Borriana, el puerto refugio de los barcos rescatadores de migrantes en el Mediterráneo
La ayuda del grupo de apoyo L’ Aurora, con casi 150 voluntarios, consolida el muelle cercano a Castellón como base de operaciones de varias ONG
Puerto de Borriana (Castellón), noche cerrada de marzo. Cincuenta personas despiden en el muelle al barco Louise Michel que, tras más de dos meses de parada, parte al Mediterráneo Central para rescatar a migrantes cuyo sueño de llegar a Europa corre el riesgo de tener un final dramático. Abrazos, emoción y bocinas. “Se me eriza el pelo al recordarlo”, cuenta el voluntario Manuel, de 45 años.
Desde entonces, Manuel y el resto de ...
Puerto de Borriana (Castellón), noche cerrada de marzo. Cincuenta personas despiden en el muelle al barco Louise Michel que, tras más de dos meses de parada, parte al Mediterráneo Central para rescatar a migrantes cuyo sueño de llegar a Europa corre el riesgo de tener un final dramático. Abrazos, emoción y bocinas. “Se me eriza el pelo al recordarlo”, cuenta el voluntario Manuel, de 45 años.
Desde entonces, Manuel y el resto de componentes de l’Aurora Grup de Suport siguen en la distancia su viaje. Celebran cada vez que los chalecos y las mantas que ayudaron a cargar en sus bodegas rescatan a alguien y sufren al saber que Italia les ha retenido por acudir a un nuevo rescate mientras se dirigían a un puerto seguro tras una primera intervención. Así, hasta que vuelvan a entrar por la bocana del puerto, agotados física y psicológicamente, y necesitados de manos que ayuden a reparar su cubierta, pero también de una cara amiga con quien charlar. La asociación ha atendido y aportado suministros a 12 barcos diferentes de cooperantes, en más de 45 atraques, a lo largo de casi ocho años.
Todo empezó en este puerto de Castellón en 2015 con el Dignity, de Médicos sin Fronteras. “Llegó porque el varadero es antiguo, pero muy versátil, la empresa trabaja bien y no es especialmente caro. No hay muchos así”, explica Vicent Aleixandre (44 años), uno de los fundadores de L’Aurora. Cuando un tiempo después llegó el conocido Open Arms, este diseñador gráfico fue uno de los que se acercó “a echar una mano” en lo que necesitaran. “Luego llegó el Alyan Kurdi, que tenía el problema del idioma y no tenía mucha experiencia. Ahí vimos que no éramos capaces de canalizar las necesidades con los movimientos sociales de Borriana. Nos plantábamos dos soldadores, duplicábamos trabajos… Había que hacer algo ad hoc y así nació L’Aurora”, recuerda.
El nombre elegido de esta entidad que se dedica a ayudar a rescatar vidas en el Mediterráneo tiene su origen en el de la sociedad de trabajadores que gestionaba en 1930 los trabajos de carga de los vapores en este puerto y que cubría con las cuotas de sus socios las bajas, jubilaciones y ayudas por muertes en el trabajo. El grupo formado por colaboradores se financia con la venta de sus productos y con una caja de resistencia. Sus planes pasan por instalar un almacén y una oficina en el propio puerto, con nuevos equipos informáticos e internet para compartir con las tripulaciones.
Empezaron gestionando almacenes para guardar la carga mientras se reparaban los barcos, ayudando en esas tareas de mantenimiento, buscando pisos para los voluntarios y tramitando documentación… y todo con buen clima y una sonrisa. Entre las ONG se corrió la voz y Vicent cuenta que han llegado a tener hasta nueve barcos a la vez, lo que les hizo ampliar su labor a los puertos de Benicarló y Vinaròs (también en Castellón). Al ser pequeños, la Autoridad Portuaria es la Generalitat, lo que facilita mucho los trámites. “Vamos haciendo un tetris según el sitio y las necesidades de cada barco”, explica. Incluso han usado el de Puerto de Sagunto. Vicent es uno de los miembros del equipo de coordinación que está disponible “24 horas al día y siete días a la semana”. Son siete voluntarios, como las cerca de 140 personas que forman parte del grupo. “Te puedes implicar hasta donde quieras o puedas”, subraya.
Un par de ordenadores, dos o tres grupos de WhatsApp y mucha voluntad forman la estructura. Cuenta Manuel que él es de Borriana y que oyó hablar de L’Aurora hace tiempo. “Quería ayudarles, pero me faltaban horas en el día entre el trabajo y las aficiones. Ahora me he dejado otras cosas y estoy encantado”, asegura.
De mecánicos a rescatados
La dinámica es sencilla y efectiva. “Los coordinadores ponen las solicitudes en el grupo. Por ejemplo: ‘Hay que devolver al Humanity el material que sacamos de la bodega. Tal día, a tal hora. Hacen falta diez personas’. Ponen una lista, te apuntas y si puedes aportar vehículo, lo pones”, resume.
