Comercios de barrio contra la soledad no deseada

El Ayuntamiento plantea como novedoso un proyecto para atajar el desamparo de personas mayores apoyándose en los comercios de barrio, algo que estos afirman haber hecho desde siempre

Dos jubilados realizan la compra en el mercado de Villaverde Alto.David Expósito

Madrid Vecina es un proyecto del Ayuntamiento de Madrid cuya intención es convertir a los comercios de barrio en “antenas” donde los mayores que vivan solos tengan algún punto de contacto con otras personas, puedan sentirse acompañados o auxiliados si es necesario. El proyecto trata de darle una organización a una realidad que subsiste desde hace mucho tiempo: la farmacia, el bar, el quiosco de prensa..., eran tradicionalmente lugares donde la gente que vive sola podía entablar una conversación, o sentirse escuchada. El Ayuntamiento ha divulgado un mapa con 970 posibles antenas repartidas por ...

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Madrid Vecina es un proyecto del Ayuntamiento de Madrid cuya intención es convertir a los comercios de barrio en “antenas” donde los mayores que vivan solos tengan algún punto de contacto con otras personas, puedan sentirse acompañados o auxiliados si es necesario. El proyecto trata de darle una organización a una realidad que subsiste desde hace mucho tiempo: la farmacia, el bar, el quiosco de prensa..., eran tradicionalmente lugares donde la gente que vive sola podía entablar una conversación, o sentirse escuchada. El Ayuntamiento ha divulgado un mapa con 970 posibles antenas repartidas por la capital, pero operativas están cerca de 200, según la versión oficial, una versión un tanto optimista a tenor de la realidad. Todavía hay decenas de comercios anotados en la lista que desconocen cuál es su papel.

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Mientras haya tabernas, no habrá soledad. Así de tajante se muestra Amadeo Lázaro, de 92 años, dueño de Los Caracoles de Amadeo, una taberna de toda la vida ubicada en la plaza del Cascorro, en el madrileño barrio de La Latina. “La taberna ha sido, es y debe seguir siendo un sitio de convivencia donde la gente se relaciona. Somos más compañía que soledad porque nuestra labor es acompañar, abrazar y cobijar a todos nuestros clientes. La taberna es la casa de todos”, afirma Lázaro. Esta ha sido su labor desde 1942, y es lo que le ha inculcado a sus hijos, a sus nueras y a sus nietos. Todos trabajan en una taberna que lleva más de 78 años en el mismo rincón del Rastro.

En Madrid hay 650.000 personas mayores de 65 años. De ellas, una de cada cuatro vive sola. Un trabajo realizado por el anterior Ayuntamiento en 2017 e incluido en el Estudio de Salud de la ciudad de 2018 reveló que un 10,2% de las personas interrogadas acerca de la soledad manifestó haberla sentido con frecuencia en el último año. Estas cifras han crecido de forma alarmante durante la pandemia. La soledad no deseada, que en Madrid se estima en condiciones normales en un 10% de la población, ha crecido durante el confinamiento hasta el 16,6%, según la encuesta sobre covid-19 que Madrid Salud llevó a cabo en abril del 2020.

Este sentimiento cada vez más habitual es el que ayuda a mitigar locales como el de Lázaro, según afirma una de sus habituales, Fani Gutiérrez, jubilada de 69 años. Ella se divorció hace años y vive sola en un ático sin ascensor en la plaza de Cascorro desde hace más de dos décadas. Gracias a Los caracoles de Amadeo, Gutiérrez siempre se siente acompañada. Los empleados del bar tienen su número de teléfono y una copia de las llaves de su casa. Y no solo de ella, también de una veintena de otros habituales a los que ya no intimida la barra del bar: pasan a un lado y a otro como si se tratara de pasar de la cocina al salón de su propio hogar. Ya no son clientes, tal y como afirma Alejandro Vaquero, de 30 años, uno de los nueve nietos de Lázaro que trabaja en el bar desde los 15. “Conchi, Pili, Elvira la lotera, Galo, Pilar la profesora, Juanón, Ángel el peluquero, Juan el periodista... Ya no sabemos si son clientes o amigos: les controlamos el azúcar si se pasan con el codillo del menú, les llamamos si faltan tres días seguidos, les subimos la compra si enferman o una sopa caliente si lo necesitan”, enumera el camarero.

Isabel López (61 años) en su tienda del mercado de Villaverde Alto.

A este tipo de establecimientos el Ayuntamiento de Madrid los considera “antena”, un lugar capaz de prevenir la soledad no deseada. Es la base de un nuevo plan del consistorio: utilizar y fomentar el potencial de los pequeños y medianos comercios, los negocios de los barrios de toda la vida, los que llaman a sus clientes por su nombre y conocen a algunos de ellos desde hace décadas, para detectar personas mayores que no cuentan con una red de apoyo. Loable sobre el papel, la ejecución del proyecto y sus detalles, por ahora, ofrecen algunas dudas.

El plan general de lucha contra la soledad cuenta con un presupuesto total de 2,5 millones de euros para dos años prorrogables, una cifra que supone la mayor apuesta que ha realizado el consistorio en este terreno. La campaña ha fijado como objetivo dirigirse a los 21 distritos de la capital, y sus gestores no dejan de insistir en su talante “transversal”, porque “por primera vez todos los servicios municipales se involucran en la detección de la soledad. Esto es un hito, sin duda”, afirma la Consejería de Familia.

