Las 10 de… Pereza

Gatas y gatos anduvimos colgados de Rubén y Leiva. Rock del foro y orgullo generacional: un símbolo del nuevo siglo

Rubén y Leiva, Pereza, durante su actuación en Las Ventas en 2008BERNARDO PÉREZ

Rubén Pozo y José Miguel Conejo. Lo más rocanrol de por aquí. Alameda de Osuna, un barrio en teoría periférico y modosito, como epicentro del rollo. Era ahí donde había que estar. Leiva y Rubén: tal para cual. Tándem paradigmático de nuestra escena urbana, uña y carne hasta que dejaron de serlo. Pero mientras duró, duró. Y mereció mucho la pena.

Les bastó una década para dejar una huella imborrable entre la chavalada, pero también los que peinaban canas acabaron reconociéndoles legitimidad y galones. Fueron solo diez años, de 2001 a 2011. Cinco discos de estudio más algún recopil...

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Rubén Pozo y José Miguel Conejo. Lo más rocanrol de por aquí. Alameda de Osuna, un barrio en teoría periférico y modosito, como epicentro del rollo. Era ahí donde había que estar. Leiva y Rubén: tal para cual. Tándem paradigmático de nuestra escena urbana, uña y carne hasta que dejaron de serlo. Pero mientras duró, duró. Y mereció mucho la pena.

Les bastó una década para dejar una huella imborrable entre la chavalada, pero también los que peinaban canas acabaron reconociéndoles legitimidad y galones. Fueron solo diez años, de 2001 a 2011. Cinco discos de estudio más algún recopilatorio. Rubén venía de liderar Buenas Noches Rose. Leiva fue admirador, pupilo, alumno aventajado, correligionario y, en último extremo, acaparador de focos. Un final algo amargo, pero consabido: celos, recelos, colisiones de talantes y talentos. Suspicacias. La vida misma. A fin de cuentas: puro rock.

‘Tú qué tal’

(De Pereza. 2001)

Uno de esos relatos costumbristas que Pozo bordaba en los albores del nuevo siglo. Un tipo se despanzurra para ver Tiburón 2 en la tele, intentando en balde no echar tanto de menos a su ex. Amargura de la vida real, pellizco tan reciente que aún escuece. Y una música con ese punto arrastrado, a lo Lou Reed, que por los mentideros madrileños tradujimos con el deje de Qué hace una chica como tú…

Manager

(De Algo para cantar. 2003)

Sirvió muchos años como tema de apertura para los directos. Y cuando había poco tiempo y se precisaba de impulso enérgico, se volvió imprescindible. “Es rock cañerillo del que nos gusta, pero tenía un punto atípico en nuestro rollo: cuenta una historia en la que el cantante no es protagonista”, anota Rubén. Una curiosidad para los más fans: fue, cuando aún era solo una maqueta, la primera canción de Pereza que sonó en la radio. El locutor de Radio 3 José María Rey puede presumir del mérito y el olfato.

‘La noria’

(De Algo para cantar. 2003)

Una canción atípica –por reposada, acústica y sentimental– que remite todavía a aquellos primeros tiempos exploratorios en materia estilística. Los vaivenes afectivos, simbolizados con un referente obvio pero resultón: los altibajos de la noria. ¿A quién no le ha pasado eso de que las cosas parezcan marchar sobre ruedas hasta que, de repente, “en una curva nos salimos de la carretera”?

‘Animales’

(De Animales. 2005)

“Cómeme hasta que no me quede carne ni piel”. El huesudo Leiva toma la delantera con este monumento de chulería cheli y vocación eminentemente lúbrica. El gusto por la seducción subida de tono ya era muy evidente en Princesas, el tema de presentación en este tercer disco, pero aquí se sublima el componente tórrido (“Roerte, socorrerte, atarte, mojarte…”). Suena a la vez a todos sus antecesores evidentes, de Ronaldos a Tequila, Burning o Los Rodríguez.

‘Caramelo’

(De Los amigos de los animales. 2006)

Sorpresa, sorpresa. En el consabido disco de dúos y colaboraciones caían por su propio peso nombres como los de Burning, Carlos Tarque, Ariel Rot, Quique González o Iván Ferreiro, pero los Pereza sacan punta al potencial sabrosón y travieso de Caramelo para compartirlo con Kevin Johansen, el argentino proveniente de la fría Alaska que canta con profunda voz de barítono. Todo a punto para que las genuflexiones también cruzaran el charco.

‘Estrella polar’

(De Aproximaciones. 2007)

Leiva construye un temazo a partir de una ocurrencia de callejero, la contemplación de una calle de Moratalaz más bien anodina (Estrella Polar) a la que él extrae toda su poesía nominal. Una de esas melodías ascendentes para quedarse afónico durante los conciertos; sobre todo en ese “Hoy, cielo, vienes a por mí, pero por Dios…”. Desde entonces, Conejo ha repetido este giro apoteósico con asiduidad, pero seguimos quedándonos con esta formulación original.

‘Yo nací para estar en un conjunto’

(De Aproximaciones. 2007)

Con la colaboración de Quique González, una historia bonita y sentida para las tribus melómanas. Y un emblema en clave interna: técnicos, operarios y demás currantes quedaban para escucharla juntos, a menudo abrazados, durante los conciertos. Sobre todo durante la estrofa que empieza “Para todas las bandas, picando piedra en la carretera…”.

‘Margot’

(De Aproximaciones. 2007)

A partir de una estructura atípica, de alguna manera circular, Rubén es capaz de conducir el discurso hacia una abrumadora tormenta eléctrica. Sin llegar al nivel de catarsis colectiva que generaba Lady Madrid, acabó convirtiéndose en un puntal para los directos.

‘4 y 26’

(De Aviones. 2009)

Un relato supuestamente autobiográfico de Pozo, con todo el sabor de la incertidumbre e irrealidad de las altas horas de la madrugada. Conseguidísima canción de amor a una fan, afortunada tanto en lo musical como lo melódico. Merece revisión urgente.

‘Llévame al baile’

(De Aviones. 2009)

Última canción del último disco, lo que le concede un precioso valor simbólico. Sobre todo por su génesis, plenamente colaborativa: la empezó Leiva, que tras dos estrofas y un estribillo se la entregó a Rubén para que este la rematara. Los dos se juntan en el éxtasis final, hermanados para siempre bajo la guitarra de Ariel Rot. Pozo: “Como 10 o 12 personas ya me han confesado que la hicieron sonar para casarse. ¡Estamos en las bodas! Es bonito, quién nos lo iba a decir…”.

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