La extraña muerte de Rubén y El Maño en la barra del bar de Parla
Las víctimas, de 62 y 50 años, fueron encontradas en la tarde del martes después de que un vecino diera la alarma
En la misma manzana de la calle de Guadalajara en Parla, municipio a 20 kilómetros al sur de Madrid, hay dos bares separados por un solo portal. Uno, la freiduría La Espuela, es el escenario de un misterioso suceso. El otro, la cafetería Donde Kiko, el sitio donde los vecinos del barrio se han reunido para comentarlo. “¿Qué ha pasado aquí al lado?”, pregunta un joven al entrar en la cafetería. “¿No has escuchado? Han matado a Rubén”, contesta David Andrés, el trabajador del Donde Kiko. Fue él quien en la tarde del martes llamó a los servicios de emergencias para dar la alarma de que algo extra...
En la misma manzana de la calle de Guadalajara en Parla, municipio a 20 kilómetros al sur de Madrid, hay dos bares separados por un solo portal. Uno, la freiduría La Espuela, es el escenario de un misterioso suceso. El otro, la cafetería Donde Kiko, el sitio donde los vecinos del barrio se han reunido para comentarlo. “¿Qué ha pasado aquí al lado?”, pregunta un joven al entrar en la cafetería. “¿No has escuchado? Han matado a Rubén”, contesta David Andrés, el trabajador del Donde Kiko. Fue él quien en la tarde del martes llamó a los servicios de emergencias para dar la alarma de que algo extraño había ocurrido. “La puerta y la ventana no estaban totalmente cerradas. Me acerqué y desde el umbral vi un cuerpo en el suelo”, relata Andrés.
Dentro del local, los agentes de la Policía Nacional encontraron los cadáveres de dos hombres españoles: el dueño del negocio, Rubén Molero Rodríguez, de 62 años, y un cliente habitual del bar, que los vecinos conocen como El Maño, de 50. Uno de los cuerpos se encontraba tras la barra y el otro delante del mostrador, a varios metros de distancia, tendido en el centro del local. Los investigadores hallaron también restos de sangre y cristales rotos en el suelo.
A pesar de que las primeras hipótesis policiales apuntaron a una explosión en el interior del bar, la Policía Nacional descarta por el momento que la causa de la muerte de las dos personas haya sido un estallido en la cocina, e investiga el suceso como muerte violenta. Uno de los cadáveres presentaba varias heridas por arma blanca, mientras que el otro tenía traumatismos en la cabeza, según han señalado a EFE fuentes próximas a la investigación. Llevaban varias horas muertos por lo que el suceso pudo ocurrir durante la noche del lunes.
Desconcierto en el barrio
En las 24 horas que han pasado desde el hallazgo de los cadáveres, en la barra del Donde Kiko se escuchan las historias e hipótesis más disparatadas sobre el acontecimiento. Hay quien habla de un ajuste de cuentas, quien lo hace de una pelea que acaba en tragedia. De clientes habituales que le tenían mucho cariño a Molero y de otros que habían tenido problemas con él. “Cada vecino tiene una versión diferente. Desde que abrí esta mañana he escuchado hablar de explosiones, huellas de metralla, robos…”, relata Andrés, que ha pasado la mañana del miércoles contando una y otra vez a los clientes que se lo piden cómo fue descubrir el crimen.
Entre las rejas de la ventana del bar han aparecido este miércoles dos velas rojas, un homenaje de José Luis Fernández, un vecino del barrio, a su amigo Molero. “No sé lo que habrán hecho Rubén y El Maño, o dónde se han metido, para acabar así. Pero donde han tocado han visto al diablo”, afirma. Conocía muy bien a Molero, mientras que del hombre conocido como El Maño no sabe casi nada. “De vez en cuando les veía discutir en el bar, pero como hace la gente cuando está borracha, sin más. De ahí a pasar lo que ha pasado…”, reflexiona Fernández.
Lidia Giménez, de 37 años, vive en el mismo edificio de La Espuela y trabaja en la cafetería Donde Kiko. Como los demás vecinos, duda de que hubiera una explosión: “Nos hubiéramos enterado por el ruido”. Conoce a Molero de toda la vida, y aunque nunca frecuentó La Espuela, garantiza que jamás ha sido escenario de conflictos. “El suyo era un bar con clientes habituales, está abierto desde hace más de 20 años. Siempre que pasabas por delante podías escuchar a Rubén tocar la guitarra y cantar flamenco”, recuerda.
En los taburetes de la terraza del Donde Kiko, Francisco López (65) y Francisco Lara (69) se toman unos tercios mientras hablan del acontecimiento. “Ayer por la noche estaba volviendo a mi casa y la policía me paró en la esquina. Tuve que dar la vuelta porque estaba todo vallado”, afirma Lara, que se cruzó con los agentes de la Policía Científica y de la Policía Judicial de la Comisaría de Parla que estuvieron hasta la madrugada del miércoles recabando pruebas del suceso.
Los dos amigos confirman que no escucharon ninguna explosión. “El letrero dice freiduría, pero Rubén no tenía el gas conectado. En realidad, no tenía ni proveedores, llegaba todos los días al bar con un carrito de la compra lleno de cervezas”, detalla Lara. Solía frecuentar La Espuela hasta que un día, casi a la hora del cierre, Molero no lo dejó entrar. “Luego vi que dejaba pasar a otra persona y me ofendí”, comenta con una sonrisa.
Antonio Domínguez, de 80 años, se enteró por el telediario de que había pasado algo en el bar de su amigo, al que conoce desde hace 40 años. Era cliente habitual en La Espuela y este miércoles pasó por la calle de Guadalajara con la esperanza de encontrarse con el hijo de Molero, Alfonso, para darle el pésame. “Es imposible que Rubén se haya metido en líos. En todo el tiempo que he pasado aquí, nunca he visto nada raro”, comenta.
La policía está a la espera del resultado de la autopsia para determinar la causa de la muerte. Por ahora, los investigadores de Homicidios tratan de averiguar si el crimen fue realizado por una o terceras personas o qué ocurrió entre ambos individuos en el interior del local.
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