Los 60 años de Tlatelolco: una muestra ahonda en la utopía de Pani, entre progreso, tragedia y represión

El Centro Cultural Universitario Tlatelolco reconstruye la historia del barrio diseñado por el arquitecto mexicano e inaugurado en 1964, que pretendía mostrar un México moderno

El Centro Cultural Tlatelolco en Ciudad de México.Emiliano Molina

Dos fotografías con dos fuertes contrastes, ambas a blanco y negro. En una de ellas se muestra la callejuela de un tugurio con casas de muros de piedras que se caen a pedazos y a un niño sentado en una esquina calentándose bajo el sol sobre un suelo agrietado. La imagen de la pobreza y el atraso de México. La otra fotografía es una transformación total, brutal si ahonda en la historia. Muestra un moderno complejo de edificios, torres de decenas de pisos, hermosas líneas verticales, amplias autopistas, parques y nada de callejuelas sombrías, sino vías arboladas de concreto y con aceras. Es como...

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Dos fotografías con dos fuertes contrastes, ambas a blanco y negro. En una de ellas se muestra la callejuela de un tugurio con casas de muros de piedras que se caen a pedazos y a un niño sentado en una esquina calentándose bajo el sol sobre un suelo agrietado. La imagen de la pobreza y el atraso de México. La otra fotografía es una transformación total, brutal si ahonda en la historia. Muestra un moderno complejo de edificios, torres de decenas de pisos, hermosas líneas verticales, amplias autopistas, parques y nada de callejuelas sombrías, sino vías arboladas de concreto y con aceras. Es como la metamorfosis creada por la mano de un mago, uno llamado Mario Pani, el gran arquitecto mexicano que diseñó el complejo urbano de Tlatelolco hace 60 años. El niño de la primera foto y las 10.000 familias que habitaban el tugurio junto a él fueron desalojados por la mano dura del Estado, arrinconados quién sabe dónde, para dar paso al México moderno. Una muestra del Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT), de la UNAM, ahonda en la historia de ese proyecto emblemático de Ciudad de México.

Un proyecto cargado de historia, una simbiosis si se permite utilizar un término de la biología. Allí, sobre ese terreno, se esconde el México anterior a la conquista, con su grandeza de piedras, su riqueza de oro y cerámicas; la fuerza del virreinato creado por los conquistadores representada por una hermosa iglesia hecha de piedra rojiza que se mantiene en pie; el México de la decadencia y la miseria, de enormes tugurios insanos de la posrevolución y el país moderno e innovador que soñaron algunos de sus más prestigiosos líderes, integrantes de un partido que anhelaba manejar los timones de la nación para la eternidad. Fue en las ambiciones del presidente Adolfo López Mateos donde el arquitecto Pani vio un terreno fértil para sus experimentos urbanos. Le presentó el proyecto de una ciudad dentro de la ciudad, una obra faraónica, tan grande como los aztecas habían pensado su vieja urbe. Un complejo de modernidad, sofisticación, innovación y lujo. Era necesario, narra la voz de un video que relata la creación del proyecto, construir casas para cubrir la demanda de la capital y qué mejor idea que torres que se alzaran para rascar el cielo.

La exposición del CCUT, titulada Recuerdos de actualidad, abre con una discusión entre Fedro y Sócrates, de Paul Valéry, traducida por Pani. En ella, Fedro considera a la arquitectura “la más completa de todas las artes”, afirmación que comparte Sócrates, quien agrega: “El cuerpo nos obliga a desear lo que es útil o simplemente cómodo”. De esa manera, el visitante inicia un viaje por la visión que Pani tenía de la arquitectura, el diseño y la organización urbana. Fotografías en blanco y negro invitan a conocer el pasado del emplazamiento donde se erige la nueva ciudad, lugar conocido como zona de tugurios, donde habitaba el lumpen, la escoria más despreciada y mísera de la sociedad mexicana, lo que López Mateos quería borrar. Están también las fotos de las potentes máquinas abriendo el camino hacia el progreso y la de los departamentos construidos, de amplias habitaciones y bien acondicionados, con muebles de diseño y, si había dinero, algunas creaciones de artistas contemporáneos. Hermosas estructuras enhiestas decoradas con murales de maestros de la pintura. ¿Siqueiros? Por qué no, si este es el México de la abundancia. De hecho, la exposición muestra una obra del muralista titulada El centauro, de 1944, que retrata la violencia de la colonia. La exposición está acompañada de planos arquitectónicos, muebles de la época, videos y documentos históricos.

