Sara Dowling, la cantante de jazz de raíces palestinas que brilla en Valencia tras triunfar en Londres: “Vivo entre dos mundos”

La artista inglesa, mejor vocalista de Reino Unido en 2019, se abre paso en la escena musical de España, donde ha fijado su residencia

Sara Dowling, durante un concierto en Londres.Daniel Devlin

Su voz, su música, su manera de cantar y conectar con el público le valieron en 2019 el premio a la mejor vocalista de jazz del Reino Unido. Sara Dowling contó con el voto del público y también con el apoyo de críticos y músicos que destacaban su naturalidad y sus calidades vocales. Un caso singular porque llevaba tan solo unos años aprendiendo a cantar por su cuenta, porque su estricta formación musical en el conservatorio la llevaba a ser concertista de violonchelo. Una noche, sin embargo, se atrevió a cantar All of me, de B...

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Su voz, su música, su manera de cantar y conectar con el público le valieron en 2019 el premio a la mejor vocalista de jazz del Reino Unido. Sara Dowling contó con el voto del público y también con el apoyo de críticos y músicos que destacaban su naturalidad y sus calidades vocales. Un caso singular porque llevaba tan solo unos años aprendiendo a cantar por su cuenta, porque su estricta formación musical en el conservatorio la llevaba a ser concertista de violonchelo. Una noche, sin embargo, se atrevió a cantar All of me, de Billie Holiday, en una jam-session y dejó a la concurrencia atónita. El organizador la empujó a seguir por ese camino que ya no abandonó.

Ahora, la cantante, de 42 años, está mostrando su arrollador registro vocal y dominio escénico en España, en especial, en la Comunidad Valenciana, donde se trasladó a vivir hace casi dos años. “Aquí me siento como en casa. La gente me ha recibido con los brazos abiertos. En Londres, mi marido y yo estábamos un poco deprimidos, sobre todo en la pandemia. Además, la escena del jazz es muy inestable. Queríamos vivir en el Mediterráneo, el mar de la tierra de mi madre, y mucho más después del Brexit”, explica. Su marido es el contrabajista de jazz italiano Dario Di Lecce y su madre procede de Palestina, la tierra a la que dedica sus últimos conciertos y el dinero de la venta de sus discos.

Sara Dowling es británica, pero nació en Masqat, capital de Omán. Su infancia transcurrió en Ammán (Jordania) hasta que se fue a estudiar a Inglaterra. Creció escuchando el jazz, la ópera y la música sinfónica que ponía su padre, junto a las canciones árabes de grandes intérpretes como Fairuz y Umm Kulthum que le gustaban a su madre. Siempre ha vivido “entre dos mundos”, sostiene mientras duda en si añadir el adverbio “desafortunada o afortunadamente” hasta que se inclina por el segundo, sonriendo. “Mi padre era un piloto de aviación comercial de Londres orgulloso de sus raíces irlandesas, y mi madre era de Jerusalén”, indica la cantante, en la casa del Ensanche de Valencia de una de sus alumnas de chelo, la ingeniera de Sri Lanka Shyamala Duraisingam, aficionada al jazz que ayuda en la organización de conciertos. El próximo tendrá lugar en Valencia este miércoles.

En la escuela de monjas donde estudió había un chelo “recogiendo polvo en un armario”. “Prueba a ver’, me propusieron las monjas. Eran tolerantes, porque yo crecí en la religión musulmana”, comenta en un castellano que empieza a dominar y mezcla con el inglés. La niña demostró tanto talento que una profesora de música insistió a sus padres para que hicieran un esfuerzo y la internaran a una escuela musical en Manchester. Fue muy duro, lejos de su familia que vivía en el Sur de Inglaterra a la que solo veía “solo tres veces al año”, recuerda.

Acabó sus estudios de música, llegó a tocar con el gran violonchelista Yo-yo Ma. Pero tuvo una mala experiencia con una profesora y renunció al chelo. Mientras tanto, había aprendido, también por su cuenta, la lengua materna y se había acercado más a la cultura y a los estudiantes árabes universitarios de Manchester. Notó cómo después de los ataques terroristas del 11-S en EE UU, sus amigos británicos la “empezaron a rechazar”. “Lo hacían sin palabras, sin explicaciones, sin decir nada, una forma muy británica de rechazo”, apunta.

Obsesión por el jazz

Tras ejercer de profesora de música en una zona minera del norte se volcó en el jazz. “Me aprendí todas las canciones de los discos de Sarah Vaughan, de Ella Fitzgerald, de las grandes; los arreglos, la armonía, las composiciones. Escuché todos los discos importantes. Era una mujer obsesa. Se puede aprender así. Solo hay que abrir las orejas”, afirma sin dejar de sonreír.

Sitúa a dos cantantes por encima del resto: a la rompedora Betty Carter y a Sarah Vaughan por “su técnica de canto perfecta”. Le gustan los músicos que hacen evolucionar el jazz como John Coltrane, rechaza la comercialidad y recurre a una cita de Gustav Mahler para expresar su ideario artístico y musical: “La tradición no es la adoración de las cenizas, sino la transmisión del fuego”.

Por un músico amigo llegó a Castellón y luego se instaló en Chiva, a unos 25 kilómetros de Valencia, una ciudad con una notable tradición de músicos de jazz, y un espacio mítico para escucharlo que se mantiene a través del tiempo, el Jimmy Glass. Actuó en los festivales de jazz de San Javier y San Sebastián. Ahora imparte un taller de canto en la escuela de Sedajazz y actúa en formaciones como el cuarteto que este miércoles repite en Mar d’Amura en el barrio de El Cabanyal de Valencia (20 horas), tras el éxito del pasado mes. Al piano, su “hermano”, como llama a Albert Sanz, un virtuoso del instrumento que “toca de muchas maneras y muchos tipos de música”, apostilla. “Me está animando ahora a tocar de nuevo el chelo y a cantar al mismo tiempo. Ya hemos grabado varias canciones”, agrega. Al contrabajo, su marido, y a la batería, Tico Porcar.

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