“Antes era una ilusión tremenda porque había un juguete al año”

Fernando Echarri Recuero es el dueño de la Juguetería Sarasus en la calle Atocha, un comercio que cumple 50 años

Fernando Echarri Recuero, dueño de la juguetería Saraús dentro de su tienda en la calle Atocha en MadridAndrea Comas

Quien sube por la calle Atocha se encuentra a la altura de la boca del metro de Antón Martín la colorida Juguetería Sarasus. Así ha sido desde el 15 de octubre de 1970 cuando el suegro de Fernando Echarri Recuero (73 años, Madrid) decidió cambiar la pastelería que su familia había regentado durante casi un siglo por una tienda de juguetes. Ese mismo año Echarri se casó y desde entonces ha estado involucrado en el negocio hasta quedarse al frente. Ya jubilado, ahora supervisa el negocio de forma indirecta, dice, y el medio centenario del comercio llega en una época de incertidumbre no solo por ...

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Quien sube por la calle Atocha se encuentra a la altura de la boca del metro de Antón Martín la colorida Juguetería Sarasus. Así ha sido desde el 15 de octubre de 1970 cuando el suegro de Fernando Echarri Recuero (73 años, Madrid) decidió cambiar la pastelería que su familia había regentado durante casi un siglo por una tienda de juguetes. Ese mismo año Echarri se casó y desde entonces ha estado involucrado en el negocio hasta quedarse al frente. Ya jubilado, ahora supervisa el negocio de forma indirecta, dice, y el medio centenario del comercio llega en una época de incertidumbre no solo por la pandemia.

¿Se acuerda de su primer juguete?

Sí, me acuerdo de varios. Recuerdo que me echaron los Reyes un camión grande de plástico y que me lo dejaron en una caja en la ventana del dormitorio de mis padres. También de un jeep que se le daba cuerda y daba vueltas. Era una ilusión tremenda porque había un juguete al año, y se acabó.

¿Ahora todavía juega con algo?

Pues, la verdad es que no, no juego a nada, ¡ni siquiera al parchís! Yo soy más lector de libros y de ver cine, ese es mi hobby. Pero sí veo que los juegos de mesa tipo Cluedo o Risk son muy populares, es de lo que más vende ahora, más que los juguetes para niños incluso.

¿Por qué entraron al negocio de los juguetes?

Abrimos porque mi suegro era pastelero, pero era un trabajo demasiado duro y sacrificado. Entonces, un 5 de enero, enfrente de la pastelería se puso un señor a vender unos muñequitos que tocaban un tambor, y mi suegro salió y le preguntó cómo se le estaba dando el día. Cuando entró dijo: “Ha vendido tres veces lo que he vendido yo hoy!”. A partir de eso eligió entrar al negocio de los juguetes, pero con una papelería también, pues en aquel entonces los juguetes solo eran cosa de Navidad.

¿Qué papel deberían jugar los juguetes en la infancia de un niño?

Para mí los juguetes pueden ser educativos, pero cuando son juegos de construir, ahí aporta algo al ingenio; Lego se ha basado siempre en eso. Ahora, los juegos digitales, las consolas, envician, generan ansiedad y aunque sí los prepara para que sepan usar los aparatos, no aportan nada más.

¿Cuál es el juguete que cree que todos los niños deberían tener?

Para mí, sin duda, el principal sería Lego. Porque tiene esa base de construcción, de imaginación, dentro de lo que es un juguete. Pero también creo que el ajedrez, por ejemplo, debería ser algo que todos los niños aprendan porque es un juguete que educa la inteligencia.

¿Cómo ha cambiado la demanda?

En ese entonces se vendían los juguetes clásicos, que estaban claramente divididos entre niñas y niños, y más o menos se mantuvo parecido hasta hace poco. Pero todo ha cambiado con la llegada de las consolas y de ahí se ha pasado al iPad, y ahora, a juegos en el móvil. Lo veo con mis nueve nietos, es como una obsesión y yo me enervo porque es como una droga infantil; ya los juguetes son casi que solo para los menores de tres años. Para el resto la ilusión del juguete nuevo dura un día como mucho, al siguiente ya están jugando con el iPad otra vez.

¿Ha tenido un impacto en la rentabilidad del negocio?

Sí, el negocio empieza a resentirse más claramente hace ocho o 10 años, pero no solo por los cambios en la demanda de juguetes. En mi caso particular los cambios recientes de la ciudad han tenido un impacto especial. Esta solía ser una calle muy comercial y lo ha ido dejando de ser, ya definitivamente en los últimos años con Madrid Central. Yo entiendo que algo se tenía que hacer, porque aquí los coches no se movían, no había espacio para tantos, pero lastimosamente sí me ha costado ventas a mí.

¿Cómo ha afectado el negocio la compra por internet?

Bueno eso también es una de las cosas principales, y todavía más este año. Para mí no hay otro invento como ese. Que tengas lo que quieres a golpe de tecla y que te llegue el día siguiente a casa y sin sobreprecio, o incluso más económico; es el mejor invento que hay, eso es así. No se puede competir contra eso. Yo fui un pionero en la calle Atocha, fui el primero en poner un datáfono, pero en esto no me he metido por edad, ya es demasiado tarde.

¿Qué le depara el futuro a Juguetería Sarasus?

Mis hijos tienen sus trabajos y están bien, no van a seguir con la tienda, ni aunque estuviese floreciente. Y ahora, con la pandemia, no sé cómo va a ser el futuro, yo por seguir sigo, pero hay que cubrir gastos por lo menos, y ahora mismo ni eso. Al menos los 50 los hemos cumplido.

LA BONANZA DE LOS APARTADOS

La mejor época de la Juguetería Sarasus se dio en los años ochenta y noventa gracias al modelo de venta de apartados, asegura Echarri. Los clientes reservaban sus productos para Reyes varios meses antes y los iban pagando por cuotas. Así se aseguraban ventas a priori, e incluso podían vender a mejor precio. Echarri cuenta que el negocio iba tan bien que el piso encima del local se convirtió en almacén y sala de ventas exclusivamente para los apartados. Sin embargo, la llegada de productos muy baratos en masa destruyeron ese modelo y así comenzó el largo declive del negocio.

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