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Opinión

Carlos Mazón un año después: nada de esto es normal

Ahora ya no nos basta solo con su dimisión

Gustav Mark Gilbert fue un psicólogo estadounidense que observó detenidamente a los líderes nazis durante los juicios de Nuremberg. Sus anotaciones se recogieron en artículos y libros y, en la que sea quizás la más famosa de ellas, definió la maldad como la ausencia de empatía. Esta genuina incapacidad para ponerse en el lugar del otro, afirmaba Gilbert, era la única característica que conectaba a todos los acusados, la que trenzaba un hilo de sangre y ceniza entre todos los criminales allí presentes.

La falta total de empatía resulta complicada de imaginar para quienes también sentimos y vemos a través de la piel y los ojos de otras personas. No es necesario profesar un amor incondicional e infinito hacia toda la humanidad para sufrir o alegrarse por los demás, para llorar y reír con ellos, para sentir un pedazo de su vida y su ser dentro de nosotros. En mi caso, como en el de tantísimos millones de personas, no puedo evitar que algo se me rompa por dentro cuando escucho el relato de las víctimas de la dana.

Da igual que conozca de antemano las historias personales y su terrible final: algo se quiebra en las entrañas al escuchar la voz de una persona narrar el horror de perder a un ser querido en unas circunstancias tan terribles. Haber querido ayudar y no poder. Quitarle importancia a la situación porque, en caso de ser grave, habrían avisado. Leer los últimos mensajes llenos de angustia y miedo. Una última llamada telefónica, desgarradora tanto si los interlocutores sabían que era la última como si no tenían conciencia de ello. Entre las palabras de quien sufrió esta desgracia se pueden hundir los dedos en el barro, en unas horas terribles en las que seguimos anclados un año después.

Quien pudo evitar centenares de muertes es la misma persona que les está negando el duelo a los familiares de las víctimas. Antes del 29 de octubre de 2024 desoyó avisos y ruegos, desatendió sus obligaciones como president, frivolizó con la situación y se dedicó a lo que a él le importaba en ese momento, que no era ni la seguridad ni el bienestar de los valencianos. Con sus nombramientos en el Consell y su negligencia criminal, Carlos Mazón fue el responsable último de la caótica y desastrosa respuesta a la emergencia.

El día 2 de noviembre de 2024 escribí una columna para este periódico, que se publicó al día siguiente: “Carlos Mazón debe dimitir”. Habían pasado apenas cuatro días, y hubo quien lo consideró precipitado; era la primera petición pública de su dimisión. El año que ha transcurrido desde entonces nos ha dado tristemente la razón a quienes entonces ya nos mostrábamos aterrorizados ante la concatenación de incompetencias y decisiones inexplicables, pero nos ha mostrado algo más. Algo que hiela la sangre.

Carlos Mazón ha revestido su cobardía política y su ineptitud como gestor con ataques y descalificaciones, usando un tono que se ha situado siempre entre la chulería de matón de barrio y una frialdad que hubiese impresionado hasta al propio G. M. Gilbert. Ha esparcido sin rubor alguno mentiras y desinformación sobre el trabajo de las instituciones, sobre las predicciones meteorológicas (que se encuentran al alcance de cualquiera y desmienten al president de forma instantánea) y hasta sobre las ayudas disponibles, dificultando así una recuperación que únicamente ha sabido entorpecer y subcontratar.

Nada de esto es normal. No es normal que las víctimas le pidan que no acuda al funeral y él se presente allí, desoyéndolas y acrecentando de forma cruel su inmenso dolor. ¿Qué persona capaz de ponerse en el lugar del otro cometería semejante acto de sadismo? No es normal que el president que dimitió de su puesto hace un año, en mitad de una catástrofe monumental, siga todavía dictando la actualidad de los valencianos e hiriendo la cotidianidad de las famílias que perdieron a un ser querido. Esta dolorosísima anormalidad, que más allá de la estupefacción causa una rabia hirviente y visceral entre el pueblo valenciano, debe terminar ya.

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