Una habitación de motel, el reencuentro de tres amigos y el tema acuciante del consentimiento
Guillermo Logar y Fernanda Valencia estrenan en Ciudad de México ‘Tape’, una obra teatral que busca entretener con su humor negro y remover conciencias al mismo tiempo
Son 75 minutos de risas, tensión y momentos incómodos que transportan al espectador hacia una época en la que el consentimiento de una mujer era silenciado en aras de la satisfacción del deseo sexual masculino. Tape, la obra teatral producida por el español Guillermo Logar y la mexicana Fernanda Valencia, debería estar anticuada —el texto original es de 1999—, pero en un México donde todavía se cuentan 11 feminicidios diarios en 2022 y donde el machismo cotidiano es el pan de cada día de millones de mujeres, no puede estarlo. ...
Son 75 minutos de risas, tensión y momentos incómodos que transportan al espectador hacia una época en la que el consentimiento de una mujer era silenciado en aras de la satisfacción del deseo sexual masculino. Tape, la obra teatral producida por el español Guillermo Logar y la mexicana Fernanda Valencia, debería estar anticuada —el texto original es de 1999—, pero en un México donde todavía se cuentan 11 feminicidios diarios en 2022 y donde el machismo cotidiano es el pan de cada día de millones de mujeres, no puede estarlo. El Foro Shakespeare, al norte de la colonia Condesa, en Ciudad de México, albergará esta representación los lunes y miércoles del 2 al 28 de agosto.
Tape es un texto creado por Stephen Belber que se ha convertido con los años en una especie de obra de culto dentro del mundillo actoral. “Esta obra es la típica que uno quiere representar”, dice Valencia (36 años), productora y única actriz del elenco, que solo tiene a otros dos actores: Daniel Fuentes Lobo y Eli Nassau. “Las escenas son muy ricas en el lenguaje, es una montaña rusa de emociones, un ping-pong de palabras muy intenso”, explica sentada en un café cercano al teatro, el día antes del estreno. La obra se ubica en una habitación de motel austera, con una cama, sillas, una mesa y un retrete esencial para la trama. Allí, tres antiguos amigos de la preparatoria se juntan y rememoran juntos los hechos más traumáticos de aquella época.
Al culto casi místico que persigue a esta obra contribuye sin duda una película con el mismo nombre. Tape, dirigida en el año 2001 por Richard Linklater y basada en el texto original, tiene como protagonistas de la historia a los actores Ethan Hawke (de Antes del anochecer y Gattaca: experimento genético), Uma Thurman (de Kill Bill y Pulp Fiction) y Robert Sean (de La sociedad de los poetas muertos y la serie House). La película está grabada en una sola toma en los confines de una habitación de motel y es casi imposible de encontrar hoy en día. Esos dos elementos hacen las delicias de los coleccionistas como Logar (de 36 años), que todavía tiene su copia en DVD, aquel formato que las generaciones más jóvenes ya no saben distinguir del casete o de la cinta de vídeo.
Él y su compañera Valencia tenían ganas de traer una representación como esta a Ciudad de México, donde la escena teatral está mucho más desarrollada que en otras ciudades. Han vivido en Nueva York, Londres, Madrid, pero admiten que la capital de México tiene algo diferente. “Parece que aquí la escena teatral tiene más medios, recursos, publicidad, es más visible que en Madrid”, confiesa Logar. “Allí solo tienes los grandes teatros y algunas salas pequeñas, no existe algo como el Foro Shakespeare, donde tienes cinco o seis obras independientes al mismo tiempo”. En Nueva York te puedes encontrar a los mejores actores del mundo haciendo los mejores textos, pero el precio es inaccesible. “Hubiera tenido que dejar de pagar mi renta para poder costearme una de esas obras”, dice el director.
Valencia todavía le guarda un especial cariño a Nueva York. Fue allí donde empezó su amor por el teatro y realizaron sus primeras representaciones, aunque apenas tuvieran dinero para costearlas. “Los teatros underground allí son muy interesantes, te dan mucha experiencia, y en aquella época teníamos mucha energía y hacíamos cosas de lo más extravagantes”. Valencia se refiere a aquella vez que, por ejemplo, decidieron crear una obra de teatro en su casa, con apenas 20 espectadores que, al subir las escaleras, se encontraban con Valencia y el resto de actores metidos de lleno en su papel, saludando y dando la bienvenida a las personas que iban entrando. “Te arriesgabas a todo en aquellos tiempos”, dice la actriz entre risas.
Para pagar esta obra, que ha costado 6.000 euros producir, no han necesitado de recursos públicos. La empresa que dirigen los dos, The R. Mutt Society (viene del nombre con el que el artista Marcel Duchamp firmó aquel urinario que envió a una exposición en Nueva York y que revolucionó el arte contemporáneo) tiene unos 20 mecenas que ayudan a financiar las producciones. Su última obra se estrenó en 2020 y se llamaba Madrid, Chernóbil. Es una de las primeras reacciones escénicas a la crisis del coronavirus. Fue el resultado de intentar acercar la tragedia de Chernóbil a los tiempos pandémicos, aquellos en los que parecía que la sociedad, tal y como la conocíamos, se desintegraba para no volver. En aquella obra, como en esta, recurren a elementos tecnológicos como los sonidos de las puertas cerrándose, pantallas con imágenes y objetos imaginarios para conseguir que la producción sea lo más austera posible.
“Lo hacemos por amor al arte”, dice Valencia, “porque la verdad es que con el teatro no se gana dinero”. Ambos tienen trabajos paralelos que son los que pagan la renta, y en los ratos libres deciden la siguiente obra que quieren realizar, la producen, la escriben, buscan a los actores, y cuando ya está todo listo y tienen suficiente dinero ahorrado, se lanzan a la realización. En este caso, después de hacer el trabajo previo desde Madrid, se vinieron a Ciudad de México. Eso fue hace un mes. Desde entonces han estado dedicados exclusivamente a ensayar con los dos actores que participan en la obra además de Valencia. “Es imposible hacer teatro nada más. Con la televisión o el cine sí puedes ir tirando, pero no con el teatro, cualquiera que se mete a esto lo hace por amor a contar historias”, se lamenta la actriz.
El resultado es una obra que, en su día de estreno, tiene una cola que va desde la puerta del teatro hasta la cafetería en la que fue la entrevista el día anterior. La gente se sienta, las luces se apagan, los teléfonos también —aunque no todos, porque siempre hay algún hooligan incapaz de seguir las normas y cuyo móvil suena indefectiblemente en el momento más importante de la función—. Las conversaciones se van haciendo cada vez más silenciosas hasta que sale Daniel Fuentes Lobo, se acerca a la puerta imaginaria y la abre agarrando un pomo imaginario. Las bisagras de la puerta suenan por los altavoces y también suena el golpe cuando Lobo cierra la puerta de un golpe y corre hasta el otro lado de la cama, abre la mochila que lleva y empieza a sacar cervezas y ponerlas sobre la mesa. Los espectadores guardan silencio, nadie sabe muy bien qué está pasando todavía, que comience la magia.
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