Todos los fallecidos en el incendio del edificio devorado en Valencia quedaron atrapados en las plantas más altas
La policía científica localiza un décimo cadáver entre los escombros
Los 10 fallecidos en el incendio que el jueves arrasó un complejo de viviendas en Valencia vivían en los pisos octavo y noveno. Son las plantas superiores a la del punto en el que se inició el fuego, el séptimo, por causas de momento desconocidas. Esas dos plantas se convirtieron en una ratonera entre la voracidad de las llamas y el asfixiante humo que, en pocos minutos, invadió los dos bloques de 14 y 10 alturas en los que se repartían las 138 viviendas. El sábado, ...
Los 10 fallecidos en el incendio que el jueves arrasó un complejo de viviendas en Valencia vivían en los pisos octavo y noveno. Son las plantas superiores a la del punto en el que se inició el fuego, el séptimo, por causas de momento desconocidas. Esas dos plantas se convirtieron en una ratonera entre la voracidad de las llamas y el asfixiante humo que, en pocos minutos, invadió los dos bloques de 14 y 10 alturas en los que se repartían las 138 viviendas. El sábado, la policía científica localizó un décimo cadáver, el que faltaba hasta completar la lista de desaparecidos. Aun así, la delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Pilar Bernabé, aseguró que se va a seguir buscando “palmo a palmo” por los escombros de un edificio del que apenas queda la estructura. “Necesito pensar que no vamos a encontrar más”, deseó Bernabé.
Afortunadamente, a la hora en la que se inició el fuego, las 17.30, muchos de los más de 400 habitantes del complejo no se encontraban en sus viviendas. Otros percibieron las llamas y el humo a tiempo y salieron del edificio. Algunos más fueron avisados por el conserje, que les instó y ayudó a que bajaran a la calle. Una pareja fue rescatada por los bomberos de un balcón, tras dos horas de angustiosa espera, cuando los efectivos ya habían alcanzado los balcones de las plantas más bajas con escaleras por las que liberaron a algún vecino. Incluso alguno utilizó el ascensor para llegar a la planta baja y poder huir del fuego. Pero hubo 10 no lograron salir. Todos ellos estaban en las plantas superiores.
El jefe de bomberos del Ayuntamiento de Valencia, Enrique Chisbert, ha defendido la actuación de sus compañeros, que también ha sido alabada por los representantes de todas las instituciones. “Vimos a bomberos que pensaban que en ese momento se despedían de su trabajo e incluso de su vida”, dijo Pilar Bernabé. El Ayuntamiento de Valencia, presidido por María José Catalá, aprobó una declaración institucional en la que se agradece la “entrega y abnegación” de los cuerpos y servicios de seguridad y emergencias y, “muy especialmente”, las de los bomberos. Uno de ellos, que resultó herido, vio especialmente de cerca el acecho del fuego y pidió a sus compañeros, a través de su walkie-talkie y con la voz entrecortada, que lo despidieran de su esposa y le dijeran que la quería.
Pero la labor de los bomberos también está siendo cuestionada porque, en los pisos más altos, algunos efectivos les recomendaron a los vecinos no abandonar sus viviendas. “Son el lugar más seguro si el edificio garantiza las condiciones de sectorización, mientras nosotros podemos extinguir el incendio”, aseguró el jefe de Bomberos. “Seguimos el protocolo habitual. A las viviendas que tienen peligro, si se meten en la caja de escalera para evacuar en un edificio con humo, lo que recomendamos siempre es que [los vecinos] se queden en sus casas. Si hay condiciones de sectorización, es lo mejor. Lo contrario puede ser una evacuación desordenada que puede provocar múltiples víctimas”, mantuvo.
La obra del edificio devastado por el fuego acabó en 2008. El proyecto se acogió a las normas de protección contra incendios de 1996, puesto que cuando se construyó no había entrado en vigor la nueva reglamentación. Las posteriores reglas son más restrictivas y exigen esa sectorización de la que habló el jefe de bomberos, que busca evitar que el fuego salte de una planta a otra y que existan compartimentos estanco en las escaleras, que han de estar separadas de las viviendas por una puerta.
