Blanca Paloma, de su cuarto de la música al escenario de Eurovisión
Familia, amigos y profesores de la representante de España en Eurovisión destacan su tesón, trabajo, sonrisa, amabilidad y su trayectoria vinculada siempre a lo artístico
Blanca Paloma se peleaba con su hermana por el micrófono instalado, cuando apenas tenían dos o tres años, en el “cuarto de la música”. Era, y es, inquieta, curiosa y creativa. “Blanca, ya está bien”, tenían que decirle sus padres, más de una noche, cuando se asomaban a su habitación y la encontraban pintando
Blanca Paloma Ramos Baeza será la representante de España en el Festival de Eurovisión y l...
Blanca Paloma se peleaba con su hermana por el micrófono instalado, cuando apenas tenían dos o tres años, en el “cuarto de la música”. Era, y es, inquieta, curiosa y creativa. “Blanca, ya está bien”, tenían que decirle sus padres, más de una noche, cuando se asomaban a su habitación y la encontraban pintando
Blanca Paloma Ramos Baeza será la representante de España en el Festival de Eurovisión y la encargada de defender en Liverpool el tema Eaea con el que espera traer a “la terreta” el conocido concurso de la canción europea. Siempre tuvo dotes artísticas y un arraigado sentimiento identitario. Es altetana de corazón, habla de “mi pueblo” y se refiere a El Altet, una pedanía de Elche (Alicante), que apenas sobrepasa los 6.000 habitantes.
Blanca Paloma estudió bachillerato artístico en el IES Misteri d’Elx. María José Calero, su profesora de dibujo artístico, recuerda que mientras la mayoría de sus compañeros se apuntaban a esta rama porque la consideraban más fácil para aprobar, “ella estaba muy interesada en lo que estaba estudiando”. La alegría y el orgullo de su triunfo en el Benidorm Fest ha llevado a recordarla y a bucear entre sus notas y trabajos para saber en qué destacaba, de pequeña, esa mujer que conmovió y triunfó con su Eaea. “En dibujo artístico sacó un nueve”, cuenta Calero que rememora cómo, en la prueba de Selectividad, tenían que hacer en una hora y media un bodegón y ella “iba sobradamente preparada”. Sin embargo, “las cuestiones metalingüísticas le costaban un poco”, añade Carles Barquero, su profesor de Valenciano. “Nada preocupante, lo aprobaba sin problema”, resuelve. Pero Barquero tenía claro que “estaba dotada para cuestiones artísticas, las lenguas no eran lo suyo”. “Se sentaba en primera fila, te saludaba por tu nombre, preguntaba, colaboraba y tenía una letra muy pulcra, muy artística”, rememora Barquero que también se acuerda de que siempre firmaba con su nombre completo “Blanca Paloma Ramos Baeza”, dice de carrerilla. Sus profesores la identifican años después. “Era muy bonica”, apunta Calero, que asegura que sigue igual de risueña.
Cuando el padre de Blanca Paloma, Fran Ramos, apenas tenía un año y medio la familia se trasladó de Lora del Río (Sevilla) hasta la pedanía ilicitana, de donde es la madre de la cantante, Mari Carmen Baeza. La abuela paterna, la ya conocida yaya Carmen por las veces que Blanca Paloma la nombró en la final del Benidorm Fest, era modista pero también el alma de la fiesta, el hilo musical de todas las sobremesas. La muerte de la yaya Carmen, en 2009, fue un punto de inflexión. Blanca Paloma se había mudado a Madrid para seguir con sus estudios como escenógrafa y vestuarista. Su padre recuerda que fue entonces cuando les llamó para decirles que iba a empezar a dar clases de canto. “Hubo un punto de inflexión”, asegura. Fue entonces también cuando, paseando por el mercado de Antón Martín en Madrid, escuchó un zapateado, procedente de la academia de baile Amor de Dios que regentaba Lina Fonteboa, una mujer que en apariencia le recordaba a la yaya Carmen. Blanca Paloma lo entendió como una señal de su abuela para que retomase el canto. Así lo hizo, empezó a dar clases de baile y cante flamenco. Formó parte de los grupos musicales De mar a mar y Afkay. “Quiso sacar lo que tenía y empezó a prepararse”, insiste su padre.
Pero lo cierto es que Blanca Paloma ha estado preparándose durante sus 33 años para alcanzar este momento de triunfo dentro de la música.
Aquel cuarto de la música de Blanca Paloma tenía moqueta, un puf, un equipo de música, un micrófono y una guitarra. Allí cantaba y bailaba. “Yo trabajaba 24 días como bombero y libraba dos, y esos dos días los pasábamos en esta habitación donde les ponía sevillanas y flamenco”, recuerda Fran Ramos. De adolescente, Blanca también solía escuchar a artistas como Laura Pausini o La Oreja de Van Gogh. Le gustaba bailar, moverse y cantar. Una de las mejores amigas de la cantante, a la que conoce desde que apenas tenían tres años, Amanda Gómez, recuerda que “era una niña inquieta, curiosa y creativa”. Asegura que “le gustaba hacer muchas manualidades, sobre todo en el patio”, que era muy risueña y no pasaba desapercibida. “Sabíamos que iba a llegar lejos”, asegura su amiga Amanda.
El Eaea es un homenaje a la yaya Carmen. No solo porque se trate de una nana flamenca inspirada en la dulzura de su abuela, sino también en la escenografía donde los flecos que cuelgan del techo en forma de círculo recuerdan a los que la yaya Carmen llevaba en un vestido. Además, representan, de alguna manera, la protección que ella sentía a su lado.
Desde el ayuntamiento de Elche se va a desplegar toda una campaña de apoyo para que alcance la victoria en el festival. Es más, no se descarta dar su nombre a una infraestructura de la ciudad como reconocimiento, no solo a su profesionalidad, sino también como agradecimiento por llevar el nombre de Elche y de El Altet por toda Europa. Muchos, incluso, ya están mirando vuelos para acompañarla en su paso por Eurovisión.
Blanca Paloma creció en El Altet, un lugar en cuya playa ondea, cada verano, la bandera azul y alberga el aeropuerto de la provincia por el que en 2022 pasaron más de 13 millones de pasajeros, uno de los que más flujo registra de la Comunidad Valenciana. Dejó su pueblo cuando terminó el bachillerato y se fue a vivir a Altea para estudiar Bellas Artes en la sede que la Universidad Miguel Hernández que años después le reconoció su currículum como “Universitaria Cinco Estrellas”. Siguió sus estudios en Barcelona y, por último, en Madrid donde hizo un máster de escenografía y vestuario. Su padre Fran indica que no solo está orgulloso de ella por lo que ha conseguido ahora, sino que “siempre ha estado muy bien amueblada”.
Cuando era adolescente, recuerda Amanda, se reunían en un local en El Altet y se montaban allí su propia fiesta porque Blanca “es muy sociable”. Su padre añade que su hija siempre ha sido “autosuficiente”. No le ha costado dinero, aclara. Porque cuando llegó a Madrid impartió clases de dibujo a niños y niñas y pronto empezó su trabajo como escenógrafa. En definitiva, Fran coincide en que llegar a Eurovisión “es una recompensa de todo el trabajo que ha hecho mi Blanca”. Aunque siempre están pendientes para que tenga los pies en la tierra, confían plenamente en ella. “Confiamos en Blanca todo el pueblo, la familia y sus amigos. No hay nadie mejor para representarnos”, añade Amanda. Todos coinciden en que “va a pellizcar el corazón de toda Europa”.