Primera asamblea del Sindicato de Inquilinas tras la manifestación por la vivienda: “El miedo ha cambiado de bando”

Los activistas triplican la audiencia a sus encuentros semanales y relanzan la idea de una huelga de alquileres

Participantes en la asamblea del Sindicato de Inquilins de Madrid celebrada este viernes en la plaza de las Pañuelas de Madrid.JUAN BARBOSA

Este viernes por la tarde, la pregunta en la mente de muchos en el Ateneo La Maliciosa, era si todo el mundo cabría en la sala donde el Sindicato de Inquilinas e Inquilinos celebra su asamblea semanal. Minutos antes, tres de ellos reciben a los visitantes en la puerta de esta librería del distrito de Arganzuela, muy cerca del barrio de Lavapiés.

―¿Es vuestra primera vez?

―Sí, fuimos el otro día a la mani.

―Es al fondo a la derecha.

Los interesados dejan atrás los mostradores donde se exponen sobre t...

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Este viernes por la tarde, la pregunta en la mente de muchos en el Ateneo La Maliciosa, era si todo el mundo cabría en la sala donde el Sindicato de Inquilinas e Inquilinos celebra su asamblea semanal. Minutos antes, tres de ellos reciben a los visitantes en la puerta de esta librería del distrito de Arganzuela, muy cerca del barrio de Lavapiés.

―¿Es vuestra primera vez?

―Sí, fuimos el otro día a la mani.

―Es al fondo a la derecha.

Los interesados dejan atrás los mostradores donde se exponen sobre todo libros de contenido político. Son títulos como Sobre Cuba, La desigualdad en España, Los Límites del Capital, o, en la sección infantil, La anarquía explicada a los niños.

La sala Chipko, que tiene el nombre de un movimiento ecologista indio, puede albergar a unas 50 personas, pero claramente no va a caber todo el mundo. Faltan sillas para los asistentes, que se agolpan en la entrada. Usualmente, vienen una treintena de personas a esta asamblea, la de los viernes por la tarde, la más importante de la semana, pero este no es un viernes cualquiera. Es el primer viernes después del “éxito rotundo” de la gran manifestación por el derecho a la vivienda del pasado domingo organizada por 39 asociaciones―22.000 asistentes, según delegación del Gobierno y 100.000, según el Sindicato―. Valeria Racú, la joven de 29 años que ese día se encargó de hablar por esta asociación ante la prensa, había hecho un llamado a los inquilinos para recordarles que la lucha debía continuar al día siguiente: “Somos tantas y tantos que si nos organizamos tenemos muchísimo más poder que ningún casero y que ningún político”, dijo ante un enjambre de micrófonos de los grandes medios. Este viernes, Racú y sus compañeros disfrutan al ver muchas caras nuevas. El número de asistentes les va a forzar a activar el plan B, llevar la asamblea a una plaza cercana.

“Nos vamos de excursión”, anuncia Carol Vilariño, una sindicalista de 26 años. “Esto es una súper buena noticia”.

Era previsible que se desbordara la sala porque durante la semana no habían dejado de recibir mensajes de interesados, por correo electrónico o por redes. Les han escrito desde Madrid, pero también desde otras ciudades de España donde personas que acaban de descubrir el sindicato quieren montar un grupo similar. El interés ya se había disparado en las semanas previas a la manifestación. Cuentan que desde principios de septiembre han sumado unos 10.000 seguidores en X (antes Twitter) hasta los 36.600, y unos 12.000 en Instagram, hasta los 22.400.

Asistentes a la asamblea del Sindicato de Inquilinas de Madrid, este viernes en la plaza de las Pañuelas. JUAN BARBOSA

Cerca de cien personas, la gran mayoría con aspecto de tener entre 20 y 40 años, se suman a la excursión. Cinco minutos después han ocupado por completo una escalinata del Parque de Peñuelas donde toman asiento, junto al jolgorio de niños que disfrutan en los columpios de una tarde de otoño fresca y apacible. Los activistas veteranos se turnan ante el micro para darles la bienvenida. Hablan del sentido de unirse a esta batalla ―”Esto es una lucha desigual y cuando los caseros ven que una inquilina no está sola, de repente no siente que tenga tanto poder”― y de las fortalezas de su enemigo ―”Luchamos contra entidades poderosas que tienen el teléfono del concejal o ministro de turno”―.

