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Harfuch, sobre el sacerdote asesinado en Guerrero: “Todo indica que lo mató su chofer”

El secretario de Seguridad de México desvela la principal línea de investigación de la Fiscalía local, pero aclara que aún no saben el motivo

Bertoldo Pantaleón Estrada en Mezcala (Guerrero) en abril de 2020.Foto: @Parroquia de San Cristobal | Vídeo: Gobierno de México

El secretario de seguridad federal, Omar García Harfuch, ha desvelado este martes que la principal hipótesis de las autoridades sobre el asesinato del sacerdote Bertoldo Pantaleón, en Guerrero, apunta a su chofer. Párroco de la comunidad de Mezcala, parte del municipio Eduardo Neri, Pantaleón desapareció el fin de semana. La diócesis de Chilpancingo-Chilapa, a la que pertenecía, dio la voz de alarma este lunes, pero su cuerpo apareció sin vida por la tarde, con heridas de bala.

“Según los informes de la Fiscalía General del Estado de Guerrero, él muere arriba de su camioneta, lo matan arriba de su camioneta”, ha explicado Harfuch, en la conferencia de prensa matutina de la presidenta, Claudia Sheinbaum, en Palacio Nacional. El sábado, Pantaleón “iba a salir a dar una misa, y todo indica que fue su propio chofer [quien lo mató]”, ha seguido el funcionario. “Estamos en búsqueda y apoyando a la fiscalía, para la detención de esta persona. Es una de las hipótesis de la fiscalía”, ha añadido.

Harfuch ha añadido que las autoridades desconocen de momento el motivo del asesinato. “El móvil no lo tendríamos todavía. No tenemos conocimiento de que hubiera tenido amenazas”, ha dicho. “Al Momento no tenemos indicios de que el padre haya estad involucrado en algo incorrecto”, ha añadido. La presidenta Sheinbaum ha señalado igualmente que “la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, ha estado en contacto desde el primer momento con la Iglesia Católica”.

El caso ha conmocionado a la Iglesia Católica y a México en general, que vive siempre pendiente de la última barbarie. La violencia homicida ha caído en los últimos meses, los asesinatos diarios se alejaron de los 100 y ascienden ahora a poco menos de 60. Pero a la vez, las mafias varían sus intereses y sofistican sus métodos, centrados ahora en la alcancía interminable, los tejidos económicos locales, que ordeñan y ordeñan sin que la autoridad pueda detener la extorsión.

En tal contexto de violencia, los asesinatos ocurren, más allá del motivo concreto, por una conciencia de impunidad. Buena parte de los delitos perpetrados en México quedan sin castigo o, como mucho, con un castigo a medias. El caso del padre Marcelo Pérez, asesinado en San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, hace ahora un año, ejemplifica lo anterior. Las autoridades detuvieron al autor material semanas después del ataque, que luego acepto su responsabilidad, a cambio de 20 años de cárcel. Pero no se sabe quién lo mandó o por qué.

En el ataque contra el padre Pantaleón, la situación resulta tanto o más complicada. A la espera de la detención del presunto perpetrador, señalado ya desde el púlpito presidencial, no se puede ignorar el papel que ha jugado el clero en el Estado, en negociaciones con grupos criminales, en momentos de crisis. En los últimos años, sacerdotes y obispos de la región se han sentado con hampones de diferentes partes del Estado para tratar de evitar enfrentamientos y masacres. Algunas veces, han tenido éxito, contenciones débiles, en todo caso, que no han evitado su expansión.

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