Michael Keegan-Dolan: “Todas las personas estamos gobernadas por energías y emociones universales”

El coreógrafo irlandés estrena con su compañía Teac Damsa, en Teatros del Canal, ‘MÁM’, una coreografía como un ritual que funde folcore y modernidad

Escena de la propuesta escénica 'MÁM', que se representa en los Teatros del Canal.Ros Kavanagh

Solemos separar el folclore de las demás manifestaciones artísticas y, a veces, hasta de la vida. Con frecuencia creemos que danza contemporánea y folclórica son tendencias más bien antagónicas que han de ocupar lugares distintos en el espectro del arte. Y no es así. Al menos no lo es para el coreógrafo irlandés Michael Keegan-Dolan, que viene a Madrid a mostrarnos su manera de entenderlo en MÁM, la segunda y más reciente creación para su compañía Teac Dam...

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Solemos separar el folclore de las demás manifestaciones artísticas y, a veces, hasta de la vida. Con frecuencia creemos que danza contemporánea y folclórica son tendencias más bien antagónicas que han de ocupar lugares distintos en el espectro del arte. Y no es así. Al menos no lo es para el coreógrafo irlandés Michael Keegan-Dolan, que viene a Madrid a mostrarnos su manera de entenderlo en MÁM, la segunda y más reciente creación para su compañía Teac Damsa, que se mantendrá en el escenario de los Teatros del Canal del 9 al 12 de diciembre.

“Creo que el folclore es folclore”, aclara el creador, “y aunque los detalles son diferentes, los fundamentos suelen ser los mismos en todas partes. La tierra, el agua, el fuego y el viento existen en Irlanda como existen en Corea o la ciudad de Nueva York. Todas las personas estamos hechas de las mismas cosas y estamos gobernadas por las mismas energías y emociones universales. Cualquier buena obra de arte puede ser culturalmente muy específica y, al mismo tiempo, tener un atractivo universal”.

Podría decirse que MÁM fue hecha en alianza con las fuerzas de la naturaleza, que se manifiestan exuberantes en la remota West Kerry, donde tiene sede esta compañía formada en 2016 tras la larga experiencia de Keegan-Dolan como director artístico de Fabulous Beast Dance Theatre, de Dublín, entre 1997 y 2015. Es un lugar de enigmática belleza, dominado por el Monte Brandon, la segunda montaña más alta de Irlanda, a la que su carácter sagrado le viene del hecho de que fue allí donde San Brendan oró y se iluminó. “No hubiese podido crear MÁM en Dublín ni en ninguna otra ciudad. Es un lugar mágico, bello y en ocasiones aterrador. En invierno puede parecer que la muerte te espera fuera de la ventana de tu habitación y, en verano, puedes sentir que estás viviendo en el cielo”.

Escena de la propuesta escénica 'MÁM', que se representa en los Teatros del Canal.Ros Kavanagh

Todas esas sensaciones fluctúan a lo largo de MÁM, una propuesta inclasificable, en la que los aires ancestrales parecen venir de la presencia del acordeonista de música tradicional irlandesa Cormac Begley, cuyas notas se cruzan repentinamente con las sorprendentes sonoridades contemporáneas del grupo experimental berlinés stargaze en directo, al tiempo que una docena de coordinados bailarines se entregan a un festín en crescendo que bien podría ser una boda, un funeral, una noche enloquecida de pub irlandés o probablemente un ritual pagano de tiempos remotos.

Todo ello ante la mirada inocente de una niña silenciosa de pelo rojo (interpretada por su hija), que parece lista para el sacrificio en la ceremonia presidida por ese carnero demoníaco que abre el espectáculo. “Admiro la inocencia de los niños y creo que tiene una gran importancia y valor, especialmente para los adultos que han perdido la capacidad de experimentar la realidad sin juzgarla o cansarse de ella. Creo que la inocencia es la capacidad de vivir una vida plena a pesar de que uno pueda resultar herido en el camino”.

Danza para el entendimiento

Allí donde muchos coreógrafos se esmeran y preocupan por la técnica y la forma, Keegan-Dolan se afianza en la idea de que hacer danza sirve principalmente para estimular la comunicación y el entendimiento. “Una de las razones para bailar, hacer música o hacer arte es reducir el espacio que ponemos entre nosotros y el otro para tratar de comprender mejor que, en última instancia, existe poca o ninguna distancia. A través de esta comprensión, podemos aprender a tener una gran empatía, lo que hace menos probable que nos comportemos como idiotas egoístas”.

Aunque sus bailarines, de diferentes nacionalidades, son físicamente enérgicos, resistentes y recios, fueron escogidos principalmente por su capacidad de dejarse poseer. “Para mí, se trata efectivamente, de posesión, de estar poseído por una idea y no encontrar descanso hasta que la energía detrás de esa posesión se manifiesta en una obra de arte. Claro que se necesitan piernas fuertes, pulmones que funcionen bien y una capacidad de permanencia infinita”.

Keegan-Dolan es un artista muy poco convencional. Es moderno y tradicional a un tiempo. Tiene una noción muy actual de la danza pero no la concibe desvinculada de lo telúrico y ancestral. Es hoy y es ayer. Viene de una formación tradicional en danza, de la que se siente decepcionado y de la que lleva décadas renegando. “He pasado los últimos veinte años de mi vida tratando de olvidar toda la educación formal que recibí”, relata. “Casi todo fue completamente inútil y erróneo. La mayor parte de lo que encuentro útil viene de mi madre, que tenía una inteligencia emocional muy sofisticada. Después, todo lo demás me lo dio un maestro de espada japonesa, llamado John Evans, y un gurú del yoga, llamado Shandor Remete, quienes me enseñaron a resistir la tentación de permitir que mis emociones, deseos o hábitos dicten las decisiones que tomo”.

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