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Opinión

La última consulta y la investidura como catarsis

La “inminente” investidura en Valencia ofrece una ocasión propicia para levantar entre todos un tiempo nuevo, cada vez más imprescindible

Lamento si traiciono las expectativas del lector al dirigir este artículo hacia una reflexión que considero ineludible: la necesidad colectiva de pasar página de algunas de las tardes más dramáticas de nuestra historia reciente. Episodios que, pese a su indudable relevancia informativa, no pueden seguir monopolizando la actualidad, más allá de lo que finalmente determine la verdad “judicial”. La “inminente” investidura ofrece, creo, una ocasión propicia para la catarsis y para levantar entre todos un tiempo nuevo, cada vez más imprescindible si queremos atender los intereses de los valencianos con la diligencia y profesionalidad que merecen.

Acabo de ver la producción documental La última llamada que Movistar Plus+ dedica a los “viajes personales y políticos” de quienes alcanzaron el poder encarnando la esperanza del cambio y se vieron después obligados a tomar decisiones críticas que marcaron el rumbo de la política española. Una iniciativa sugerente que me lleva a pensar en el enorme valor que tendría realizar un ejercicio similar en clave autonómica. Sería revelador saber qué pasaba por la cabeza del president del Consell Preautonòmic, Josep Lluís Albinyana, cuando tuvo que abandonar su liderazgo institucional ante la falta de apoyo de su propio partido, consecuencia de la paralización del compromiso autonómico asumido años atrás. O qué sintió Joan Lerma al sacrificar a sus personas de su círculo más cercano (Guardiola, Blasco…) para preservar su supervivencia política, a la que pondría fin la experiencia del primer gobierno de coalición en la Comunitat.

También sería esclarecedor conocer el balance íntimo que llevó a Eduardo Zaplana a renunciar a un cómodo —y holgado— mandato autonómico a cambio de una discreta cartera ministerial que no satisfaría su insaciable ambición política. O revivir las reflexiones de Francisco Camps cuando tuvo que soportar la ira del presidente José María Aznar por haberse atrevido a abrir el melón del uso institucional del valenciano en la Administración del Consell (“Declaración de Ares del Maestre”); o los pormenores de aquella negociación estatutaria en la que además de consensuarla con el PSPV tuvo que vencer la resistencia orgánica a muchos de sus contenidos considerados inaceptables para la primera gran reforma territorial de los años 2000.

Más recientemente, sería valiosa la justificación de la estrategia que llevó a Ximo Puig a adelantar las elecciones autonómicas en su primer mandato al frente del Botànic, aun a costa de quebrar “internamente” la confianza de su socio gubernamental; o reconstruir los momentos más complicados de la gestión pandémica tan abrasiva a los derechos fundamentales de los valencianos. Por respeto, no preguntaré al inquilino en funciones de la Generalitat, ya que está siendo interpelado cotidianamente por su desaparición en los momentos más críticos del drama de la dana y sus consecuenciales letales. Seguro que todos tenemos estas y muchas otras preguntas que hacer a quiénes han sido protagonistas de nuestro autogobierno.

Por lo general, nuestros presidentes han sido “ágrafos”, a diferencia de sus homólogos estatales. Aun así, algunos han dejado impronta vital a través del diálogo con periodistas y comunicadores. Lo hizo Eduardo Zaplana a través de su exitosa puesta de escena literaria Un liberal para el cambio (Ediciones B, 1995), escrita por el periodista de Las Provincias, Rafa Marí, que inauguró en la Comunitat la hagiografía política como estilo de narrativa. En los demás casos, hemos tenido que esperar a que fueran desalojados del poder: Lerma (Vila Ediciones, 2006), del consultor de comunicación Vicente Lafora Minguet, describe al primer president como el “Suárez valenciano” aprovechando el impulso de la transición como mito; Josep Lluís Albinyana, un president sense País (El Petit Editor, 2018), del periodista Carles Senso, coordinador de la prestigiosa institución Alfons El Magnànim, aviso a navegantes para los protagonistas de toda una época; o Reenfocando España (Libros Libres, 2024), del historiador y académico de la RACV Javier Mas, que devuelve a la escena pública al expresident Paco Camps tras su absolución y el prolongado proceso penal que afrontó desde su salida de la Generalitat con ánimo incluso de “ofrendar” nuevas glorias a España.

Entre estas obras se sitúa Ximo Puig, la mirada morellana (Onada Edicions, 2019), del periodista y expolítico Manuel Milián Mestre, publicada en el apogeo del Botànic II y convertida, a la postre, en prólogo de la reflexión más íntima del “president-periodista”: Una idea d’esperança (Tirant Humanidades, 2024), concebida como una “carta de urgencia” ante lo que intuía estaba por llegar.

Todos los expresidentes han optado, pues, por el filtro conversacional del periodista para relatar, en tercera persona, sus visiones sobre el pasado, el presente y el futuro de los valencianos, así como para hacer balance de los hitos que jalonan sus trayectorias políticas.

Sería deseable que, aún a tiempo, pudiéramos reunir a todos los presidentes de los valencianos para que ofrecieran un ejercicio de honestidad semejante al que han practicado sus homólogos estatales. Sería, sin duda, un análisis crítico de nuestra autonomía y de sus posibilidades reales, así como una oportunidad para desvelar secretos inconfesables que trascienden al conocido agujero “negro” de El Ventorro.

Mariano Vivancos es profesor de Derecho Constitucional de la Universitat de València.

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