Del himno de la legión a Goya: ‘Niño de Elche’, el artista que trasciende los géneros

Cantaor flamenco heterodoxo, triunfa como creador polifacético y rompedor. En abril participa con una instalación sonora en una exposición sobre el genio aragonés en Burdeos

Niño de Elche. Foto: LUIS GRAÑENA | Vídeo: EPV

A los 18 años aterrizó en Sevilla decidido a convertirse en el nuevo Miguel Poveda. Frecuentó tablaos, festejos flamencos y misas rocieras, pero entró en contacto también con un universo vanguardista inspirador. Poco a poco, Francisco Contreras Molina (Elche, 1985), Niño de Elche, se salió de los raíles del flamenco ortodoxo y empezó a experimentar con el indie, la música electrónica, el rock y los samples, y a colaborar con artistas como el bailaor Israel Galván, el grupo Tundra de rock experimental, Los Planetas y, más recientemente, C. Tangana. Una larga transformación que le ha conv...

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A los 18 años aterrizó en Sevilla decidido a convertirse en el nuevo Miguel Poveda. Frecuentó tablaos, festejos flamencos y misas rocieras, pero entró en contacto también con un universo vanguardista inspirador. Poco a poco, Francisco Contreras Molina (Elche, 1985), Niño de Elche, se salió de los raíles del flamenco ortodoxo y empezó a experimentar con el indie, la música electrónica, el rock y los samples, y a colaborar con artistas como el bailaor Israel Galván, el grupo Tundra de rock experimental, Los Planetas y, más recientemente, C. Tangana. Una larga transformación que le ha convertido en un artista multidisciplinar que experimenta, entre otras cosas, con la voz. Ha expuesto en el Museo Reina Sofía, publica libros, y es requerido en obras de la dramaturga vanguardista Angélica Liddell.

En permanente evolución, de definirse como exflamenco ha pasado a declararse, incluso, excantante. “Es cierto que mis estudios sobre la voz, y las voces, me desplazan de la concepción del cantante más convencional”, admite por teléfono. Contreras da los últimos toques a un nuevo disco, participa en una exposición sobre las casas de Goya que, tras exponerse en Fuendetodos (Zaragoza) —el pueblo natal del genio de la pintura— llegará en abril a Burdeos y conduce un programa semanal en Radio 3. En febrero se estrenó Canto cósmico, película dedicada a desentrañar los misterios de su arte. Sus directores, Marc Sempere-Moya y Leire Apellaniz, la iniciaron hace seis años, después de verlo actuar. “Nos quedamos en estado de shock”, dicen por correo electrónico.

Hace seis años, Contreras era un cantaor más bien clásico, con un aspecto mucho menos juvenil del que luce hoy, y no solo porque pesaba 30 kilos más. Ha cambiado mucho en todo, pero “ha mantenido”, señalan, “su generosidad sin fisuras y la entrega total a los procesos artísticos”. Y es que la inabarcable carrera artística de Contreras está marcada por la búsqueda, desde el mismo día en que se fue de Elche dejando a sus padres desconsolados. “Ellos me compraron la primera guitarra y me llevaban a los concursos de cante, pero creo que confiaban en que eso no fuera más que un hobby para mí”, apunta. Hijo de inmigrantes granadinos, el pequeño Francisco empezó a destacar como cantaor precoz, aunque en el colegio nadie lo sabía. Ni en el instituto. Porque Contreras —el cantaor más joven en tener peña flamenca propia— procuró “tener roles normales”, salvo en clase de música, donde dedicaba sus trabajos a El Cabrero, o El Pele.

El menor de tres hermanos, Paco era el mimado de la casa. Una criatura sensible que no ha aprendido a nadar ni a conducir por puro miedo. Algo que contrasta con su osadía como artista. Sus orígenes parecen empujarle. En su libro de poemas Llamadme amparo (EspasaEsPoesía) recuerda al abuelo represaliado en la guerra y al que construía nichos en el cementerio. Y cuenta que su padre fue esquilador de ovejas antes de trabajar en las fábricas de calzado ilicitanas. Tampoco la trayectoria de Niño de Elche ha sido fácil. Después de años de patearse los tablaos como cantaor y experimentar paralelamente con otras formas del cante —”siempre me decían que lo mío sería flor de un día”—, su álbum Voces del extremo, de 2015, le permitió hacerse un sitio dentro del indie y trabajar para Sony. Podría haberse quedado ahí, pero siguió evolucionando. En 2018, ya instalado en Madrid, sacó su álbum Antología del cante flamenco heterodoxo, obra rompedora en la que Contreras venía a ser el vehículo de expresión del artista Pedro G. Romero, un “referente” esencial en su carrera. De su mano se asomó al situacionismo, participó en la última Documenta de Kassel y aprendió a abordar el flamenco y otros géneros desde una perspectiva iconoclasta. La interpretación de esta Antología en la Bienal de Flamenco de Sevilla de ese año desató la ira de los puristas. Pero Niño de Elche no se plantea renovar el cante jondo. Él busca trascender los géneros. Y de paso, desafiar los prejuicios. Prueba de ello es el disco Fuerza nueva, fruto del proyecto del mismo nombre en el que se embarcó junto a Los Planetas, y en el que canta el Himno de la Legión.

Contreras, que viene del movimiento 15-M, parece disfrutar contrariando las expectativas artísticas e ideológicas de unos y otros. En realidad, provocar controversia le perturba también a él, pero está convencido de que España ha mejorado mucho en términos de tolerancia. “Lo que yo hago hoy, hace 10 años sería impensable”. Y eso que, hace una década, ya dejó boquiabiertas a las audiencias con su espectáculo Vaconbacon, basado en Francis Bacon. De la existencia del pintor tuvo noticias gracias a la exposición que le dedicó el Museo del Prado en 2009, de la que se enteró por la televisión. A su amigo Miguel Álvarez-Fernández, musicólogo, comisario de exposiciones y director y presentador del programa de Radio Clásica Ars Sonora, le admira la “voracidad intelectual” de Contreras. Su curiosidad insaciable que explicaría, dice, “la creciente riqueza y complejidad de su universo artístico”. Aunque mucha gente le siga viendo solo como un cantaor flamenco, Niño de Elche no se inmuta. Al fin y al cabo, dice, “el flamenco sigue siendo uno de mis intereses prioritarios”.

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