La religión y su costumbrismo en las primeras obras de Sorolla
La exposición ‘Sorolla. Tormento y devoción’ recoge hasta el 9 de enero cuadros inéditos y desconocidos que realizó el artista en sus inicios
Una niña vestida de primera comunión se inclina ante su abuelo como gesto de respeto. Ambos están junto a una barca, dentro de una cabaña de madera donde entra la luz tímidamente por los huecos de las tablas. A través de una puerta se ve el mar, un mar que será la marca de Joaquín Sorolla (1863, Valencia - 1923, Madrid) en los próximos años. El día feliz (1892) es uno de los cuadros que cuelgan en la exposición Sorolla. Tormento y devoción, que estará disponible hasta el 9 de enero y que acoge obras inéd...
Una niña vestida de primera comunión se inclina ante su abuelo como gesto de respeto. Ambos están junto a una barca, dentro de una cabaña de madera donde entra la luz tímidamente por los huecos de las tablas. A través de una puerta se ve el mar, un mar que será la marca de Joaquín Sorolla (1863, Valencia - 1923, Madrid) en los próximos años. El día feliz (1892) es uno de los cuadros que cuelgan en la exposición Sorolla. Tormento y devoción, que estará disponible hasta el 9 de enero y que acoge obras inéditas y desconocidas del artista en las que retrata la religión y el costumbrismo. Elena Juanes Le Vève, encargada de difusión y comunicación del espacio, el Museo Sorolla, explica que esta creación —que normalmente puede verse en la Casa Cavazzini Museo d’Arte Moderna e Contemporanea de Udine, en Italia—, muestra una atmósfera en la que ya se alude a los pescadores, pero que esta inspiración entra de lleno en La bendición de la barca (1895): “En esta imagen al aire libre se ve la luz del poniente que destaca el blanco de la prenda del monaguillo. Los pescadores que parecen ensimismados, pensando en la faena”. En la imagen, el niño lee en el breviario las oraciones de la bendición que dirige a los adultos, de espaldas. Solo se ven los rostros de los mayores, hendidos por el sol, que muestran la expresión de preocupación o divagación.
El pintor valenciano tuvo que enfrentarse a algún revés antes de ganar un lugar entre los grandes de la pintura española, y el museo lo evidencia con un enorme panel que ocupa el inicio de la exposición. Se trata de una fotografía de El entierro de Cristo (1885-1887) sobre la que hay fragmentos de lo que fue un enorme cuadro que tuvo muy mala crítica y que acabó rechazando. “Trabajó varios años en él, trató de rectificarlo y acabó por deteriorarse. Lo que se ve es un montaje que se hizo con una fotografía y los trozos que quedaron”. Sorolla remitió esta creación a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887, el cuadro fue muy discutido, pero el jurado no le otorgó medalla. En la exposición se puede ver su esfuerzo, sus pruebas y los estudios en los que añadía y quitaba personajes. “Esta decepción le hizo replantearse su forma de hacer pintura”
No obstante, dos años antes ya había demostrado su valía cuando ganó una beca para obtener una residencia en Roma, que disfrutó hasta 1889. La primera prueba consistía en hacer modelo del natural; la segunda, la elaboración de un asunto del Antiguo Testamento sacado a suertes por el opositor más joven —le tocó Isaac bendiciendo a Jacob, un pasaje poco representado en los cuadros españoles— y la tercera, un tema de historia valenciana. A sus 22 años se fue a Italia donde realizó cuadros como Virgen María, en el que aparece una mujer de perfil con la cabeza cubierta con un paño claro y el cuerpo con un manto oscuro que deja entrever las manos. “Tiene influencia de Diego Velázquez en el contraste del blanco y negro, y de Francisco Domingo Márquez, un maestro suyo que tiene un cuadro similar, Santa Clara, donde ella aparece orando”.
La recopilación de obras se divide en ese fracaso romano, el costumbrismo marinero y la devoción. La rutina de la época se plasma en La primera comunión de Carmen Magariños (1896), un encargo en el que varias niñas salen de la capilla a modo de procesión encabezada por la niña vestida de blanco, y sus abuelos. “Muchas veces retrata espacios de Valencia, como el altar de san Vicente”.
Sobre la veneración cristiana realizó Levantando la cruz. Crucifixión (1898). “Es una grisalla con perspectiva. Decía el comisario que parece que el espectador es quien está levantando la cruz”, comenta Juanes sobre Luis Alberto Pérez Velarde, quien no ha podido participar porque está de vacaciones. Realizaron esta exposición porque veían que era “necesario” mostrar esta faceta histórica tan poco estudiada y apenas vista que hasta ahora estaba repartida en colecciones privadas y museos. De momento, el calor no impide que haya sido todo un éxito. La entrada es gratuita este mes, siguen con las medidas de seguridad y ya se puede acceder a las audioguías que desinfectan previamente. Aunque el lunes está cerrada al público y el espacio tiene un aire de mansión desangelada, entre semana todo cambia: “Depende de la hora, pero se forman unas enormes colas”.
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