Jon Klassen:“La clave para que un libro infantil guste a niños y a adultos está en saber que no somos tan diferentes”
El escritor terminó ‘La roca del cielo’ apenas unos días antes de que la OMS declarara oficialmente la pandemia de la covid-19. En ese sentido, el álbum resulta casi profético, porque, entre otras cosas, esa roca que cae del cielo parece una metáfora de la fatalidad
Asegura el escritor e ilustrador de álbumes ilustrados infantiles Jon Klassen (Winnipeg, Canadá, 1981) que sus dos hijos, de “casi cinco y casi tres años”, han sido, en lo que respecta a su trabajo, toda una “lección educativa” porque le han permitido ver de primera mano cuán diferentes pueden ser entre sí dos niños, hermanos en este caso, incluso desde el principio de su vida. “Las industrias que hacen cosas para los niños a menudo hablan de los niños como si conformasen un grupo sólido: «A l...
Asegura el escritor e ilustrador de álbumes ilustrados infantiles Jon Klassen (Winnipeg, Canadá, 1981) que sus dos hijos, de “casi cinco y casi tres años”, han sido, en lo que respecta a su trabajo, toda una “lección educativa” porque le han permitido ver de primera mano cuán diferentes pueden ser entre sí dos niños, hermanos en este caso, incluso desde el principio de su vida. “Las industrias que hacen cosas para los niños a menudo hablan de los niños como si conformasen un grupo sólido: «A los niños les encanta esto», «A los niños normalmente no les gusta aquello otro». ¡Y hay tantos tipos diferentes de niños! Con algunos niños creo que podría sentarme muy fácilmente y podríamos tener una conversación divertida. Con otros niños, en cambio, opino que no sabría por dónde empezar y no tendríamos mucho que decirnos. Es lo mismo que me pasaría con los adultos”, afirma. Partiendo de esa base, explica, lo mejor que puede hacer es plasmar en sus libros las cosas que a él le gustan y esperar que esos libros encuentren a los niños con los que él podría sentarse a hablar.
Y lo cierto es que esos niños conforman una multitud. Y a ellos se suma una multitud de padres y madres que esperan y acogen con entusiasmo cada nuevo título de Klassen desde que en 2011 revolucionara con su particular estilo el sector del álbum ilustrado con I Want My Hat Back (Yo quiero mi sombrero en su edición española, publicada por NubeOCHO), el primer título de su exitosa trilogía del sombrero, con cuyo segundo título -This Is Not My Hat (El ladrón del sombrero, NubeOCHO)- se convirtió en el primer autor en alzarse el mismo año con dos de los premios más prestigiosos de la literatura infantil, la Caldecott Medal norteamericana y la Kate Greenaway Medal británica.
“Creo que la clave está en aceptar que niños y adultos no somos tan diferentes. Al final, los adultos somos capaces de comprometernos y quedarnos satisfechos con una premisa muy simple, y los niños son conscientes y capaces de reconocer relaciones complejas. Podríamos decir que, partiendo de esa base, las premisas visuales simples mezcladas con relaciones complejas se han convertido en una especie de estilo personal”, reflexiona antes de reconocer que ver cómo se reciben sus libros en otros países del mundo es algo que le resulta “realmente emotivo y abrumador. Te metes en este tipo de trabajo porque te gusta comunicar y escuchar que has logrado esa comunicación con personas de otros lugares lejanos es increíble”.
Su último título, La roca del cielo (NubeOCHO) es un ejemplo paradigmático de ese «estilo personal», de esa apuesta que hace Klassen por mezclar sencillez y complejidad y salpimentarla con las dosis adecuadas de un humor negro capaz de sacar carcajadas a grandes y pequeños. En las casi 100 páginas del álbum ilustrado el autor canadiense nos muestra la historia de una tortuga y un armadillo (y una serpiente como actriz secundaria) que, mientras deciden cuál es el mejor sitio para asentarse, verán caer una enorme roca del cielo que cambiará completamente el escenario. Como siempre en sus historias, debido en gran medida a su estilo engañosamente inexpresivo, parece que las páginas avancen sin que pase nada. Sin embargo, en ellas ocurre todo.
PREGUNTA. Esa quietud e inexpresividad de tus obras, ¿es una forma de implicar al lector?
RESPUESTA. Creo que la inexpresividad es una combinación de dos cosas: por un lado, de sensibilidad. Por otro, sinceramente, de no saber realmente cómo dibujar algo en movimiento, algo que realmente esté sucediendo. Sin embargo, he tenido suerte, porque creo que se adapta perfectamente al formato. En un álbum tenemos texto y una imagen y si hay algo emocionante que sucede en ambas áreas a la vez parece un poco redundante. Es decir, si por ejemplo escribiera una oración que dijera «Simón está teniendo el peor día de su vida» y luego debajo pusiese un dibujo de Simón llorando en un banco del parque bajo la lluvia, realmente no habría agregado nada a la escritura. Sin embargo, si debajo de esa misma frase dibujo a Simón sentado en un parque soleado mirando a la nada, la imagen resulta mucho más interesante y, además, no he tenido que intentar dibujarlo llorando, lo cual es realmente difícil. Si te pasa algo horrible y vas al parque a pensarlo, probablemente no estés llorando por ahí. Probablemente, solo estés sentado, sin hacer nada.
