Tinder, la búsqueda interminable: cómo las aplicaciones de citas dificultan las relaciones sanas
Las plataformas para ligar se plantean como un catálogo de personas entre las que se puede navegar y decidir, con un simple gesto, si nos interesan o no. Esta cantidad y facilidad es posiblemente la base de su éxito. Sin embargo, numerosos estudios y usuarios hablan del enganche que producen y la fragilidad de los lazos que generan
Cualquiera que tenga o haya tenido un perfil en una aplicación de citas sabe que es bastante probable que en algún momento le hagan ghosting, es decir, que alguien desaparezca de un día para otro dejando en visto, y sin contestar, un mensaje. Según un ...
Cualquiera que tenga o haya tenido un perfil en una aplicación de citas sabe que es bastante probable que en algún momento le hagan ghosting, es decir, que alguien desaparezca de un día para otro dejando en visto, y sin contestar, un mensaje. Según un estudio de la Universidad canadiense de Western Ontario, un 72% de las personas encuestadas lo había sufrido y un 64,5% lo había realizado. Pero quizás lo peor no sea que pase esto. Quizás lo peor es que parece que se ha normalizado que pase. Las aplicaciones de citas se plantean, en general, como un catálogo de personas entre las que se puede navegar y decidir, con un simple gesto, si interesan o no. Esta cantidad y facilidad, en una época de estímulos rápidos y variados, es posiblemente la base de su éxito. Y también se postula como la causa de fenómenos como el ghosting. “No me da la vida para contestar todos los mensajes. Así que me centro en los que puedo y los otros los dejo”, comenta Marta, de 29 años.
Ante esto, se podría plantear que lo responsable afectivamente sería contactar con un volumen de personas que se pueda gestionar. Pero la tendencia en el uso de estas aplicaciones no va por ahí. Según el artículo No sos vos, es Tinder. Gamificación, consumo, gestión cotidiana y performance en aplicaciones de “levante”, el uso de este tipo de plataformas se plantea como “una experiencia lúdica y competitiva, similar a la del videojuego, la cual implica la búsqueda sexoafectiva online en el sentido de desentrañar estrategias y desplegar habilidades para obtener mayor puntaje en forma de Me gusta o matches”.
Las aplicaciones son herramientas que funcionan de una manera u otra según el uso que hagamos de ellas. Así que se podría afirmar que si surgen formas de relacionarse insanas es más por culpa de los usuarios que de la propia aplicación. Marta no está del todo de acuerdo con esto: “La propia estructura de la aplicación valida que contactes con mucha gente y que no respondas a todo el mundo porque te va a ir proponiendo nuevos perfiles”.
Javier, de 21 años y también usuario de la aplicación más conocida de citas, comenta que “a veces hay usuarios que me interesan en Tinder y he empezado a seguirles en Instagram. Entonces ya empiezo a verlos de otra manera y no se me ocurriría hacerles ghosting, por ejemplo”. Tinder se plantea como un catálogo donde prima la imagen —aunque haya un breve texto— y donde cada perfil es casi como un objeto de consumo. En Instagram se pueden compartir aspectos del día a día, aficiones, opiniones, reels que gustan, fotos de la mascota… A pesar de todo el postureo en esta red social, humaniza y acerca a las personas.
El catálogo casi ilimitado que propone Tinder provoca otro fenómeno: la búsqueda interminable. “Aunque estés hablando con una persona, es fácil tener la sensación de que puede haber alguien mejor. Así que sigues buscando”, comenta Javier. Esto está en la base de fenómenos con nombre en inglés menos conocido que el ghosting, pero igual de presentes en las relaciones actuales como el benching, es decir, dar pequeñas muestras de interés que hacen que quien espera no termine nunca de ver desaparecer la expectativa; o el breadcrumbing, que es la definición de dejar migas de atención para mantener el interés de la otra persona, aunque en general no haya intención de materializar la interacción.
Esa búsqueda interminable del match perfecto en un sitio con un catálogo enorme puede conllevar otro uso problemático de las aplicaciones: el enganche. “Existe una posibilidad prácticamente ilimitada de opciones de posibles parejas de citas que pueden hacer que sea más difícil dejar de usar Tinder”, tal y como especifican en el estudio Too many swipes for today: The development of the Problematic Tinder Use Scale (PTUS). El poder ver la cercanía de los usuarios y anticipar una posible recompensa en forma de cita es otra característica de la aplicación que contribuye a su uso y abuso.
Encontrar encuentros sexuales es uno de los motivos de uso —no el único y, según algunas investigaciones, no el principal— de este tipo de aplicaciones. El consumo de cuerpos bajo esa expresión de “solo sexo” parece olvidar la parte emocional que está incluida en cualquier relación (incluso cuando es “solo sexo”). Si a esta forma de pensar le unimos el efecto catálogo ilimitado de Tinder, tenemos un combo perfecto para descuidar la responsabilidad afectiva.
Conscientes de todo esto, existen otras aplicaciones de citas que pretenden humanizar la experiencia. Más allá de las que segmentan por intereses —para personas veganas o vegetarianas, poliamorosas, LGTBI...— o de las que pretenden generar encuentros valorando algo más que la imagen, algunas buscan corregir los vicios de las más populares. Una de ellas es Hinge, que apuesta por crear menos matches, pero de mayor calidad, y por ayudar a evitar el ghosting accidental, enviando mensajes recordatorios de cuando te toca contestar a ti, no vaya a ser que se te pase. Por el momento solo está disponible en Estados Unidos, Canadá, Irlanda, Reino Unido e India.
Y a pesar de todo, ¿por qué seguimos usando las aplicaciones de citas?
Por supuesto, hay personas que han encontrado bonitas relaciones en Tinder. Algo bueno debe tener la aplicación para que cueste encontrar, sobre todo entre millenials y generación Z, a alguien que no tenga o haya tenido un perfil. El uso de Tinder puede generar efectos positivos en el estado de ánimo, sobre todo cuando se reciben coincidencias, que funcionan de manera similar a la retroalimentación positiva en redes sociales. Es obvio: tener “éxito”, entendido en forma de número de encuentros, hace sentir bien. En el estudio Tinder blue, mental flu? Exploring the associations between Tinder use and well-being añaden que si bien un mayor número de matches puede mejorar el bienestar de los usuarios, también puede empeorar la tristeza y la ansiedad, dado que es probable que los usuarios con más éxito sean usuarios compulsivos de la aplicación.
Por otro lado, este tipo de aplicaciones pueden reducir la ansiedad de quienes tienen una alta sensibilidad al rechazo debido a la falta de retroalimentaciones negativas explícitas. Pero eso mismo puede hacer disminuir el propio bienestar cuando se tiende a la comparación del “fracaso” propio con el “éxito” ajeno, cosa que también pasa aunque no se tengan datos de los matches de otros usuarios.
Marta tiene claro por qué usa Tinder: “Entro cuando estoy aburrida. No siempre busco encuentros, sino entretenerme.” La facilidad para conectar con gente nueva cada día se lo pone fácil. Así que, por un lado, existen aplicaciones, que parece que no ayudan a construir relaciones sanas, llenas de perfiles. Y por otro, proliferan los artículos sobre la importancia de cuidarse a uno mismo y de cuidar las relaciones. Se normaliza el ghosting, mientras se reclama responsabilidad afectiva. Incongruencias.