Alessandro Michele en su primer desfile para Valentino no renuncia a ser muy Michele
“No creo que tenga la opción de vivir como lo que no soy”, contaba el diseñador romano en la rueda de prensa posterior. La colección, que recupera los grandes éxitos de su sello creativo, revisa también el archivo de la casa para rescatar lo olvidado y ‘demodé’
Alessandro Michele no puede dejar de ser Alessandro Michele ni aunque quiera, que no quiere. Por eso este domingo, en su primer desfile como director creativo de Valentino, ha presentado una colección puro Michele en la que todos sus hitos se mostraban desprejuiciados, sin ningún miedo a que se reconozca su inconfundible autoría por encima del ADN de su nueva casa, que él ha transformado en un nuevo espacio de su personalísimo universo.
El sello de Michele estaba en esa sala de mobiliario antiguo cubierto con ...
Alessandro Michele no puede dejar de ser Alessandro Michele ni aunque quiera, que no quiere. Por eso este domingo, en su primer desfile como director creativo de Valentino, ha presentado una colección puro Michele en la que todos sus hitos se mostraban desprejuiciados, sin ningún miedo a que se reconozca su inconfundible autoría por encima del ADN de su nueva casa, que él ha transformado en un nuevo espacio de su personalísimo universo.
El sello de Michele estaba en esa sala de mobiliario antiguo cubierto con telas blancas, como un viejo palazzo en decadencia. La colección no admitía dudas, y sin embargo, como explicó el propio creativo en la rueda de prensa posterior al desfile (otra costumbre del diseñador que por supuesto ha recuperado con diligencia: “Cuántas caras amigas, cuánto afecto”, dijo antes de comenzar) había en ella looks literales de Valentino. Porque Michele no puede dejar de ser Michele pero sabe apropiarse de casi cualquier cosa. “No me gustan los lunares”, dijo, pero la colección está llena de ellos porque son una seña de identidad de Valentino, el diseñador de la burguesía de los sesenta y los setenta, décadas que Michele ha repasado en este desfile. “El vestido turquesa de lunares no tiene ninguna modificación”, explicaba el romano refiriéndose a uno de los pases, un vestido con plisados y volantes. Y lunares. “Sí Davide Renne estuviera aquí, que de algún modo está —dijo refiriéndose al que fue su mano derecha durante su etapa en Gucci, recientemente fallecido— me diría: ‘Nunca has trabajado con lunares y ahora los has usado todos”. Los volantes también captaron su atención en su recorrido por el archivo de Valentino y los ha utilizado algunas veces de forma literal, otras aportando con ellos cierta extrañeza. “Quiero decir a las nuevas generaciones que eso también es salvajemente chic”.
Pero empecemos por el principio: ya desde la invitación, una bolsa de plástico con la leyenda “libros y discos raros”, se sabía que Michele estaba de vuelta. Solo él, un coleccionista con alma de chamarilero, podía enviar semejante objeto, en las antípodas del lujo, y convertirlo ipso facto en un símbolo del lujo total, de lo exclusivo, de lo que solo saben unos pocos, el famoso iykyk del lujo silencioso pero en color verde chillón. Silencio cero: dentro de la bolsa, la partitura de la música que más tarde sonaría en el desfile. La expectación ante el regreso era máxima pues este era su primer desfile para Valentino después de salir de Gucci en 2022, tras ocho años de un éxito sin precedentes: tanto financiero (Gucci logró pasar de facturar 3.497 millones de euros en 2014 a superar los 10.000 millones en 2022), como de influencia.
