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Todo por la guerra cultural

“La Hispanidad de Ayuso” en los centros educativos adoctrina al alumnado con elementos de una conquista que se considera civilizatoria y que prevalece de manera acrítica y desmemoriada sobre la violencia, las muertes y la explotación

Sin haber zanjado la tensión generada por la amenaza de sancionar al profesorado y a los centros que pusieran en marcha actividades de solidaridad con Gaza recogidas en el currículo oficial, han llegado nuevas comunicaciones de la Consejería de Educación con recomendaciones para la celebración de “la hispanidad” durante las semanas anteriores y posteriores al 12 de octubre. Estos escritos se basan en una conceptualización “de parte” que recoge la interpretación historiográfica de Maeztu, Madariaga y Menéndez Pidal. Definen la hispanidad a través de “la raza, la religión y la lengua”, como ejes de una conquista que consideran civilizatoria y que hacen prevalecer de manera acrítica y desmemoriada sobre la violencia, las muertes y la explotación.

Es una interpretación amplia y sólidamente criticada por otras corrientes historiográficas y que incomoda a una mayoría de la ciudadanía de los distintos países latinoamericanos. El español como lengua común se enfoca desde una perspectiva “españocéntrica” que no tiene en cuenta ni las variantes del español ni la existencia de otras lenguas en nuestro país. No hay reconocimiento alguno de la pluralidad lingüística y cultural. Se romantiza la lengua española sin tener en cuenta a los hablantes que se expresan en otras lenguas en España o en distintas variantes de esta supuesta lengua común.

Por tanto, la hispanidad, desde la perspectiva de la Consejería de Educación y de su consejero, Emilio Viciana, que no es otra que la de la propia presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, es una suerte de tradición, de relato. A su juicio, forma una doctrina monolingüe unilateral, ahormada con claros intereses políticos que se colocan intencionadamente fuera de la mirada de la investigación y de las distintas ciencias sociales. Todo ello, fuera del currículo oficial y del mandato constitucional de formar el pensamiento crítico.

Desde esta perspectiva, se envían a los centros unas actividades que se enuncian incorporando todos los aderezos de la nomenclatura de la hispanidad ultraconservadora y nacionalista. Obvian la presencia de alumnado procedente de otros países, que con sus familias podrían aportar sus perspectivas, sus acentos, su léxico y su cultura. Sin reconocer “a los otros” sitúan a España, una grande y libre, en una posición de superioridad, en el centro del mundo. Es una propuesta que retrocede sobre el currículo actual en contenidos, en objetivos y en metodología.

En este viaje al pasado, las propuestas, además, llegan tarde para ser incorporadas al Plan General Anual y, por tanto, a los proyectos educativos de los centros, algo que por las características de los contenidos es imprescindible, ya que se incorpora un concepto que no aparece, tal y como se plantea, en los currículos oficiales. Fuera de plazo y del currículo oficial, la consejería se salta sus propias normas y las leyes de rango superior a la autonómica.

Si, según la Real Academia Española, adoctrinar es inculcar a alguien determinadas ideas o creencias, y si desde un Gobierno se proponen actividades concretas para transmitir sus ideas al alumnado, lo que está haciendo el Ejecutivo autonómico es adoctrinar. Y es lo que es: “la hispanidad de Ayuso” como elemento de la guerra cultural, de una presidenta que se ha propuesto liderar la ultraderecha, para la que todo vale, también usar los centros educativos, la educación, como campo de su cruzada.

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