Pueblo digital en marcha

El populismo es un viejo conocido. No hay democracia sin populismo, en dosis más o menos exageradas. Obtener el favor de la mayoría exige a veces alguna concesión a la demagogia que pocos políticos, derechas e izquierdas confundidas, se atreven a evitar. Quienes hacen bandera del antipopulismo suelen perder las elecciones en cuanto se presentan. Así que nada de fariseísmos. El que no haya pecado de populismo que tire la primera piedra.

En momentos de crisis, y sobre todo en una crisis que hace época como la actual, el lenguaje populista invade el entero campo semántico. La demanda se...

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El populismo es un viejo conocido. No hay democracia sin populismo, en dosis más o menos exageradas. Obtener el favor de la mayoría exige a veces alguna concesión a la demagogia que pocos políticos, derechas e izquierdas confundidas, se atreven a evitar. Quienes hacen bandera del antipopulismo suelen perder las elecciones en cuanto se presentan. Así que nada de fariseísmos. El que no haya pecado de populismo que tire la primera piedra.

En momentos de crisis, y sobre todo en una crisis que hace época como la actual, el lenguaje populista invade el entero campo semántico. La demanda se halla en la raíz misma de la crisis, que es de confianza y de mediación. Los ciudadanos desconfiamos de quienes nos representan en todos los ámbitos de la sociedad. De forma que avanzan sus peones los que saben hablar el lenguaje a veces soez del populismo.

Extraña e inquietante, claro que sí. Y evocador de épocas siniestras. Los populismos más recientes, con carismas más garbanceros, parecen tranquilizarnos, aunque no debiéramos. De ahí el interés del libro recién publicado El pueblo contra el Parlamento. El nuevo populismo en España, 1989-2013, de Xavier Casals, que traza una genealogía de nuestros populismos, los sitúa en el contexto de los populismos en el mundo y los utiliza como reveladores de tendencias. Mensajeros de futuro les llama, atribuyéndoles una capacidad de anticipación respecto a las crisis que nos esperan.

Populistas siempre son los otros, naturalmente. Casals no duda en repasar el espectro político y social, desde el PP hasta los indignados, ni en señalar que “Cataluña se ha convertido en el rompeolas populista de las Españas y en su laboratorio político”, afirmación de impacto aunque justificada: 1.- La erosión de los grandes partidos es más acentuada; 2.- Como en un microcosmos, se reproducen a escala todos los populismos europeos, desde Plataforma por Cataluña hasta los émulos de la Syriza; 3.- El populismo plebiscitario se halla en pleno vigor; 4.- Se extiende una cultura de la insumisión, desde las protestas antipeajes hasta el movimiento por la hacienda propia; y 5.- Cuenta con una capital de larga y profunda tradición rebelde y contestataria.

La novedad del populismo de nuestros días, señalada tanto por Casals como por su prologuista, Enric Ucelay de Cal, viene de mano de la tecnología. Las redes sociales, imprescindibles para entender los movimientos de protesta, llenan el vacío que ha deja la mediación política en crisis. Y lo hacen en forma de una quimera: las multitudes pueden dirigir la sociedad con el nuevo instrumento de poder que es un teléfono móvil; la democracia directa es posible gracias a la tecnología.

El funcionamiento de las redes se acomoda al lenguaje divisivo, polarizador y estridente del populismo, pero añade una paradoja: el individuo aislado, con los vínculos sociales rotos y solo con su móvil, se siente parte de una nueva comunidad virtual, un pueblo digital en marcha. Y en la otra cara de la difusión tecnológica del poder, oculta en la nube, avanza la organización todopoderosa del espionaje de Estado hasta controlar los más íntimos rincones de la vida privada de este ciudadano solitario, que le entrega voluntariamente sus datos.

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El reto de nuestra época es mantener espacios para la democracia representativa entre el cibercontrol universal y el populismo digital.