Alessandro Michele no solo cambió por completo la identidad de Gucci, sino que cambió también el curso de la moda como negocio y como manifestación cultural. Cambió, en definitiva, el modo en que nos relacionamos con la ropa. Desde su primera colección, aquel desfile de hombre que se presentó solo cinco días después de su nombramiento, ya se intuían las ideas con las que construiría durante ocho años una marca objeto de deseo que resonaba con el momentum. Las guerras culturales comenzaban a dominar la conversación y él fue el primer diseñador de una gran casa en percibir y responder a la temperatura social. Aunque se puede objetar que aprovechó el discurso para vender ropa (en efecto vendió muchísima) se leía, se lee, siempre honestidad en su mensaje. Se saltó las convenciones de género, algo tan estanco en las grandes casas de moda, y vistió a hombres con ropa de mujer; de hecho, las blusas con lazada, el famoso pussy bow tan asociado al power dressing femenino conservador, fueron lucidas por hombres en aquel primer desfile. Sus castings establecían otro concepto de belleza alejado de la normatividad que se presuponía a las modelos. Puso a desfilar a personajes excéntricos y sus campañas las protagonizaban modelos y artistas fuera de canon. Estaba trasladando su propio universo privado, el que representaba a una sector social abierto y excéntrico, sus amigos y colegas, a la moda para contar la historia de otro modo. Colaboró con Jared Leto o Lana del Rey, sí, pero también con el filósofo Paul B. Preciado, la artista Silvia Calderoni o el director Gus Van Sant.
Con esa misma filosofía aterriza en Valentino. De hecho, recupera otra de sus conocidas costumbres, la nota de prensa trabajada, tanto que, en este caso, es en sí misma un pequeño tratado sobre estética. Defiende Michele en ella la importancia de lo inútil para así reivindicar el poder de la belleza: “Cuando digo belleza no me refiero a esta mitologización dogmática y normativa, me refiero a la capacidad única de sentir una conexión profunda con algo que revela un nuevo universo de sentido”. Y, aludiendo a Heiddeger, explica la belleza es la aletheia, término que acuñó el filósofo para referirse a la verdad revelada. Pero tampoco es un ingenuo, la belleza puede aportar solaz, pero es consciente de lo que sucede en el mundo, solo que prefiere citarlo con subterfugios abstractos y que así la ropa mande.
Por eso fue a buscar esa belleza a los archivos de Valentino, donde además de los detalles antes mencionados, buscó lo olvidado, lo que estaba pasado de moda. “Me interesa la idea de demodé, la modelo que ha salido con el primer vestido se ha enamorado de él, era un vestido negro midi con tres lazos en el pecho; me interesa esa chica joven atraída por un vestido aparentemente pasado de moda”, contaba. Así ha trabajado, cambiando proporciones, líneas de cuello o mangas para crear algo nuevo con sus ya clásicos estampados de aire vintage, vestidos lánguidos larguísimos que dejaban ver la ropa interior, los encajes y pasamanerías utilizados como fornituras. Recuperaciones literales de vestidos de fiesta, varios modelos de inspiración oriental, sombreros y turbantes sofisticados, pero también varios pases de pantalones vaqueros y americanas de terciopelo. Mi compañera Leticia García, gran conocedora del trabajo de Michele me manda un mensaje: “El estereotipo de la rica opulenta de los setenta, con él parece punki”, y así es. Ayudan a ello el modo de desfilar de las modelos, las joyas en boca y nariz (“sí, soy consciente de que todo lo que muestro se convertirá después en objetos que estarán a la venta, no sé si nadie comprará un pendiente para el labio inferior, pero yo ahora solo estoy creándolo. En todo caso no soy tímido a la hora de crear objetos, es parte del juego”).
El deseo de Michele es que ciertos gestos inútiles ayuden a recordar la alegría de estar vivo. Ponerse a las cinco de la tarde una falda vaporosa para ir en metro o llevar una chaqueta bordada cada día. Ese alegato por la alegría se repitió como un mantra en la banda sonora, un tema español llamado Pasacalles de la vida al que el diseñador le modificó la letra que repetía en bucle en diferentes idiomas: “Debemos alegrarnos”. Insisto en que Michele no es ingenuo, la finitud, la fragilidad, eran también otras de las ideas detrás de su colección. Si todo es finito es casi obligatorio disfrutar también de lo inútil, reconocer la alegría de la belleza.
Michele no puede no ser Michele y por eso la querencia por repetir una y otra vez esos looks barrocos, saturados, con ornamentos, ricos, puro exceso, por completo a contracorriente de la deriva actual de la moda. “Veo que hay gente que tiene mucho miedo a vivir y yo quiero vivir. Además no creo que tenga la opción de vivir como lo que no soy”.