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Tres planes con los que prepararse para la Navidad

El roscón de Madreamiga, el panetone de Mallorca y una cata de caviar ecológico en un patio encantador

Hay años en los que la Navidad se presenta con menos ganas. Por rutina, por distancia o porque el cuerpo no acompaña. Pero a veces basta con encontrar un momento distinto para que empiece a notarse: una cata de caviar en un jardín escondido, una merienda con panetone sobre la Gran Vía o un roscón artesanal que merece ser llevado a casa.

Son gestos sencillos, sin fuegos artificiales, pero con algo de esa magia que aparece cuando se comparte. Esta no es una guía de grandes planes, sino tres formas discretas y muy madrileñas de entrar en diciembre sin forzar el ánimo. Porque, al final, cada uno decide si un día es especial o no.

Caviar ecológico en un jardín escondido

Una sala tranquila, un jardín interior y una cucharilla de caviar como punto de partida. El restaurante El Patio de Claudio, dentro del Hotel Único Madrid (Claudio Coello, 67), acoge una nueva parada del pop up itinerante de Caviar Riofrío. Del 11 al 18 de diciembre se podrá reservar una cata guiada de su variedad Osetra —producida en una piscifactoría granadina con certificación ecológica— y probar el bocado diseñado para la ocasión por el chef Mario Valles: mousse de foie con caviar. El precio es de 35 euros por persona.

La propuesta combina el ritual de una degustación pausada con la oportunidad de conocer una de las pocas producciones de caviar ecológico que existen en Europa: esturiones criados en agua de manantial, sin aditivos ni aceleradores de crecimiento.

El recorrido, que ha pasado por varios restaurantes de Madrid desde octubre —Cardumen, Berria o JW Marriott, entre otros— regresa ahora al lugar donde comenzó. No es un evento masivo ni un festival gastronómico, sino una cita breve y contenida, más cercana al aperitivo silencioso que al brindis con discurso.

Panetone, chocolate y luces navideñas

En la sexta planta de The Principal Madrid (Marqués de Valdeiglesias, 1), justo donde la Gran Vía empieza a iluminarse al caer la tarde, se sirve una merienda que junta tres cosas difíciles de rechazar en diciembre: chocolate caliente, panetone artesano y vistas. Cada día, de cinco a siete, el Lobby Bar y la terraza cubierta del hotel se llenan del olor a bollería recién hecha. El precio: nueve euros.

La propuesta es sencilla, pero funciona. Pastelería Mallorca instala por primera vez un pop up fuera de sus locales habituales y lo hace aquí, en uno de los hoteles más discretos del centro, con música suave, árboles decorados y una calma que no es tan fácil encontrar en esta zona durante las fiestas.

La idea tiene algo de plan improvisado y algo de ritual: bajar al centro, ver el alumbrado, esquivar el gentío y subir a merendar con vistas. No hace falta quedarse a cenar, ni vestirse de gala. Solo sentarse un rato, ver la ciudad encenderse y recordar por qué la merienda —esa costumbre tan poco reivindicada— se defiende sola.

El roscón sin disfraz de Madreamiga

Hay roscones que decoran vitrinas y otros que se comen. El de Madreamiga pertenece al segundo grupo. No lleva fruta de colores, ni nata industrial, ni adornos de azúcar. Solo masa madre, ralladura de cítricos, agua de azahar y una naranja confitada que no se queda en el plato.

La receta no ha cambiado en años, pero funciona. Se elabora en más de 24 horas y se hornea justo cuando la masa ha fermentado lo suficiente para quedar tierna por dentro y con un aroma que se cuela por toda la tienda. Este año, además del clásico, hay una versión de pistacho con chocolate blanco. El primero cuesta 29,50 euros (500 gramos) y se vende en el local de Alonso Cano, 8, o a través de su web, con envíos a domicilio. También se pueden comprar mangas de relleno —nata, trufa o pistacho— para añadir al gusto.

Los días previos al 6 de enero el obrador entra en modo campaña: amasadoras en marcha todo el día, pedidos acumulados y un olor constante a azahar que avisa de lo que viene. El resto es sencillo: un dulce que no necesita disfraz y que, si se acierta con el punto de horno, sigue siendo el mejor regalo que se puede llevar a casa por Navidad

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