Madrid-en-verano
Esta ciudad de ahora no puede ser la misma de los atascos ante los colegios y los excatetos con hechuras de Sabina que una vez quedaron deslumbrados por los semáforos
Salir de Madrid en verano es cosa tan obligatoria que, si te quedas, es la ciudad la que se escapa de ti. Porque es imposible que este sea el mismo sitio que en el que hace solo unos meses se arremolinaban ateridos fumadores a la puerta de las oficinas haciendo señales de humo dirigidas a nadie. El mismo lugar que expulsa hordas de viajeros de las bocas de metro exhalando cada uno su vaho, como bocadillos de cómic en blanco donde rotular qué frío. No puede ser el Madrid de los atascos ante los colegios y sus excatetos con hechuras de Sabina que una vez quedaron deslumbrados por los semá...
Salir de Madrid en verano es cosa tan obligatoria que, si te quedas, es la ciudad la que se escapa de ti. Porque es imposible que este sea el mismo sitio que en el que hace solo unos meses se arremolinaban ateridos fumadores a la puerta de las oficinas haciendo señales de humo dirigidas a nadie. El mismo lugar que expulsa hordas de viajeros de las bocas de metro exhalando cada uno su vaho, como bocadillos de cómic en blanco donde rotular qué frío. No puede ser el Madrid de los atascos ante los colegios y sus excatetos con hechuras de Sabina que una vez quedaron deslumbrados por los semáforos. Ese Madrid donde hablan mucho los concejales.
Este de ahora se llama también Madrid, pero no puede ser, cómo va a ser el mismo que se abriga colectivo en Callao las semanas de Navidad con marabuntas de anoraks andantes que se rozan para abrirse paso hacia una pista de patinaje sobre hielo. No es la misma en verano que en invierno como no es lo mismo el hambre justo antes de comer que justo después de saciarse, como no es lo mismo el deseo un segundo antes y un segundo después de haber follado, como no es lo mismo hacerse en agosto una idea de lo que es pasar frío y en enero concebir torrarse con este maldito calor.
Este Madrid de ahora se nos desalmeida, se te desayusa. En verano en Madrid es aún más difícil encontrarse con exes, porque las calles a la ciudad se le quedan tres tallas más grandes, pero, si eso ocurre, te abochorna más. Prepárate para un qué haces aquí. Un pues ya ves. Defiéndete de sentir una molesta complicidad con quien ya solo te une ser un pringado, cazador de una sombra, localizador de una ferretería que no cierre por vacaciones, escritor de WhatsApps tipo a la gente que ha escapado. Prepárate contra, ese sí, ese pacto de la vergüenza. El máximo goce del Madrid del verano consiste en negar los males del invierno y nos jactamos sus habitantes, pelín épicos pero derrengados, de que a este calor creciente cada vez tenga más mérito acostumbrarse.
Se piensa el que sale de Madrid en verano que la ciudad a la que vuelve es la misma que dejó. No compensa saber la verdad, pero está equivocado. Madrid-en-verano es un destino descarnado y neto, aunque si te aguantas aquí y esperas a que sea la ciudad la que cambie sola bajo los pies tu viaje se te hará innegablemente barato. Un amigo me manda al móvil un vídeo desde Albany. Se ha hecho 8.793 kilómetros para disfrutar de una variante neoyorquina de esta misma estupefacción. No hace falta viajar para desplazarse por una patria de los toldos verdes blanqueados por el sol. Veraneemos, pues, en los bazares chinos con sus ventiladores que cabecean impotentes, en edificios/adefesios de ladrillo fino y puentes térmicos (sus inquilinos dirán que habitan el mismo sitio donde se hielan de frío en invierno, pero el invierno es ahora una ciudad que queda demasiado lejos para comprobarlo).
Madrid en verano es el Madrid de los nuevos madrileños y está más que nunca habitada por los españoles “de origen”. De origen latinoamericano, magrebí, subsahariano. Deben de ser diferentes de esos otros españoles de los que nunca se dice “de origen palentino”, “bilbilitano”, “ampurdanés”, que ahora escasean porque será que tienen más posibles, o al menos un lugar donde zafarse. En Madrid se ve mucha menos gente y las aceras huelgan, pero aparece alguna silla a la fresca ante los portales. Ese kiosquero acribilla a su hija con un spray de agua, y ella se venga con un buen chorrazo. Este Madrid se despuebla y se apuebla. Madrid en verano no es la misma ciudad que en invierno. Para pueblo-pueblo, Madrid en verano.
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