Sin embargo, el plan, hasta el momento, por lo que relatan comerciantes y clientes, ni sustituye a las redes vecinales de toda la vida ni supone para ellas una ayuda significativa. Madrid Vecina, el nombre del proyecto, que está gestionado por la ONG Grandes Amigos con una ayuda de 170.000 euros, ha trabajado durante estos meses en los distritos de Arganzuela, Retiro y Villaverde sin que muchos de los potenciales beneficiarios de su plan sepan siquiera que este está en marcha.

Según la campaña de publicidad de Madrid Vecina, el primer paso de la iniciativa ha sido mapear los comercios habituales de los mayores. Tal y como aparece en su página web, han localizado 970 puntos de interés. Preguntada sobre qué distingue un punto de interés de uno que no lo es y sobre qué criterios de selección se han seguido, la ONG Grandes Amigos se ha limitado a explicar que están abiertos a incluir más negocios.

El segundo paso, según afirman, ha sido visitar uno a uno los comercios para explicar el proyecto y ofrecer material informativo: una guía de detección y prevención de la soledad para los comerciantes, carteles informativos, un directorio de recursos adheridos (con los contactos de las asociaciones vecinales del barrio, centros de servicios sociales y otros a los que puedan dirigir a las personas solas a las que detecten) y folletos para repartir entre los clientes que incluye el número de teléfono de la ONG. Según sus datos, desde principios de este año, al menos 88 personas se han puesto en contacto con ellos: mayores que necesitan ayuda y jóvenes que quieren ayudar.

Pero cuando se va al detalle del proyecto, las cifras empequeñecen. De los 970 comercios que componen la guía, oficialmente solo cerca de 200 están realmente informados del proyecto, tal y como reconoció el pasado mes el concejal Aniorte en sus redes sociales.

Un recorrido por estos establecimientos revela que en realidad el número de “antenas” informadas y convencidas de su papel como parte de un proyecto municipal son en realidad muchas menos, ya que algunos comerciantes que figuran entre ellas ni siquiera conocen la existencia de este programa, y otros que sí lo hacen nunca han derivado a una persona que sufre soledad no deseada, limitándose a repartir el folleto de información, a veces, incluso indiscriminadamente.

Amadeo, Fani y algunos clientes más asiduos del bar los Caracoles en el centro de Madrid.

Los voluntarios de la ONG reconocen, por otra parte, que no pueden reclamar más implicación a los negocios, sus “antenas”, para que avisen sobre la situación de las personas en situación de soledad no deseada. “Son voluntarios, no podemos pedirles nada más además de colaborar entregando los folletos”, afirman.

En Arganzuela, por ejemplo, trabaja Piedad Cuenca, de 49 años, que tiene una tienda de arreglos en el mercado en el que lleva trabajando 22 años como costurera. Asegura conocer a todos los vecinos y sus trajes. “Aquí vienen las señoras mayores del barrio y se sientan a mi lado mientras que yo estoy cosiendo”, cuenta. Cuando se le pregunta por el plan de prevención del Ayuntamiento, dice que fueron unos voluntarios una vez antes del verano y le dejaron un cartel y unos “papeles” para repartir. “Eso no sirve de nada, los mayores necesitan cuidados, actividades o simplemente alguien que los escuche, no campañas que no solucionan nada”, afirma Cuenca.

Carmen Cordero, de 61 años, es la dueña de una clínica veterinaria en Retiro. “Cuando vinieron los psicólogos voluntarios del Ayuntamiento a explicarme el proyecto yo les dije: “Pero qué me vais a contar a mí, si llevo 35 años haciendo terapia a los vecinos”, cuenta. Según Cordero, el proyecto, aunque le parece muy loable, es poco práctico. “El deterioro de la gente que vive sola es terrible. No están para llamar a nadie”.

En el mercado de Villaverde Alto trabaja Isabel López, un emblema del barrio. Es la dueña de un puesto de productos de limpieza del mercado y trabaja allí desde los 17 años. Tiene 61. “Yo conozco a las personas, sé cómo van, quién necesita más o menos ayuda, pero la clave de todo es la confianza. La gente escucha porque soy yo la que lo cuenta, confían en mí”, afirma. “Yo les explico en qué consiste el programa y cómo les pueden ayudar, pero la gente mayor prefiere que siga siendo yo quien les ayude”. López lo hace todo por sus vecinos: desde lavarles una camisa, hasta acompañarlos al médico.

Desde la oposición, explica Javier Barbero, concejal de Más Madrid en la Comisión de Familias que “el Área de Familias tiene un enfoque restrictivo, que no corresponde con la realidad de la soledad en la ciudad”. La concejal socialista Emilia Martínez afirma, por su parte, que el nuevo plan “no resuelve el problema, solo revela que han hecho un lío descomunal”.

En lo que este se hace o se deshace, los comercios de toda la vida abrirán cada mañana para cuidar a sus vecinos, como han hecho siempre.

Fani Guitiérrez (69 años), jubilada y asidua del bar Los Caracoles del centro de Madrid.

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