Monjas para repoblar el Portugal vaciado

El pueblo fronterizo de Palaçoulo espera atraer turismo de recogimiento con la construcción del primer monasterio en el país desde 1892

Colocación de la primera piedra del Monasterio de Santa María en Palaçoulo, el pasado año.Ecclesia

A falta de bebés, que vengan monjas. En Palaçoulo, una aldea fronteriza —para hacerse una idea— con Fornillos de Fermoselle, en una esquina del Portugal despoblado y de la España despoblada, decenas de vecinos han donado sus tierras para que se levante un convento y vengan monjas a ocuparlo. Será el primer monasterio que se construya en Portugal desde 1892. Mientras las autoridades ofrecen incentivos económicos para repoblar el interior deshabitado del país, los vecinos de Palaçoulo han conseguido repoblar el pueblo con monjas, aunque tampoco autóctonas, porque las vocaciones escasean en Portu...

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A falta de bebés, que vengan monjas. En Palaçoulo, una aldea fronteriza —para hacerse una idea— con Fornillos de Fermoselle, en una esquina del Portugal despoblado y de la España despoblada, decenas de vecinos han donado sus tierras para que se levante un convento y vengan monjas a ocuparlo. Será el primer monasterio que se construya en Portugal desde 1892. Mientras las autoridades ofrecen incentivos económicos para repoblar el interior deshabitado del país, los vecinos de Palaçoulo han conseguido repoblar el pueblo con monjas, aunque tampoco autóctonas, porque las vocaciones escasean en Portugal. Las monjas serán importadas de Italia.

Con sus 500 vecinos y una densidad de 11 habitantes por kilómetro cuadrado, Palaçoulo ofrece, sobre todas las cosas, paz y silencio, dos cualidades fundamentales para la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, más conocida como la de los trapenses.

Desde 2016 que Palaçoulo está movilizado para construir el convento y su hospedería. Las monjas trapenses las pone el monasterio italiano de Vitorchiano, en la provincia de Viterbo, donde ya no caben más vocaciones (son 78 monjas). Por otra parte, en Portugal han desaparecido todas las comunidades trapenses. Así que un encuentro entre el obispo de Braganza y la madre superiora de Vitorchiano pusieron en marcha la idea. Vitorchiano debía proporcionan al menos 10 monjas, número mínimo para formar una nueva comunidad. Palaçoulo debía poner las tierras, al menos 30 hectáreas para practicar el ora et labora.

El párroco, el alcalde, el obispo y todas las fuerzas vivas del lugar se pusieron manos a la obra. Lo primero fue buscar las tierras, la Iglesia tenía algunas, pero no bastaban; la llamada a los vecinos fue todo un éxito, pues 25 familias cedieron propiedades. Las hectáreas estaban conseguidas, pero cada cual en un lugar diferente. El trabajo del párroco de la Iglesia de San Miguel y, sobre todo, su paciencia y diplomacia lograron poner las 30 hectáreas juntas, sobre las que ya se levanta el monasterio y una hospedería de acogida y recogimiento, todo presupuestado en seis millones de euros. En octubre abrirá.

La esperanza de las autoridades, y del pueblo, es que el monasterio atraiga turismo tranquilo, el que gusta retirarse del mundanal ruido, que se decía antes. El párroco del pueblo, António Pires, lo ha dicho con palabras de hoy: ”El monasterio puede ayudar a parar el burnout espiritual. Hoy sentimos un bullying ideológico, de lobbies, que parece desvanecer la identidad cristiana”, según la revista Ecclesia.

La superiora, Guisy, en los campos de Palaçoulo.Ecclesia.
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El sacerdote reconoce lo recóndito del lugar, pero su ánimo no desmaya: “El monasterio es mucho más que el propio lugar. Será un monasterio para la región, para la diócesis, para el país y para la misma España”. Y el obispo de la diócesis de Braganza, lo deja diáfano: “Traerá una nueva centralidad al interior del nordeste trasmontano”.

La madre superiora Guisy, de 56 años de edad, ya está sobre el terreno, vigilando la buena marcha de las obras y trabajando con nueve hermanas, elegidas por sus aptitudes especializadas, en el canto, en la agricultura, en la cocina o en la gestión. Todas ya han aprendido portugués. La regla benedictina exige que los monasterios tienen que ser autosuficientes con el trabajo de las hermanas trapenses que, además del ora et labora practican el silencio y la soledad. A las diez pioneras se unirán 30 más en el futuro para garantizar la producción agrícola y avícola y la fabricación de dulces y su famoso chocolate.

“Hay aquí también un nuevo concepto, de un turismo asociado, de una producción y de una visión diferente para el territorio, que gana una escala nacional e internacional”, ha destacado el alcalde de Miranda de Douro, cabeza de la comarca. Visión y singularidad no faltan. Si el tópico de los alcaldes del mundo es replicar a Silicon Valley, en Palaçoulo han apostado por el turismo de recogimiento.

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