Una mano amiga para decirle adiós al jersey

Tres organizadoras profesionales dan pistas y pautas sobre cómo hacer el cambio de armario y aprovechar el momento para despejarlo y mejorarlo

María Gallay, organizando un armarioOlivia López

Toda crisis trae implícita una oportunidad. Aunque la crisis sea tan del primer mundo como un cambio de armario. Mediados de mayo, mediados de octubre, bien de drama. Ahora toca guardar el jersey y sacar el bañador, y en menos de seis meses estaremos otra vez con el abrigo fuera y los tirantes dentro. No debería ser tan difícil, pero con el madrileño medio viviendo en menos de 80 metros cuadrados, el espacio no sobra. Tampoco el tiempo. De ahí que la situación no siempre sea fácil. Para ello está el gr...

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Toda crisis trae implícita una oportunidad. Aunque la crisis sea tan del primer mundo como un cambio de armario. Mediados de mayo, mediados de octubre, bien de drama. Ahora toca guardar el jersey y sacar el bañador, y en menos de seis meses estaremos otra vez con el abrigo fuera y los tirantes dentro. No debería ser tan difícil, pero con el madrileño medio viviendo en menos de 80 metros cuadrados, el espacio no sobra. Tampoco el tiempo. De ahí que la situación no siempre sea fácil. Para ello está el gremio de organizadores profesionales, que por entre 60 y 90 euros van a casa (o se sirven de las bondades de Internet) y dedican una mañana a echar una mano y no al cuello.

María Gallay (Organización del Orden, pionera en el sector, desde 2003); Silvia Llorens (Aorganizarte, desde 2014); y Alicia Iglesias (Orden y Limpieza en Casa, desde 2016) quitan —además de camisas que ni salidas del primer Operación Triunfo— dudas y angustias sobre ese temido momento. Pero ¿por qué nos cuesta tanto? “¡Porque somos unos vagos!”, ríe Gallay. “Nuestra vida es complicada, entiendo que no apetece pararte. Pero es más fácil si aprovechas la oportunidad. Igual que una mudanza: entiendo que la gente se estresa mucho, pero si aprovechas para revisar, quitar, dar, vender, reciclar...", reflexiona. Para Iglesias, el problema es que “da trabajo”. “Y que tienes que enfrentarte a tu realidad acumuladora". Para Llorens, “hay varias razones, y la principal es la enorme cantidad de ropa que tiene la gente. Cuando abre un armario y ve el caos y la cantidad, produce agobio: ‘¿Qué hago con todo esto?’. La segunda es porque tenemos menos espacio en las casas. Y tercera, que si en el cambio anterior no has hecho toma de decisiones, de filtro, de despeje... cuando vuelves a meterlo todo se te hace un mundo”.

Alicia Iglesias, de Orden y Limpieza en casa.Ana Martín Fotografía

Para Gallay, la mayor dificultad de quienes hacen el cambio de armario es guiarles hasta que ven que hay prendas de las que hay que deshacerse. Iglesias, por su parte, ve que lo que más cuesta es probarse la ropa, pero es fundamental para decidir qué hacer con ella. En lo que las tres coinciden es en que este es el momento de pensar si necesitamos todo lo que guardamos y sacamos.

Dice Llorens que hay que pensar en qué hacer con la ropa a guardar. “Es el momento, porque lo tienes más reciente. No te lo has puesto este año y el pasado tampoco: toma una decisión”, recomienda. El proceso es sacar pieza a pieza y decidir qué hacer. Hay cuatro posibilidades: “Te gusta, guardarlo. Donarlo. Reciclarlo o tirarlo, si está roto o viejo. O devolvérselo a quien le pertenece”.

Las organizadoras, afirman, no tardan más de dos o tres horas en realizar el proceso. Gallay argumenta que son mejores las sesiones cortas, porque aparece la llamada “fatiga decisional”, que nos hace equivocarnos al elegir. “Guardamos o tiramos de más... y terminamos comprando más de lo mismo”.

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Silvia Llorens, de Aorganizarte.

¿Y qué pasa con los, “ay, qué pena", con esa camiseta de Naranjito, con el cuelgabolsos que nos regalaron en aquella boda? Ya no son prendas de vestir: son recuerdos. “Hay que pensar que ya las hemos disfrutado. Podemos hacerles una foto e imprimirlas”, defiende Llorens, que pone otra cuestión en la palestra. “¿Y con niños? Si tengo que guardar el collar de macarrones, el póster de purpurina... no se puede. Yo tengo un álbum precioso, que me ocupa nada, lo tengo impreso y lo disfruto”, argumenta. Otra opción para Gallay e Iglesias es crear “una caja de recuerdos”. “Una caja viva, donde entran y salgan cosas. Es muy importante que la tengan los niños desde pequeños, trabajar el desapego con ellos. Hay que no darle importancia al tirar, no hacer un drama”, cuenta Iglesias.

Todas coinciden en que su servicio “no es ‘voy y te lo hago”, como explica Llorens: “Estás dando una mentoría, cambiando su forma de pensar”. Para María Gallay, la clave es la experiencia. “Tenemos trucos, soluciones que solo conocen los profesionales: hemos visto tantas casas, probado tantas cosas, que tenemos el ojo hecho. No hay ningún método perfecto, pero tenemos una batería muy grande de soluciones. Podemos reconocer las relaciones emocionales. Podemos ver qué rutinas están fallando”. Aunque, como se ríe la “tiradora oficial" Alicia Iglesias, “¡No todo el mundo necesita un organizador! Pero es más rápido y ayuda a tomar mejores decisiones. Si te apetece probar la experiencia, es un buen punto para empezar. Yo lo cuento todo, no oculto nada. Si lo haces una vez, puedes aprender mucho”.

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