P. Tengo la sensación de que también hay mucho de inspiración teatral en esas puestas en escena.
R. Absolutamente. Siempre he creído en mis libros como representaciones teatrales, pero creo que La roca del cielo ha sido el más explícito en ese sentido. Me ayuda mucho reflexionar en el espacio del escenario y jugar en sus límites, con esa necesidad física de los personajes de gritarse unos a otros e incluso a la audiencia. Para mí las producciones teatrales son realmente útiles a la hora de pensar en los libros para niños. Al fin y al cabo, el teatro es muy generoso con su público y yo, como autor, también quiero ser generoso con el público infantil. En el teatro los escenarios están inclinados para favorecer a los espectadores, los actores hablan en voz alta y sobreexpresan para que las cosas queden claras. Y así, en cierto modo, es como suelen ser también los libros para niños.
Jon Klassen terminó La roca del cielo apenas unos días antes de que la OMS declarara oficialmente la pandemia de la covid-19. En ese sentido, el álbum resulta casi profético, porque, entre otras cosas, esa roca que cae del cielo parece una metáfora de la fatalidad y la incertidumbre a las que estamos expuestos, de esos hechos inesperados que trastocan nuestra vida y sobre los que no tenemos control. “Lo cierto es que la inestabilidad ya es algo que sentíamos en EEUU desde hace más tiempo, desde antes incluso de que comenzara la pandemia”, afirma el autor, que reconoce que la historia que inspiró el libro, esa caída de rocas, la había escrito muchos años antes y tenía un enfoque mucho más personal: “Creo que a todos, alguna vez en nuestras vidas, nos caen piedras y no nos queda más que seguir con nuestro día, aunque esa roca enorme acabe de aterrizar justo a nuestro lado y sepamos que nunca vamos a entender totalmente su significado. En este libro estaba muy interesado precisamente en eso, en el momento de la historia que sigue a la caída de la roca, en cómo de rápido desaparece el impacto y simplemente los personajes comienzan a trepar por ella o a dormir bajo su sombra. Porque, ¿qué más van a hacer?”.
P. Eso también es muy característico de tu obra, ese prestar atención al momento después de que ocurra algo.
R. Cuando comencé a trabajar en animación cinematográfica (Jon Klassen ha participado en la producción de películas como Kung Fu Panda o Los mundos de Coraline) me dedicaba al guion gráfico y, muy a menudo, cuando me metía en el guion gráfico de una gran escena de acción, mi impulso natural era alejar la cámara y no mostrar la acción, sino solo insinuarla de otra manera. Esto, claro está, no encajaba con las películas de grandes estudios. Pero años más tarde, cuando comencé a hacer libros, me di cuenta de que en el formato álbum encajaban a la perfección los saltos en la acción tal y como yo los concebía, porque los libros con ilustraciones fijas no son buenos para mostrar la acción. Para mí, es más interesante si en un libro insinúas lo que está por suceder y, al pasar la página, ya ha sucedido.
P. Del cine imagino que también has importado esa especie de «suspense» que se siente en tus álbumes.
R. ¡Sí! Alfred Hitchcock fue una gran inspiración para muchos de mis libros. El ladrón del sombrero le debe bastante a Psicosis y La roca del cielo también bebé de una charla que dio Hitchcock sobre la diferencia entre crear conmoción y suspenso.
P. ¿En qué se diferencian?
R. Hitchcock puso un ejemplo de una escena hipotética de una película en la que la gente está sentada alrededor de una mesa teniendo una especie de discusión aburrida sobre béisbol. Después de 5 minutos de conversación, una bomba estalla de repente debajo de la mesa. Sin duda, has sorprendido a tu audiencia y has generado una conmoción. Sin embargo, decía Hitchcock, si regresas al comienzo de la escena y le muestras a la audiencia la bomba que está activada debajo, de repente los espectadores se involucrarán mucho más en la aburrida conversación de béisbol porque has generado suspense. Los tienes trabajando para ti y hacer que tu audiencia trabaje para ti es muy emocionante.
P. Creo que los niños disfrutan bastante de ese trabajo.
R. Es que es especialmente emocionante en los libros para niños, porque a los niños no se les suele pedir que hagan eso muy a menudo y están ansiosos por hacerlo. Así que en lugar de que la gente hable sobre béisbol y una bomba, yo tengo a unos personajes que hablan sobre dónde asentarse mientras una roca gigante cae hacia ellos. Espero que el truco aún funcione.
P. Con mis hijos ha funcionado. ¿Con los tuyos?
R. Probablemente necesite algo de terapia sobre esto, pero me cuesta mucho leer mis propios libros a mis hijos. En parte porque hay muchos otros libros que sé que son buenos y que quiero mostrar a mis hijos. Y en parte, también, porque soy un juez horrible con mis propios trabajos, especialmente con los que ya llevan en el mercado más años. Tengo camisetas y otras cosas para ellos con el oso de Yo quiero mi sombrero y me siento orgulloso y emocionado cuando se las veo puestas, pero el libro en sí eso es algo diferente. Mejor que lo lean ellos por su cuenta.
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