La síncopa caribeña de Bad Gyal revienta la Plaza de Toros de Valencia
La artista catalana satisfizo a sus fans en un concierto en el que presentó las canciones del reciente ‘La Joia’ a ritmo de mixtape
Si algo no se le puede negar a Alba Farelo (nombre real de Bad Gyal, nacida en Vilassar de Mar hace 27 años) es determinación a la hora de buscarse un nicho de mercado diferencial. Dentro de unos límites, desde luego. Siempre quiso dejar claro que su principal punto de partida era el dancehall, e incluso lo recalcaba hace años cuando a algún periodista se le ocurría mentarle el reggaetón o incluso el trap. Ella miró siempre mucho más a Jamaica que a Puerto Rico o – no digamos ya – Atlanta, y parte de esa suficiencia regia que se gasta sobre el escenario, esa apariencia como de je...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Si algo no se le puede negar a Alba Farelo (nombre real de Bad Gyal, nacida en Vilassar de Mar hace 27 años) es determinación a la hora de buscarse un nicho de mercado diferencial. Dentro de unos límites, desde luego. Siempre quiso dejar claro que su principal punto de partida era el dancehall, e incluso lo recalcaba hace años cuando a algún periodista se le ocurría mentarle el reggaetón o incluso el trap. Ella miró siempre mucho más a Jamaica que a Puerto Rico o – no digamos ya – Atlanta, y parte de esa suficiencia regia que se gasta sobre el escenario, esa apariencia como de jefa que va solventando bolos sin despeinarse demasiado, siempre traslució una serenidad cannábica que ya es marca de la casa independientemente de que le siga dando a la maría o no, que al fin y al cabo eso tampoco es asunto de nadie.
Luego vienen los matices. Baila y canta lo justo, aunque eso ya esté empezando a dejar de ser centro de debate. ¿Recordáis el leit motiv de la última gira de C. Tangana? Pues eso. Y aunque el espectáculo con el que está presentando La joia (2024), su primer álbum propiamente dicho (el álbum como unidad de medida sigue reinando incluso en los géneros urbanos), que llegaba a València con sold out en una Plaza de Toros a reventar, no sea escénicamente el colmo de la originalidad, sí depara una hora y tres cuartos de entretenido show que discurren con fluidez, precisamente a modo de mixtape – formato ya explotado por ella misma en anteriores entregas – , con diversos bloques de temas enlazados cual sesión non stop, ante el delirio de una parroquia fiel a la que prácticamente no se le concede ni un minuto para dejar de bailar: hay quienes llevaban haciendo cola desde la noche anterior para estar lo más cerca posible del escenario.
La disposición no admite equívocos: pantallas laterales verticales, a modo de cubierta de teléfono móvil (como Rosalía), torres de luces led que proyectan palabras como “hot” y bad” (según la canción), un incansable cuerpo de seis bailarines que transmiten una imagen callejera que (afortunadamente) poco tiene que ver con los cánones de belleza estándar que podría imponer la tontuna instagramera y una ágil operadora de cámara moviéndose sobre un escenario diáfano, que lo va transmitiendo todo en vivo porque uno de los signos distintivos de esta generación de músicos es haber roto la cuarta pared en una performance que en muchos momentos se dirige explícitamente a una cámara que es interlocutor directo, y no testigo circunstancial.
Podemos discutir sobre si nos gusta más o menos que el hueco que se le deja a la imaginación sea ya prácticamente nulo (porque uno acaba conociendo el trasero perreante de Bad Gyal mejor que la palma de su propia mano), pero es lo que hay. Incluso brota un momento vogue que es parecidísimo al explorado por Madonna en su última gira (o por Beyoncé en la suya, dicen los periodistas que sí fueron acreditados), con el house a piñón de Sexy latiendo mientras los bailarines se lucen sobre la pasarela y Alba desaparece para volver maqueada y con bolsas de ropa cara.
Reconozco que durante el primer tramo del bolo pensé que la síncopa caribeña, más aún con algunas colaboraciones inevitablemente enlatadas, se me haría algo de bola (la vi durante media hora en el Big Sound hace dos años: otra cosa), pero me alegró equivocarme. Yo sigo igual, con la sombra de Fakeguido y El Guincho, es lo más parecido que tiene a una balada rompecorazones, con producción minimalista que remite a los primeros dos mil. Mi lova, con la voz invitada de Mike Towers, es otro hit pop. El inicio de Mercadona me recordó tanto a la línea melódica de The girl is mine de Brandy y Monica que luego caí en que Bad Gyal ya guiñó el ojo a TLC hace cuatro años con Bobo, en alianza con María Becerra y Mariah Angeliq. Hubo hasta un brote de drum ‘n’ bass. La cosa terminó con la solicitadísima Fiebre (155 millones de reproducciones tienen la culpa) cerrando la (enorme) fiesta, como ella misma la había definido minutos antes. De eso se trataba.