localismos, como podrían ser Temporada de huracanes de Melchor, o Panza de Burro de Abreu.

“En cuanto a la traducción, pienso ahora en la palabrota”, dice Nordenhök. “En sueco hay jerga y palabrotas, pero no son tan comunes en el habla cotidiano como pueden serlo, por ejemplo, en Veracruz. Entonces, el reto está en lograr que el lector sueco sienta el ambiente de la obra. Hay que inventar palabras y recrear un equivalente al espíritu del libro original. Por supuesto, se investiga mucho para eso. Sin embargo, hay matices del lenguaje que inevitablemente se pierden un poco, y esto es algo que debe aceptarse cuando se traduce. Pero también se ganan cosas. Se trata, al final, de una negociación con el lenguaje”.

Pregunta. ¿Y cómo llevas tu oficio de poeta y narradora con tu trabajo de traductora?

Respuesta. Me pasa que no puedo escribir y traducir a la vez. Cuando entro en el universo de un libro, ya sea mío o de otra persona, necesito hacerlo totalmente y dejarme llevar. Tengo amigos y colegas que llevan ambas cosas al mismo tiempo, pero yo no podría.

P. ¿Crees que ambos trabajos se relacionan? ¿Influye la traducción en tu escritura?

R. Traducir te permite explorar tu propio idioma. Cuando traduzco, exploro rincones de mi idioma que tal vez no visitaría por mí misma. Esa es una herramienta que me sirve como autora, por supuesto.

P. Tanto la traducción como la escritura de ficción te permiten conocer el panorama de la literatura hispanoamericana y la sueca. ¿Cuáles dirías que son los elementos que los distinguen hoy en día?

R. No hay dudas sobre el hecho de que existe un componente más social y político en la literatura en castellano, sobre todo en América Latina, donde hay sociedades cargadas de conflictos. En Suecia, sin embargo, abundan los escritores que escriben sobre la vida de la clase media desde la clase media, y ese tema a mí no me interesa mucho. Literariamente, me atrae lo real, lo complejo del ser humano y los problemas del mundo actual, a los que, por cierto, mi país no escapa. En Suecia, hoy tenemos a la extrema derecha en el gobierno y es enorme el poder que ha alcanzado el crimen organizado. El mundo sigue teniendo la idea de una Suecia que es un modelo idílico, un paradigma de la socialdemocracia, pero ahora esa es una imagen rota.

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