Vilariño introduce el tema más importante de la agenda, la huelga de alquileres. El sindicato lleva mucho tiempo dándole vueltas a la idea de promover una acción masiva de desobediencia civil como forma de ganarle el pulso a los caseros. Su desconfianza de los políticos ha ido in crescendo desde que nacieron en 2017, al tiempo que han ganado apoyo ciudadano. Confían en que si miles de inquilinos se coordinan simultáneamente para rebelarse contra sus caseros, pagando solo lo que ellos consideren un precio justo, podrían tumbar los precios. “Sabéis que solo los podemos bajar nosotras porque nadie más los va a bajar”, explica Vilariño mientras escuchan atentos sentados. “Sabemos también que no hay un marco legal para la huelga. Es una cosa que hay que asumir, que sería ilegal, pero legítima. Históricamente hemos tenido que cometer ilegalidades para cambiar y transformar las cosas”.

Móviles con códigos QR, durante la asamblea del Sindicato de Inquilinas, este viernes en Madrid. JUAN BARBOSA

Los activistas no tienen una fecha para esta huelga. Admiten que necesitan ser muchos más para tener efecto. Vilariño habla de 20.000 durante su discurso. Otros creen que basta con llegar a unos pocos miles. El sindicato tiene, según sus cifras, más de 1.300 afiliados, que pagan cuotas de hasta 20 euros al mes. Para aprovechar la oleada de interés, el día después de la manifestación comenzaron a elaborar una base con los datos de nuevos simpatizantes. Estos rellenan un formulario online bajo el lema: Únete a la huelga de alquileres. Este viernes ya había más de 300 inscritos.

Durante la semana, la huelga ha sido el tema estrella de los sindicalistas. Les ha llenado de júbilo que se hablara de ello en la tertulia política del Hormiguero: “Ahora están proponiendo hacer huelga de alquileres, o sea, no pagar el alquiler”, decía la escritora Rosa Belmonte. “¿Pero qué país salvaje es este?” En un tuit, el Sindicato les respondió: “Cuando os atreváis a un debate salvaje, nos tiráis un DM (mensaje directo)😘”

Participantes en la asamblea del Sindicato de Inquilinas de Madrid, este viernes en la plaza de las Pañuelas. JUAN BARBOSA

Para los sindicalistas, estos comentarios en ámbitos que consideran hostiles son una señal de su nueva influencia. Corral La Torre, una estudiante de 29 años habla por muchos cuando dice: “Después de la mani brutal, hay ganas. Salimos todos con la sensación de que tenemos el poder. El miedo ha cambiado de bando”.

Sin embargo, los sindicalistas todavía tienen que vencer su propio miedo a la huelga. Vilariño pide a los asambleístas que se dividan en grupos de unas diez o quince personas para que se presenten y hablen de qué les frena para dejar de pagar. Se habla del miedo a cruzarse con su casero en la frutería, o a que les eche la Policía, o a que les dejen de renovar el contrato... Un vecino con barba canosa que pasea por el parque, se detiene para contemplar a los grupos haciendo política en la calle y recuerda los tiempos del 15-M en los que él participó. “Esto de la vivienda tiene muchos intereses creados”, dice. “Es muy jodido”.

Asamblea del Sindicato de Inquilinas de Madrid, este viernes en la plaza de las Pañuelas. JUAN BARBOSA

Mientras observa los corros de discusión, Racú celebra el éxito de asistencia: “Que cien personas estén pensando esto un viernes a las ocho de la tarde es un toque de atención”, dice. “Cada nuevo paso va a ser un toque más grande hasta que un día digamos, ‘mañana ya no pagamos”. No tienen nuevas manifestaciones en Madrid en el horizonte, pero van a seguir con interés el apoyo de las nuevas protestas en otras ciudades: en Valencia este sábado, en Málaga el 9 de noviembre y en Barcelona el 23 de noviembre. Por ahora, mientras evalúan cuánto músculo han ganado y cuánto más necesitan, los sindicalistas disfrutan de su momento dulce.

“Es que si somos miles no hay maderos suficientes para sacarte de tu casa”, grita uno al micro, y el resto aplaude.

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