Desescalada rojiblanca
Miles de aficionados del Atlético celebran la victoria en Neptuno entre un amplio dispositivo policial en una noche en la que se habló de lo que es sufrir
Inés, de seis años, observa sin inmutarse las bengalas, los cánticos y el agitar de banderas rojiblancas de los cerca de 2.000 aficionados que se han concentrado en la plaza de Neptuno para celebrar la victoria de liga del Atlético de Madrid. Enfundada en una camiseta del equipo, esta niña vietnamita adoptada por los andaluces Guillermo González de la Torre, de 43 años y Raquel González, de 46, ni había nacido cuando el equipo ganó su última liga, en...
Inés, de seis años, observa sin inmutarse las bengalas, los cánticos y el agitar de banderas rojiblancas de los cerca de 2.000 aficionados que se han concentrado en la plaza de Neptuno para celebrar la victoria de liga del Atlético de Madrid. Enfundada en una camiseta del equipo, esta niña vietnamita adoptada por los andaluces Guillermo González de la Torre, de 43 años y Raquel González, de 46, ni había nacido cuando el equipo ganó su última liga, en 2014. Está subida a los hombros de su padre como si eso no fuera con ella. “De momento no se entera mucho, pero está empezando a ser del Atleti”, asegura él con optimismo. En el suelo, su hermano Juan, de 11 años, cuenta que desde que han salido de casa “ya sabía que íbamos a ganar”. La madre interviene rápidamente para explicar por qué son de este equipo: “Nosotros quisimos ser del Atleti desde que llegamos a Madrid hace 25 años y que ellos también lo fueran, porque en la vida es tan importante saber ganar como perder, y así aprenden lo que es la frustración desde pequeños”.
Este 2021 ha tocado ganar y para muchos de los que se concentraron este sábado en Neptuno, toco hacerlo por primera vez. Como para Alba Calvo, con la cara pintada con los colores del ganador de Liga, a sus cuatro años no pierde detalle encaramada también a los hombros de su padre. Francisco, de 38 años, es madridista en una familia de colchoneros con la que este sábado ha visto el partido. Es la oveja blanca del clan. A su lado está su suegro Luis de la Fuente, con una mascarilla de su peña 17 de mayo. “Me sentó como una patada en los tobillos enterarme de que era del Real Madrid, pero lo primero es la familia”, reconoce. “Bueno, ellos han perdido dos finales de Champions contra nosotros, ya les tocaba celebrar”, responde él. Alba solo mira mientras trata de decidir de qué equipo es, del del padre o el del abuelo. “¡Del Atleti!”, dice al final.
Pelayo, de diez años, y Cayetana, de cinco, fueron a partidos del Atlético de Madrid, desde antes de nacer. “Embarazada de tres meses me fui a a final de Hamburgo. Era imposible que fueran de otro equipo. Inconcebible”, asegura su madre, Lorena Ortega, de 40 años. La pequeña vive una victoria de liga de su equipo por primera vez, Pelayo ya experimentó una. “Pero no me acuerdo”, admite. En 2014, la abuela de los niños murió diez antes antes de que su equipo fuera vencedor del título. Este año, su abuelo, el que hizo que el Atleti fuera un modo de vida en su casa, también murió hace diez días. “Sé que ha estado desde arriba mirando la victoria, él está aquí”, cuenta Lorena, la madre. “¿Qué es para ti el Atlético?”, le pregunta a su hijo mayor. “Pues, un campeón”, le contesta, como si estuviera preguntando algo obvio.
Los aficionados más pequeños de este club, han visto a su equipo ganar, pero también saben lo que es sufrir. “Es que el Atleti es capaz de todo”, resopla David Ríos, de diez años, también con su camiseta atlética. Parece una copia de su padre, con quien comparte nombre. “Había que venir a celebrarlo, es que pueden volver a pasar otros diez años hasta que podamos volver”, se ríe. Su hijo niega con la cabeza. “Ya estuvimos aquí en la anterior, hoy le preguntaba y me decía que de algo se acordaba, pero cuando lo está viviendo de verdad es hoy”, añade.
Chloe, de ocho años, asegura que este es “el segundo mejor día” de su vida. No sabría decir cuál es el primero, pero tiene claro que una liga no merece ocupar el primer puesto. Su padre, Manuel Rivas, miembro de la peña rojiblanca de su pueblo, Navas del Rey, ha alquilado una habitación de hotel en la capital, como cada vez que su equipo vive una gran final. “Mi hija tenía que ser del Atleti, para que sepa que en la vida las cosas se consiguen con esfuerzo, algo que los grandes nunca entenderán”, señala. Han venido con Alberto García, otro miembro de la peña atlética del pueblo. “Soy miembro, pero soy del Real Madrid”, admite. “Somos amigos de siempre y estamos juntos en los sufrimientos y en las alegrías”, indica su amigo. El sufrimiento suele recaer del lado de Manuel.
En la capital se había preparado para la noche de este sábado un dispositivo integrado por 600 agentes de la Policía Nacional y 130 de la Municipal. La última celebración de final de Liga en la capital tuvo lugar el pasado 16 de julio, esa vez fue en Cibeles. Aquel día apenas un puñado de aficionados celebraron el campeonato del Real Madrid. Hoy, los colchoneros han vivido algo más parecido a la celebración de un título, aunque las restricciones por la pandemia les han impedido acercarse a la fuente.
Martín, argentino de 41 años, es de los primeros en acceder a los alrededores de la fuente de Neptuno para celebrar la victoria. Futbolero empedernido, lleva toda la espalda cubierta por un enorme tatuaje con los escudos del Atlético de Madrid y del Racing de Avellaneda. Encuentra el primer control de policía en la esquina del hotel Palace cuando todavía son muy pocos los aficionados que han llegado a la zona.
Este zapatero instalado en España desde 2002, baja junto a otros integrantes de la peña Frente Atlético desde la zona de la plaza de Canalejas. Corean canciones y el himno del club. También lanzan insultos contra el Real Madrid y los madridistas. “Déjalos, para una que ganan”, comenta uno de los miembros del dispositivo de limpieza que montaba guardia delante del Congreso de los Diputados.
Los que hay que han vivido su primera vez en Neptuno, y otros, que llevan muchas a sus espaldas. Con bastón, camiseta y bandera sobre los hombros aparece por la plaza Eduardo Crespo, un veterinario de 94 años. Le acompañan varios familiares entre los que están dos de sus hijos, que los apuntalan a derecha e izquierda. Los ojos de Crespo brillan de emoción cuando cuenta que ha venido desde su pueblo, Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real), como ya hizo en la anterior Liga hace siete años. Ya no es socio, pero mantiene el alma de sufridor. “Con la ventaja que hemos llevado en este campeonato y mira… hasta el último partido”, relata. “El Atleti siempre nos ha hecho sufrir mucho. Es así”. “Y encima esta ha sido un año muy duro”, reconoce su hijo Enrique, de 52 años, mientras le sostiene.
Neptuno ha estado hoy rodeado de muchas primeras veces. Para algunos, es la primera noche en mucho tiempo en la que no han pensado, al menos por unas horas, en la pandemia.
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