El verano de nuestra vida

Los días en los que volvemos a vernos sin mascarillas y a reivindicar el Orgullo y las risas frente a los fríos intentos de volver al pasado

Un chico celebra el fin del uso obligatorio de la mascarilla en espacios abiertos en la Puerta del Sol, en Madrid.Rodrigo Jiménez (EFE)

Se ha hecho el remolón. Ha tardado en llegar, disfrazándose a ratos de octubre lluvioso. Pero el verano ya se ha impuesto en la vida madrileña. Y lo ha hecho, al final, por la puerta grande. ¡Fuera mascarillas en el exterior! Oye, resulta que teníamos caras e incluso sonrisas. La barba hay que arreglársela un poco más. Reabriendo las discos, con sus pistas de baile al aire libre. Por favor, señor Ruiz Escudero, ¿puede vacunar un poco más rápido? ¿Tocará el primer pinchazo en el after del Zendal? Que son día...

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Se ha hecho el remolón. Ha tardado en llegar, disfrazándose a ratos de octubre lluvioso. Pero el verano ya se ha impuesto en la vida madrileña. Y lo ha hecho, al final, por la puerta grande. ¡Fuera mascarillas en el exterior! Oye, resulta que teníamos caras e incluso sonrisas. La barba hay que arreglársela un poco más. Reabriendo las discos, con sus pistas de baile al aire libre. Por favor, señor Ruiz Escudero, ¿puede vacunar un poco más rápido? ¿Tocará el primer pinchazo en el after del Zendal? Que son días de apps no solo para ligar, sino para pedir dosis de las buenas.

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Con cuidado y distancias, ¿pero por qué no puede ser el verano de nuestra vida? Que en Madrid no se está nada mal. Pensemos en bañarnos en la piscina de la azotea del hotel Emperador, en acariciar con los ojos al ángel de Metrópolis desde la azotea de The Principal, en pasear ―cual goyescos― por Madrid Río, en perderse en las Noches el Botánico con Fangoria y Jorge Drexler. Porque la ciudad en verano es un helado derritiéndose por la calle Fuencarral, una conversación que se alarga de madrugada en una terraza en la Dehesa de la Villa, una toalla que se extiende en el Retiro, un granizado al caer la tarde en Pintor Rosales. Como proclaman Natos, Waor y Recycled J son días de sudores fríos, entre Aluche y Caraban. Vivan los bloques de ladrillo visto. Pasado San Juan, pasados los malos rollos.

Señor alcalde, más mirar a Múnich y menos a Budapest a estas alturas en 2021

El verano llega también a Madrid con el Orgullo. Es la verdadera fiesta de Madrid, ni Dos de Mayo ni la Paloma. Este sí es el auténtico grito de libertad, teniendo que asistir estos días al espectáculo de las dudas sobre si se despliega o no la bandera arcoíris en la fachada del Ayuntamiento. Y es lo que tiene un gobierno municipal que está en manos del partido que anda gritando “todo nuestro apoyo a Hungría”. Pues, señor alcalde, más mirar a Múnich y menos a Budapest a estas alturas en 2021. Porque el calor también tiene que ser para defender los derechos frente a los fríos intentos de frenarlos, en una semana en la que llega uno nuevo también, el de morir dignamente, aunque el PP lo lleva de paseo a Domenico Scarlatti, una de sus calles favoritas de Madrid. Léase la puerta del Tribunal Constitucional. No andan tampoco muy contentos Ayuso y Almeida con empresarios y obispos. Vaya, que han apoyado el intento de rebajar la tensión y de reencontrar a España y Cataluña. ¿No debería ayudar algo Madrid?

También tenemos derecho a sonreír y reír. Resulta que se dice que el nivel del humor de las mujeres es más bajo en las chocitas de la ciudad. Pasando de loros, ¡y al loro! Pues quiero unos días estivales de carcajadas escuchando a Isa Calderón, Lucía Lijtmaer, Inés Hernand, Susi Caramelo, Martita de Graná, Ana Milán y Asaari Bibang. Y un deseo para todos: ojalá sea el verano de nuestra vida.

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