El “procedimiento operativo de intervención en incendios en edificios de gran altura” de los bomberos aludido por Chisbert recoge que en la ciudad de Valencia hay más de 100 edificios de más de 15 plantas “a efectos de una posible intervención en incendio”. El documento señala además su antigüedad y el dato orientativo “para conocer qué normativa se le aplicó en lo que respecta a seguridad contra incendios”. El edificio incendiado en Campanar, de 14 plantas, no figura, por lo que, antes de llegar, los bomberos no podían saber sus características. Tampoco cuánto iba a acelerar el fuego el viento del sur que soplaba virulentamente en el enclave donde que se encuentra el inmueble. “Creo que el comportamiento del fuego se ha visto en todo el mundo. Pueden sacar sus conclusiones, se extendió a una celeridad muy grande”, argumentó el jefe de Bomberos.
El protocolo sí plasma los principales objetivos y actuaciones por orden de prioridad, “aunque no siempre lleven el mismo orden secuencial en su resolución”: “velar por la seguridad de los intervinientes; salvamento de personas; salvamento de animales y bienes materiales; control y extinción del incendio, ventilación de humos y gases de incendio; corte de suministros afectados, (gas, electricidad, agua); inspección de las viviendas, locales y zonas afectadas; protección de la zona de trabajo y alrededores; comprobación de la completa extinción del incendio mediante la utilización del visor térmico para descartar focos ocultos”, forman parte de los primeros puestos de la lista. “Los compañeros bomberos, obviamente, como es normal, se estuvieron arriesgando incluso por encima de nuestras posibilidades durante toda la intervención. No me gustaría hacer un show, pero las primeras dotaciones sufrieron el peligro muy de cerca”, mantuvo Chisbert. Uno de sus efectivos permanece ingresado, aunque su vida no corre peligro. Otro fue dado de alta el sábado.
Quienes también siguieron trabajando fueron los forenses del Instituto de Medicina Legal que analizan, en colaboración con la Policía Nacional, los 10 cadáveres para la plena identificación de todos los fallecidos y sus autopsias. Cuatro de ellos corresponden a una familia formada por una pareja y sus dos hijos, de tres años y apenas una semana de vida. También el de una mujer, ya jubilada, que deja dos hijos. La fase de identificación de las víctimas conlleva unas labores complejas, ya que, dependiendo del estado de los cadáveres, se precisa del cotejo con pruebas de ADN de familiares, para que existan todas las garantías. Una vez estén completos los informes forenses, serán remitidos al Juzgado de Instrucción número 10 de Valencia, en el que se instruyen las diligencias y la investigación para el esclarecimiento de los hechos y la determinación de si ha habido algún tipo de negligencia.
Valencia enmudeció el sábado a las 12.00, con la celebración de un minuto de silencio en la plaza del Ayuntamiento y otro en la rotonda que existe frente al edificio, convocada por las fallas del sector, que se han volcado en la recogida de ropa, comida, material escolar y productos de higiene. Todo aquello que puedan necesitar las otras víctimas: aquellos que se han quedado sin vivienda y, en algunos casos, sin siquiera documentación.
En el minuto de silencio “oficial”, participaron el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón; la alcaldesa de Valencia, María José Catalá; la ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant; la delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Pilar Bernabé, y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. También estuvo allí Julián, el conserje del complejo residencial que ha colaborado con la policía en la identificación de desaparecidos y víctimas, y que ayudó en el rescate de los vecinos: “Hice todo lo que estaba en mi mano, hasta que el humo me dejó”, manifestó. “Es muy duro, es muy duro ver todo eso, la verdad, es muy duro”, lamentó. En el oficioso, falleros, vecinos y curiosos dieron un atronador aplauso tras el silencio, pero prácticamente nadie se movió, incluso varios minutos después, impactados ante la mole negra en la que ha quedado convertido el edificio y en las calles colindantes en las que aún huele a humo.