Comentarios

El reto de nuestra época es devolver el poder a la ciudadanía.
Posiblemente Adorno y Horkheimer tuvieran mucha razón cuando en su obra "Dialéctica de la Ilustración" comentaban cómo el proceso ilustrado o modernizador de la sociedad nunca se había consumado, entendiéndolo como un proceso exponencial hacia mayores cotas de libertad, raciocinio y cultura para los ciudadanos. Eso nunca ha pasado ni en África ni en Europa. El populismo se alimenta de la falta de información y nivel cultural de la mayoría de la población en todos los países. La televisión, el periodismo de manipulación conductual y en favor de intereses privados de las corporaciones que los subvencionan o el avance del discurso publicitario, con la venta de modelos de vida banales al mismo tiempo que imposibles al alcance de unos pocos hace que la población viva en un estado de agitación, malestar, desasosiego y estupidez generalizada. No es que la democracia representativa esté en crisis, lo que está en crisis es el proceso de globalización mediática neoliberal. La gente patalea ante lo que ya es inevitable, la pérdida de sus derechos democráticos y el comienzo de una nueva era protagonizada por China y con Obama de comparsa, la última y más tenebrosa tiranía medieval que ha habido en la historia. Comienza esta tiranía con recortes en derechos sociales y laborales, y concluye con el recorte del derecho a la vida para aquellos que no sirven para el desarrollo del sistema, ese que beneficia a unos pocos. Éstamos más en tiempos de la obra Metropolis de Fritz Lang, que de hablar de democracias representativas al modo nostálgico, casi de principios de siglo. La democracia representativa hace ya demasiadas décadas que ha muerto.
Ya que en este blog se ha citado a la escuela de Frankfurt, creo que aplicar la negatividad crítica puede ser útil para enmarcar el actual fenómeno del populismo en la era digital. Comparto la postulados básicos del artículo del Sr Bassets pero creo que, con ser ciertos, no se debe olvidar que las estructuras estatales en los países occidentales son hoy muchísimo más fuertes que en cualquier tiempo pasado. Son estructuras aceptadas mayoritariamente por la población y que es muy difícil que movimientos de masas puedan reproducir situaciones revolucionarias como la francesa a finales del XVIII o las acaecidas durante el siglo XIX o la propia revolución soviética en el XX.. Fenómenos como el 11-M aún siendo importantes no tienen la fuerza desestabilizadora que tenían en el pasado movimientos de masas similares. Respecto al populismo nacionalista y la cuestión de la independencia catalana, tampoco es nada nuevo, pues toma fuerza como siempre en tiempos de crisis en España, pero el Estado español es hoy muchísimo más fuerte que cuando el 14 de abril de 1931 -en plena crisis de la monarquía y nacimiento de la república- Macià declaró primero el Estado Catalán y luego la República Catalana, -si bien renunció tres días después tras entrevistarse con el Pprimer gobierno provisional de la II República- o cuando el 6 de octubre de 1934, al convocarse la huelga general revolucionaria que desencadenó la entrada de la CEDA en el gobierno de Lerroux, Companys declara el Estado Catalán, lo que provocó la intervención militar por el Gobierno de la República. Tal y como están las estructuras de poder actualmente en Europa (por fin en paz después de tantos siglos de guerras permanentes) y en España (con una forma de gobierno que aunque fuertemente criticada nunca había sido tan mayoritariamente aceptada a lo largo de la historia) el riesgo populista es, en mi opinión, significativamente menor que en el pasado. No veo posibles revoluciones como la comunista o fenómenos como el triunfo de partidos fascistas. Ni siquiera movimientos de liberación nacional, pues creo que la eventual declaración unilateral de independencia de Cataluña es imposible en la actualidad y, en cualquier caso condenada al fracaso.. El Status Quo actual probablemente sea el más sólido de la historia de Occidente y de España.
La política de lo imposible, demagogia, y la política de lo más deseado, populismo, no es algo nuevo, no son ideas de la generación de Zapatero, de esa nueva casta de políticos que algunos denominan la generación 2000, el populismo y la demagogia son males que de forma inevitable acompañan a la democracia. Lo extraño de nuestra época es que viviendo en la era de la información la sociedad no disponga de mecanismos eficaces para desacreditar dichas políticas. La política es una actividad económica muy rentable si logras atraer el suficiente porcentaje de votos de los ciudadanos y llegar a gobernar. Por ello los políticos quieren ganar elecciones y gobernar a cualquier precio. Para ello recurren a lo que se conoce como el Marketing Político, que como todo marketing no se basa en otra cosa que en la satisfacción de necesidades. EL Marketing Político se rige por el principio de “No des a conocer tu proyecto político, ni tus ideas, ni tus opiniones, ni siquiera es necesario que las tengas, simplemente ofréceles a los electores lo que desean, diles lo que quieren oír, luego, cuando ganes ya harás lo que quieras”. Todo populismo político es malo, el líder político debe guiar, ofreciendo ideas, soluciones, no por el contrario ser guiado por la masa. Y el peor populismo es aquel que se basa en la defensa de los deseos e intereses de las minorías para atraer su voto y así poder gobernar, porque ello no hace otra cosa que erosionar el sistema democrático. El mudo digital esta falazmente inflado. Personalmente creo que la democracia representativa, totalmente desacreditada, para recuperar credibilidad debería recurrir al instrumento democrático del referéndum, para así poder argumentar que el gobierno, que los representantes políticos están gobernando de acuerdo a lo que realmente desea la mayoría. Recordemos que en España se decía, decían los líderes políticos, que había un no mayoritario a la entrada en la OTAN y luego salió sí.
