Las abuelas sudafricanas capaces de dejarte K. O.

Un grupo de mujeres de entre 75 y 80 años practican boxeo en un gimnasio de Johannesburgo

Tienen entre 75 y 80 años y todas comparten la misma pasión: el boxeo. Son las Boxing Gogos, un grupo de abuelas que dos veces por semana acuden a un gimnasio de Johannesburgo (Sudáfrica) para hacer frente a los achaques y los dolores de la edad a golpe de puño.

“El consejo que doy a otras abuelas como yo es que deben dejar de decirse que son mayores e intentar dar lo mejor de sí mismas, porque el hecho de ser abuela no significa que tengas que enterrarte con esa palabra, “abuela”. Necesitas despertarte y demostrarte a ti misma que eres una abuela llena de vida”, asegura Mariam...

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Tienen entre 75 y 80 años y todas comparten la misma pasión: el boxeo. Son las Boxing Gogos, un grupo de abuelas que dos veces por semana acuden a un gimnasio de Johannesburgo (Sudáfrica) para hacer frente a los achaques y los dolores de la edad a golpe de puño.

“El consejo que doy a otras abuelas como yo es que deben dejar de decirse que son mayores e intentar dar lo mejor de sí mismas, porque el hecho de ser abuela no significa que tengas que enterrarte con esa palabra, “abuela”. Necesitas despertarte y demostrarte a ti misma que eres una abuela llena de vida”, asegura Mariam Barie, una de las mujeres que practica boxeo en Johannesburgo.

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Todo comenzó con un programa especial para personas mayores interesadas en el deporte que un gimnasio de la ciudad puso en marcha hace cinco años. “Empezaron haciendo ejercicios aeróbicos, pero después vieron los guantes de boxeo, los probaron y ya nunca los dejaron”, cuenta el entrenador de las mujeres, Nqobile Khumalo. Ahora, muchas de ellas se atreven a subir al cuadrilátero para guantear.

Las dos citas semanales en el gimnasio son como una terapia. “Algunas de nosotras tenemos la tensión alta, otras tienen diabetes y otras están operadas, pero aquí nos sentimos vivas y capaces de caminar pese a los dolores”, asegura la boxeadora Constance Gubane, de 80 años.

Muchas de ellas han notado la mejoría, como Germina Maluleka, de 76 años, una de las pioneras. “El gimnasio me ha ayudado con mi enfermedad. Cuando empecé, solía tener los pies hinchados, pero desde que vengo al gimnasio no he vuelto a tener este problema”, asegura la mujer, que intenta que su historia inspire, no solo a otras abuelas como ella, sino a los más jóvenes.

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