La muestra 'Recuerdos de la Actualidad', en Ciudad de México. Emiliano Molina

A cargo de la curaduría estuvo Roberto Barajas, quien ingresó al CCUT en mayo y esta es su primera muestra. Él estuvo a cargo de la investigación histórica para dar forma a lo que representa Tlatelolco. “La de los años 60 fue una década muy importante, muy tumultuosa, politizada y movilizada, que no se podía explicar sin el proyecto de modernidad que planteó el presidente Miguel Alemán, el mandatario mexicano de la posguerra, que de alguna manera proyectó un México de crecimiento, en desarrollo”, explica el curador. “Había capas sobre capas de historia. Este era un proyecto político que ya venía muy encarrilado desde los años 40 con esa idea de Alemán del milagro mexicano, que también es conocido como periodo estabilizador, cuando México crece”, agrega.

Pani concibió así el proyecto: altos edificios de apartamentos con zonas de esparcimiento, centros deportivos, teatros, cines, parques y tiendas. Cada departamento con todo lo necesario para una vida moderna (para que las madres, claro, se sintieran cómodas en la crianza de los hijos y los quehaceres domésticos, según el video), desde muebles de diseño hasta electrodomésticos, terrazas, piscinas comunitarias y todo lo necesario para no tener que salir de la nueva burbuja, que sería habitada en su mayoría por trabajadores de la burocracia estatal. 70.000 personas. Las fuerzas y máquinas del Estado desalojaron los viejos y atestados tugurios, desalojaron sus habitantes, despejaron los escombros y comenzaron las obras. El complejo fue inaugurado en 1964 con fanfarria y como muestra de un México pujante, de económica fuerte a base de petróleo. López Mateos estaba orgulloso y Pani, feliz de hacer cumplir su utopía, una especie de legado de Le Corbusier.

Cuatro años después, Tlatelolco, además de símbolo de progreso, sería icono de la infamia, de la violencia estatal y, posteriormente, del horror brutal que puede infligir la naturaleza. El 2 de octubre de 1968, las fuerzas policiales del entonces Distrito Federal y militares del Ejército Mexicano masacraron a decenas de estudiantes en la llamada Plaza de las Tres Culturas, una matanza de Estado, bajo el Gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz. La foto del viejo y repudiado mandatario aparece también en la muestra, pero como “el máximo responsable de la masacre de Tlatelolco”, se lee en la imagen. “Desearíamos que no hubiera estado presente Díaz, ni en la presidencia ni en Tlatelolco, pero me pareció importante mostrar la imagen porque son personalidades que no podemos borrar, desafortunadamente, de la historia de México”, se disculpa Barajas. Casi dos décadas después, el infortunio volvió a golpear a Tlatelolco, con uno de los peores terremotos registrados en la historia de México. Fue el 19 de septiembre de 1985. A las siete de la mañana una sacudida brutal, un ronco grito de la tierra, dejó la ciudad destruida y se cobró 10.000 muertos. El edificio Nuevo León, uno de los hermosos emblemas de la modernidad de Pani, se vino abajo aplastando a decenas de personas. Otras obras del arquitecto también sufrieron daños y muchos ojos señalaron al arquitecto con el dedo acusador.

Roberto Barajas en Ciudad de México. Emiliano Molina

Fue, sin embargo, una inesperada acción de la naturaleza, dice Barajas. “No creo que Pani haya quitado el dedo del renglón de haberse sentido responsable, porque su obra como arquitecto de pronto se cae, pero también creo que estaba muy consciente de que nadie se esperaba una tragedia como esa”, explica el curador. Es difícil saber lo que sintió el arquitecto, pero en la exposición se muestra una carta que le envío el artista alemán Mathias Goeritz, en la que da aliento al mexicano: “Me pregunté: ¿por qué quiso Dios frenar a Mario, al más simpático y más valiente de todos, al único verdaderamente gran arquitecto del México moderno? Quizá lo hizo para que sea también el más sacrificado”. Tras aquel terror, Tlatelolco se puso de nuevo en pie y en la muestra se presenta el trazado arquitectónico con las reformas. La utopía de Pani volvía a levantarse para perdurar en el tiempo, aunque ahora descuidada, como un cuerpo maltrecho, golpeado por la vejez. La muestra del CCUT, sin embargo, es una invitación a viajar a aquel momento de los inicios, cuando todo se veía con ojos de grandiosidad. “Una modernidad del pasado, pero que en su momento se proyectaba como una gran ciudad, una gran metrópolis en crecimiento, un proyecto contradictorio”, explica el curador Barajas.

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