Populismo = demagogia = manipulación = jugar con el pueblo como si el pueblo fuese un borrego; o sea, ofrecer mucho chocolate y solo dar palitroques. Espero que en este siglo XXI los pueblos despierten ante tanta hipocresía y corrupción política y social.
Donde estaban todos los q dan lecciones de populismo cuando tenian q denunciar los excesos de los mutantes franquistas?Donde estaban, cuando se aprobaron las dos leyes q destruyeron nuestro pais (ley del suelo, ley de cajas)?Donde estaban todos los q nos quieren dar lecciones de civismo.He aprendido de la mano de Glucksmann, de BHL, de Derrida, de Foucault q sin la oposicion de pares, sin la denuncia d los excesos por los intelectuales (entre los cuales se incluyen los periodistas), sin una radicalizacion de las opiniones, la sociedad no evoluciona. Se queda tiesa! Se queda parada! El onanismo ideologico solo produce placer solitario o de casta!He aprendido con Ortega y Gasset q Espana, no hay quien la cambie ni quién reconcilie a los espanoles con ellos mismos.Estaremos condenados a no cambiar porq nuestras élites son élites de pecera q ni se mueven ni hacen mover a nadie ni a nada?Quién ha tenido el valor de explicar a los espanoles lo q realmente paso en la transicion?Quién tiene ahora el valor de explicar q esta constitucion era solo transitoria y no un dogma de fé?Quién tiene el valor decirle a los ciudadanos q el Estado de las autonomias no funciona? Y menos si las estructuras centralizadoras no se han quitado en 35 anhos?Legitimaran Vds, la nueva ley de la Administracion q es pura involucion, q quita lo q ha dado cuando el mandato era de suprimir estructuras centralizadas?No importa q sean de izquierdas o de derechas los agitadores de ideas. Lo q importa es q los haya y q inquieten suficientemente a la sociedad para que le cree urticaria!No vale convertirse en acomodaticio y aceptarlo todo! No es licito lo q hicieron politicos, empresarios, e intelectuales de la transicion y de la democracia espanola.No todo es legitimo porq si. La legitimidad la dan los hechos, no las buenas intenciones.Nos han servido un Espana q apesta y en la q nadie se reconoce.Nos negaran también el derecho a quejarnos y a senalar los culpables?Nuestra élites han perdido la vergüenza! Si es q alguna vez la han tenido.
Todas las medidas "populistas" que esgrimen los partidos políticos en sus campañas electorales a la caza y captura del voto prometiendo cualquie cosa, se transforman en "impopulares" una vez que acceden al gobierno y bajo la excusa de "es necesario, por el bien de, o no me queda más remedio" olvidan todo lo anteriormente prometido. El pueblo, ese gran ente , en el que a todos nos incluyen y al que todos recurren cuando les interesa ,vuelve a caer una y otra vez en lo mismo y de nuevo presta su voto a áquellos que le están engañando; eso sí dejando muy clara su opinión en twiter y borrando los mensajes publicitarios que colapsan su correo electrónico
Aunque no por populismo, pero sí intentó la vía populista para evitarlo, le acaban de caer siete años de cárcel al populista por antonomasia, a Berlusconi, el pseudoamante del pueblo pero a costa del pueblo, el que quería ser convexo con los cóncavos y cóncavo con las menores. Algún día todos los populistas acabarán igual, bien que no por ppopulismo, pero es que lo uno lleva a lo otro y al final se creen sus propias mentiras, y lo que es peor, confían en salir airosos gracias a las urnas, que ese es otro dato, creo yo, que identifica al populista, su pasión por las urnas como ungüento quitapenas (de cárcel).
El pueblo digital puede canalizar sus demandas a través de los partidos de siempre...sólo hace falta que oigan y que los ciudadanos sepan quién es su representante. Lo sabemos cuando elegimos al alcalde. Lo sabemos cuando elegimos al presidente del colegio (de médicos, abogados, farmacéuticos, periodistas...), pero en el Parlamento no lo sabemos. Y no digamos en el Senado (que se ve sólo como un gasto millonario)
Hola, amigos. Populismo es también hablar sin decir nada que sirva o diciendo cosas que no sirven para nada porque no hacen sino traducir lo que todo el mundo está pensando. Me refiero, por ejemplo, a esos discursos del Príncipe de Asturias o los del rey o los de la reina en que hablan de deberes, obligaciones y cosas que se deberían hacer y nadie hace. Me parece que las palabras que sirven en quien tiene su cuota de poder, son las palabras en las que se comprometa con hacer algo por solucionar los problemas de los que está hablando. Si no, para qué. La reina abucheada, el príncipe abucheado y el rey lo mismo. Y es que la gente ya no come cuento. Gobernar es decidir o presionar para decidir. Discursos bonitos sobran y hoy, cuando la gente lo pasa tan mal, más que nunca.

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