‘La caída’, un filme para alcanzar la redención en las sociedades del silencio
La película, protagonizada y producida por Karla Souza, se inspira en casos reales y pone la mirada sobre el ejercicio de la violencia emocional, psicológica y sexual en el clavadismo mexicano
La actriz mexicana Karla Souza denunció, hace un poco más de cuatro años, que fue víctima de violación. Cuenta que ese momento, en el que alzó la voz, se convirtió en muchísimos años de un dolor muy profundo, de depresión, revictimización y violencia emocional por parte de los medios, familiares y compañeros de trabajo. “La única forma de sobrevivir a todo eso fue canalizarlo a través de mis armas más fue...
La actriz mexicana Karla Souza denunció, hace un poco más de cuatro años, que fue víctima de violación. Cuenta que ese momento, en el que alzó la voz, se convirtió en muchísimos años de un dolor muy profundo, de depresión, revictimización y violencia emocional por parte de los medios, familiares y compañeros de trabajo. “La única forma de sobrevivir a todo eso fue canalizarlo a través de mis armas más fuertes, el arte y el cine”, cuenta a EL PAÍS a través de una llamada telefónica.
Años antes a su denuncia, se encontró en el camino una década atrás, en 2012, con un trabajo periodístico en el que muchas clavadistas, entre ellas Azul Almazán, denunciaron el abuso sexual, psicológico, emocional y físico que les tocó vivir a manos de su entrenador. Su experiencia propia y la de estas deportistas concatenaron en una sola voz para contar una historia “de una manera visceral y no tanto racional”, explica. Así surgió La caída, película protagonizada y producida por Karla Souza —disponible en Prime Video—, que se inspira en casos reales y pone la mirada sobre el abuso psicológico, sexual y emocional en el deporte olímpico del clavadismo en México.
El cine fue una herramienta para Souza que le permitió llevar a la gente todo lo que conlleva identificar y dejar de normalizar el abuso. Afirma que fue un trabajo muy personal y duro volver a un momento donde la lastimaron muchísimo. “Especialistas en violencia de género me ayudaron a organizar, entender y a concientizar lo que yo había vivido. Entender que los ataques que recibí eran parte de una sociedad machista e ignorante y que no los tomara personal”, explica la actriz.
La Caída es una historia de matices, sobre las complejidades de las relaciones, en la que Mariel (Souza) es una veterana clavadista de élite quien tiene una última oportunidad en los Juegos Olímpicos. Sin embargo, cuando una terrible verdad sale a la luz respecto a Nadia (Dèja Ebergenyi), compañera de equipo de 14 años y una joven promesa del clavadismo, enfrenta su pregunta personal más grande: ¿Ganar es realmente su verdadero sueño?
Así como las peripecias de la protagonista, la producción tuvo que sortear sus propias curvas, desde la dificultad para conseguir presupuesto y lo delicado del tema, ya que, según cuenta Souza, la persona a la que hace alusión las denuncias continúa trabajando respaldada por gente de mucho poder en México. “Una de las cosas más difíciles fue que un estudio o productora se quiera asociar conmigo para hablar de este tema. Muchos estudios me dijeron que querían hacer otro tipo de proyectos, como comedias románticas. Yo no me iba a mover hasta hacer mi historia. Poco a poco se fueron sumando más guerreros a esta película, hasta que Amazon se interesó por el proyecto”, rememora Souza.
La actriz batalló con el guion. Ya llevaba ocho versiones del mismo, pero no lograba plasmar lo que buscaba contar, hasta que llegó la directora y guionista Lucía Puenzo que, junto con María Renée Prudencio y Tatiana Mereñuk, trabajaron dos versiones adicionales del texto hasta que lograron lo que la película quería contar. “No tenía prisa de hacer este proyecto, lo que quería es que se hiciera bien”, explica Souza.
Puenzo, en una llamada con este diario, cuenta que tuvo la oportunidad de conocer a Azul en persona y pasar mucho tiempo con ella, escucharla y escuchar las historias de otras clavadistas, de psicólogas especialistas en abuso sexual. Explica que comprendió que lo que tenía en las manos era una historia de “una ferocidad tremenda”.
“Sin duda me tomó de las manos la historia. Estos recuerdos que casi no le habían contado a nadie con este entrenador, que de alguna manera era el mundo entero de estas jóvenes clavadistas, algunas de 13, 14 o 15 años. Con todas este hombre había sido el centro de sus vidas, había ocupado el lugar de entrenador, de padre, de amigo, de confidente y este toma aquello desde su vulnerabilidad”, afirma Puenzo.
Tanto para Puenzo como para Souza era muy importante que la película no cayera en la revictimización. Ambas tenían claro cuál era el camino que querían trazar sobre lo complejo que es denunciar a una persona con la que se ha creado cierto vínculo y lazos. Souza ve que es importante empatizar con la situación de las víctimas y poderlas ayudar en medio de la complejidad y la complicidad que generan las sociedades del silencio alrededor de estas problemáticas.
En ese sentido, la película aborda los temas desde el suspenso, sin morbo, como la sombra de un monstruo que es omnipresente, que acecha a las protagonistas en cada esquina del complejo acuático, en sus mentes. Y se agarra de la mano de aspectos técnicos, como la paleta de colores, la banda sonora, los sonidos e imágenes vinculadas al agua, al clavadismo, que las atormenta y que lleva al espectador de la mano hacia lo kinestésico, a un viaje visceral que golpea en los distintos sentidos.
“A mí me gustan las películas que hacen que el espectador camine de la mano de su protagonista y estén en esa montaña rusa emocional. Teníamos claro que más allá de lo temático, que es tan pregnante y tan fuerte en esta historia, lo que nos importaba era que el espectador entendiera la ferocidad y lo complejo de estas estructuras de abuso, que muchas veces tienden a simplificarse y por eso a veces se caen en personajes estereotipados”, explica la también directora de otras obras como La jauría (2020) y XXY (2007), ganadora el Grand Prix de la Semana de la Crítica en el Festival de Cine de Cannes.
La película también plantea una cuestión que, al menos, años después de la irrupción del movimiento #MeToo ha permitido que sea puesto sobre la mesa, visibilizado y denunciado, lo que es la búsqueda y promesa del éxito a costa del silencio, una premisa que no ha sido exclusiva solo del ámbito del deporte de élite, sino también de distintos rubros. “Para que una situación así pueda ocurrir, la complicidad es enorme. Es muy fácil pensar que uno puede nada más denunciar, sin tomar en cuenta aspectos como la fortaleza y seguridad que una mujer necesita, de sentirse a salvo, que no podría perder su vida por alzar la voz o quedar desahuciada. No es sencillo”, afirma Souza.
Puenzo, sobre el mismo punto, finaliza con lo siguiente: “Que la película cuente esto desde el clavadismo es casi anecdótico. Lo que está contando es como un hombre está enquistado en el corazón emocional de una familia y desde ese lugar hace lo que quiere con una niña y eso en nuestras sociedades se reproduce en absolutamente todos los ámbitos. Esta historia está más allá del deporte”.
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