Él estuvo este viernes cargando las bodegas del barco alemán. Las labores son muy variadas. “Puedes tener que ir a recoger o llevar tripulación a la estación o acompañar a sellar pasaportes de extracomunitarios a Capitanía. También pintar los barcos y hacer trabajo en cubierta o ir con ellos a comprar. Lo que surja. Ahora, por ejemplo, acaba de llegar un chico de Alemania que se embarca como voluntario y ha venido con su furgoneta camperizada, que es su casa, todo lo que tiene. Hemos encontrado una nave vigilada donde la puede guardar estos meses”, explica.
Hay colaboraciones más delicadas. A veces hacen de migrantes en las prácticas de rescate que estos barcos ensayan frente al puerto. “Yo estuve con el Aita Mari. Le hablaba en francés a mi rescatador porque aunque sabía que no lo dominaba, también pensaba que tendría que gestionar esa situación en un rescate real”, reflexiona.
Los lazos se van estrechando. “En noviembre pintamos la cubierta del Sea Eye y al poco de irse rescataron a 80 personas y la gente de la tripulación con la que habíamos estado trabajando nos mandó un mensaje contándonoslo. Te hace una ilusión tremenda, lo sientes como tuyo”, admite.
Un “equipazo” de amigos
Esas relaciones son clave en esta historia, incide Vicent. “Cuidamos de las entidades y de los barcos, pero también de las personas, de gente que tiene una militancia muy importante y que vive situaciones muy complicadas. Llegan agotados porque la actividad es dura y más si hay muertos. Se crean vínculos muy importantes. Nos vemos como la retaguardia de unas brigadas internacionales de rescatadores que les ayudan ante el muro de incomprensión y criminalización que existe”, afirma.
“Son cosas que harías con un colega”, apunta Manuel. “Hay veces que se trata de hacerte una cerveza con ellos o de ir a ver algo de música en directo. Es gente que lleva mucho fuera de su casa y la idea es que noten que pueden contar con nosotros no solo para cuestiones profesionales o prácticas”, destaca.
Ricardo Sandoval es el capitán del Open Arms, uno de los cuatro barcos a los que L’Aurora ayuda estos días y destaca “la fraternidad” que se crea entre las tripulaciones y la gente del grupo al compartir vida y trabajos durante semanas. “Hay que hacer una varada anual y nosotros la hacemos siempre aquí. Empezamos en 2018 y la gente del pueblo se volcó. Ahora hay ONG que tienen el puerto como base”, explica. “Su ayuda nos da la vida. Los barcos son muy grandes y entre seis personas no los mantienes, se te comen. Con ellos puedes llegar a todo y, si usas bien lo que sabe hacer cada uno, montas un equipazo. Es como si tuvieras un consignatario, un agente conseguidor, que encima es una mano amiga que te ayuda en todo, para comprar un toldo, guardarte los chalecos o sacar tarjetas sanitarias”, agradece.
Combatir el odio
En sus inicios, la labor de L’Aurora atrajo las críticas de la ultraderecha y abrió un debate en la zona. “Los de Vox se hicieron un video diciendo que dábamos cobijo a los traficantes de inmigrantes y hubo mucho asedio en redes sociales”, recuerda Vicent. Después, la balanza de la opinión pública local se inclinó a su favor. “Hicimos una alianza con el pequeño comercio, el mercado municipal y empresas familiares para que fueran sus proveedores. Eso cambió cómo nos veían todos”, asume.
Blai tiene una frutería y defiende ese engranaje. “Es una cadena. Ellos están contentos y nosotros también”, asegura. Mimi es la dependienta y está feliz con sus clientes. “Son muy majos y hacemos mucha amistad. A veces les invitamos a un café para que estén como en casa. Siempre me dicen ‘en cuanto volvamos, venimos a veros’”, cuenta.
Las resistencias iniciales confirmaron que había otro trabajo que hacer tierra adentro. “Una de las partes más importantes del proyecto es la de la sensibilización de la población. Es la que más nos cuesta de estructurar, pero es muy importante a la larga. Tenemos toda la información de primera mano del problema migratorio y de la importancia de los rescates civiles, y es muy importante explicarlo, sobre todo, a los más jóvenes. Hay que combatir los discursos de odio”, subraya Vicent.
La sección Artistas al rescate les ayuda con exposiciones, pero también han creado un juego con el que completar las charlas que dan a estudiantes y que ya han probado con éxito en un instituto, como explica Carmela. “Tras leer unas fichas con historias reales de inmigrantes, deben colocar unas piezas de madera en equilibrio pero hacinadas en una patera. Se trata de que se puedan poner en su lugar. Luego deben encajarles otras a modo de chalecos, pero les explicamos que en realidad esos chalecos son los que les dan los barcos de rescate. La respuesta ha sido muy buena, los juegos son una gran manera de llegar a ellos y ya estamos pensando en hacer algo para Primaria”.