¿Quieres ver algo realmente terrorífico?

Lo que nos parece mal nos debe parecer mal siempre: deslegitimar un Gobierno legítimo y no saber perder, ensalzar tumultos de energúmenos, denigrar a medios profesionales. La democracia no vale solo cuando ganan los tuyos

Simpatizantes de Trump delante del Capitolio, en Washington, este 6 de enero.John Minchillo/AP (AP)

A muchos no nos gustan las películas de miedo, por eso, porque dan miedo, pero a muchos sí, por sentir esa sensación. Recordé una vieja de Spielberg, En los límites de la realidad (1983), al ver las imágenes del Capitolio. Empieza con dos tipos en un coche de noche por una carretera solitaria. Juegan a cosas que dan miedo y uno dice: “¿Quieres ver algo realmente terrorífico?”. Entonces le da la espalda y cuando se gira es un monstruo aterrador que se lanza sobre él. Se oye una voz: “Esta puerta se abre con la llave de la imaginación. Al otro lado hay una nueva dimensión. Acaban de entra...

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A muchos no nos gustan las películas de miedo, por eso, porque dan miedo, pero a muchos sí, por sentir esa sensación. Recordé una vieja de Spielberg, En los límites de la realidad (1983), al ver las imágenes del Capitolio. Empieza con dos tipos en un coche de noche por una carretera solitaria. Juegan a cosas que dan miedo y uno dice: “¿Quieres ver algo realmente terrorífico?”. Entonces le da la espalda y cuando se gira es un monstruo aterrador que se lanza sobre él. Se oye una voz: “Esta puerta se abre con la llave de la imaginación. Al otro lado hay una nueva dimensión. Acaban de entrar a la dimensión desconocida”. Bueno, pues eso.

En los límites de la realidad estaba esa mujer que ante un policía con una pistola decidió que le daba igual y entraba en el Congreso. Vivía en un mundo tan paralelo, un mundo en el que Trump había ganado las elecciones y la mascarilla no sirve para nada, que quizá pensó que no le iban a disparar. Su familia podría reclamarle a Trump (las balas eran de verdad, eso no vale) y a todos los que les engañaron y jalearon, políticos y periodistas. Y esto nos interpela a todos a tener las cosas claras, porque esta gentuza luego cree que las tiene clarísimas y pasa lo que pasa.

Hay dos problemas: la deslegitimación del adversario, que justifica todo, y la acción ilegal, que viene después. Aquí en España nos pone ante el espejo y hay para todos, lo que nos parece mal nos debe parecer mal siempre: deslegitimar un Gobierno legítimo y no saber perder, ensalzar tumultos de energúmenos, denigrar a medios profesionales. La democracia no vale solo cuando ganan los tuyos, eso es Trump. Y tampoco son buenos los escraches a los rivales y malos cuando te los hacen a ti. Ha sido reconfortante ver a la derecha, y a la prensa de derechas, lamentar el asalto, aunque cada día clamen que estamos en una dictadura de un Gobierno tiránico. Igual que era enternecedor ver a partidos y medios de izquierda repetir que no tiene nada que ver con lo que ocurrió el 29 de octubre de 2016, cuando algunos declaraban ilegítima la investidura de Rajoy. Otra cosa es protestar contra ella delante del Congreso, que me parece bien, si no pasan la raya, y no la pasaron. Lo sé porque estaba allí, mientras insultaban, entre otros, al periódico en el que trabajo. Que también me parece bien, que cada uno diga lo que quiera. Porque después está la raya, la ley, que nos protege a todos de tarados e iluminados de toda índole. En Cataluña están quienes piensan que las calles serán siempre suyas y lo volverán a hacer, y en Madrid, la propia presidenta de la Comunidad diciendo que lo de Núñez de Balboa un día nos va a parecer una broma. O exmilitares chiflados diciendo que hay que fusilar a millones de españoles.

Luego te pasa que en una sala de espera, después de despotricar del Gobierno, alguien diga: “Hay que parar a esta gente como sea”. A esto lleva la continua mistificación de que la democracia está en peligro. Todos tenemos conocidos muy normales que ya sueltan tranquilamente cosas delirantes. Piensan que si gente con responsabilidades, líderes políticos, portavoces parlamentarios, tertulianos famosos, columnistas reputados, dicen esas barbaridades, ellos que saben, que están informados, que comen con gente importante, tendrán razón, sabrán lo que dicen. Es verdad, saben lo que dicen. Es decir, saben que mienten, pero creen que es un mal menor ante un fin superior, el de los suyos. No he visto mucha autocrítica entre periodistas, y la propaganda del odio, alimentar burbujas de irrealidad y mentira, también es cosa suya. ¿Quieren ver algo terrorífico? Sigan jugando, luego da igual quien empezó.

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