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Felicitas Martínez Solano: “La justicia indígena le ahorra muchísimo dinero al Estado mexicano”

La experta en derecho comunitario ahonda en la importancia de la reparación de los abuelos que busca reeducar y no castigar: “En México, nuestros derechos están sólo en el papel”, lamenta

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Cuando tenía apenas ocho años, fue testigo del feminicidio de su prima mayor. Entonces, hace 40 años, ni siquiera existía este delito y la impunidad de los asesinatos a mujeres indígenas en México era incluso mayor que la actual. Así que una pequeña Felicitas Martínez Solano se aferró a la idea de poder hacer algo y traer justicia a su familia. Hoy, aún emocionada al recordar el cadáver de su familiar a quien también violaron, lamenta no haberlo logrado. “Con ella no pudimos, pero no pierdo la esperanza de hacerlo con otras”, explica.

Martínez Solano (48, San Lizartlán, Guerrero) fue la primera lideresa de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias – Policía Comunitaria (CRAC-PC), un modelo de justicia propio para las comunidades indígenas y afros de Guerrero. En el primer día en ese rol, equivalente a jueza, le dio hambre y preguntó a un colega si podía hacer el favor de comprar almuerzo. “Me dijo que no está acostumbrado a que una mujer le diera indicaciones, ni cocinaba en su casa”, cuenta. “Yo le respondí que aquí nadie traía ni marido ni esposa, así que nos iba a tocar hacerlo todo entre todos”, recuerda. Esa primera respuesta marcó el rumbo de su trayectoria.

Esta activista, licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma de Guerrero y una de las fundadoras de la Casa de la Mujer Indígena, conoce bien ambas formas de corregir las conductas e insiste en que el modelo “de sus abuelos y ancestros” busca reeducar y no castigar. En el marco de la 69ª sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU, reflexiona sobre la inclusión de las mujeres en la redacción del reglamento, el machismo en el interior, y las deudas del Estado mexicano con el 20% de la población indígena. “No tiene precio compartir otras resistencias con las demás hermanas indígenas del mundo”, explica por videollamada.

Pregunta. ¿En qué se diferencia la justicia occidental con la comunitaria?

Respuesta. El Ministerio Público tiene que esperar 72 horas para la orden de aprehensión. La policía de tu comunidad puede actuar en el momento. También es diferente porque nosotros mismos hicimos las reglas, pusimos las sanciones. Tenemos cárceles, pero sólo están encerrados en la noche; de día trabajan en procesos comunitarios. Y a los detenidos se les paga y se les da de comer desayuno, almuerzo y cena; comen lo que comemos nosotros. La idea es que se reincorporen a la sociedad y enderece los malos pasos que hizo en la vida. Y sí funciona, he conocido casos de detenidos que ahora son parte de la policía comunitaria.

P. ¿Qué papel han jugado históricamente las mujeres en esta búsqueda de justicia y reparación?

R. Las compañeras nunca incidieron en el primer reglamento interno. Yo ni siquiera estaba. Sólo opinaban los varones. Pero desde el último reglamento [aprobado en 2020], también sale reflejado cómo queremos nosotras que sean las sanciones en caso de que una compañera cometa una falta. Yo no puedo decir que existe la perfección, pero siento que funciona. Hay muchos casos que no necesariamente resolvemos nosotros sino la comunidad.

P. ¿Siente que la justicia comunitaria busca menos el castigo, que es más antipunitivista?

R. Nosotros no castigamos, nosotros reeducamos.

P. Este sistema de justicia, sin embargo, recibe muchas críticas…

R. Si el Estado, que tiene todo el aparato de la inteligencia, no ha dado resultado en hacer justicia, menos nosotros. Nosotros hemos dado todo lo que teníamos en nuestra mano. Todos los procesos jurídicos son gratis, y les damos de comer a los detenidos lo mismo que nosotros, los coordinadores. Todos comemos igual y lo paga la propia comunidad. Hemos resuelto cosas que no resuelve el Estado y le estamos ahorrando muchísimo dinero. Ninguno de nosotros cobra por esto, es voluntario, por eso se llama comunitario. Aunque la Constitución de mi país dice que en la justicia ordinaria me tienen que atender en mi idioma, eso no sucede así. El Estado no paga a intérpretes. Ese es el problema de la justicia en México, que nuestros derechos están sólo en el papel.

P. ¿Ha sentido el machismo dentro de la Policía Comunitaria?

R. No es fácil estar en este trabajo, y menos si tienes hijos. Yo no volvería al cargo, la verdad. He tenido problemas de seguridad y me apoyaron mis compañeras, mis aliadas, pero no tuve el apoyo de mis compañeros varones. No lo tuve y me sentía muy mal. El Estado nos acusaba de privación ilegal de libertad y nos tiró una orden de aprehensión [antes de regularizar esa justicia], cuando ya estaba en el cargo. Todo ese tiempo de trámite también tenían sus costos. Luego me di cuenta que no todos los compañeros son solidarios.

P. Usted abrió el camino para muchas mujeres…

R. Abrimos el espacio para que lo retomen las nuevas compas. Ya está el reglamento y todo escrito. Ahorita es pelear los espacios que están vacíos. Yo fui a pelear el mío. Queríamos estar en la toma de decisiones. Ahora tenemos que tomarlo.

P. Estudió Derecho por la Universidad Autónoma de Guerrero. ¿Se estudian otros modelos de justicia como la indígena en la universidad?

R. No se explica nada de eso. Estamos trabajando en eso con el rector, porque debe de haber una materia de derecho indígena y que lo dé una persona que lo conozca de verdad. Que un compañero que haya hecho procesos en su territorio imparta esa materia. Pero hasta ahora no pasa, porque no les interesa lo que pasa en los pueblos indígenas. Nosotros tenemos que reivindicarlo. A nosotros nada nos han regalado y siempre hemos tenido que exigir y luchar con mucha resistencia.

P. ¿Y qué se está perdiendo el sistema de justicia obviando este conocimiento?

R. Nosotros somos una gran parte de la población [prácticamente el 20%]. Yo les digo a los estudiantes: ‘Aprendan a hablar su idioma, porque no van a ser jueces en Nueva York o Washington. Van a hacer vueltas allá en la montaña, donde hablan la lengua’. Poco a poco lo vamos a lograr.

P. Usted forma parte del Consejo de Mayoras de Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (Conani). ¿Quién fue su mayora y qué significa para usted serlo?

R. ¡Híjole! No me siento tan mayor, pero tengo este cargo ahora... (Risas). Yo recuerdo a la comandante Ramona, y me imaginé que era muy grandota. Cuando la conocí estaba ya muy mayor y nunca se me olvida el consejo que me dio: “Nunca se peleen. Nunca tengan diferencias entre las mujeres, porque eso es lo que le gusta a los hombres”. Uno se imagina que la gente que trabaja en esto de la justicia es gigante, pero tienen gigante el corazón.

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