Entre la aprensión y la euforia
Cuando se acerca al final de su segunda legislatura, el Gobierno del Botánico busca recursos que ofrendar a sus potenciales votantes y con los que conjurar el mal fario de las encuestas
El barómetro de mayo elaborado por la empresa 40dB, dado a conocer el pasado miércoles por este periódico, ha agudizado la aprensión que embarga desde hace un tiempo a los dirigentes de la izquierda valenciana, al tiempo que ha provocado un efecto prozac entre los de la derecha indígena: se han venido arriba.
No hay mejor resumen del contenido del barómetro que sus titulares de presentación: “...
El barómetro de mayo elaborado por la empresa 40dB, dado a conocer el pasado miércoles por este periódico, ha agudizado la aprensión que embarga desde hace un tiempo a los dirigentes de la izquierda valenciana, al tiempo que ha provocado un efecto prozac entre los de la derecha indígena: se han venido arriba.
No hay mejor resumen del contenido del barómetro que sus titulares de presentación: “El PP de Feijóo frena el ascenso de Vox y alcanza al PSOE” y “El nuevo liderazgo popular trastoca el mapa electoral y sitúa a la derecha con mayoría suficiente para gobernar”.
Sabido es que los estudios sobre intención de voto no sirven como instrumentos predictivos, pero sí aprovechan para pergeñar diagnósticos orientados a corregir rumbos que, de mantenerse, puedan derivar en naufragio electoral.
En la Comunidad Valenciana la cita con las urnas más cercana se producirá -salvo cambio de criterio del presidente de la Generalitat, Ximo Puig- dentro de un año, fecha de celebración de los comicios autonómicos y municipales. Previamente, el próximo mes de junio, tendrán lugar las elecciones andaluzas, consideradas por analistas y politólogos el gran barómetro real que sí marcará tendencias extrapolables al resto de autonomías y medirá la aceptación o el desprecio que provoca cada una de las siglas en el conjunto del Estado.
El valenciano Gobierno del Botánico está inquieto. A las penosas secuelas derivadas de sucesivas crisis -Pandemia e invasión de Ucrania- se han venido a sumar titulares con epicentro en la corrupción transversal que salpica de lleno a destacados dirigentes del PSPV-PSOE y del PP, o que enmarañan el buen perfil electoral de su vicepresidenta y líder de Compromís, Mónica Oltra, cuya actuación -de su Conselleria- en el caso de la menor abusada por su ex pareja es objeto de investigación judicial.
Cuando se acerca al final de su segunda legislatura, el Gobierno del Botánico busca recursos que ofrendar a sus potenciales votantes y con los que conjurar el mal fario de las encuestas. El discurso de la financiación, de un nuevo modelo ajustado a las necesidades de la Comunidad Valenciana, tras siete años de gobierno y resultado “0″ ya no se sostiene, por más que siga siendo un recurso habitual en toda intervención pública de sus dirigentes. Tampoco parece importar en exceso a la vista de la pobre movilización que provoca entre los electores, pese a la unidad en el reclamo de ese nuevo modelo exhibida por partidos políticos y agentes sociales valencianos. Las preocupaciones ciudadanas se circunscriben al desempleo, la situación económica y la asistencia sanitaria, tres elementos que, he ahí la perplejidad, tienen mucho que ver con la financiación autonómica. El discurso de conjurar la hipoteca reputacional legada por lustros de gobiernos del PP también se ha visto comprometido por los titulares más recientes a los que aludíamos líneas arriba, y resta por saber en qué quedan y cómo nos benefician los fondos europeos Next Generation. En relación con estos sí puede exhibir el Botánico una buena noticia: la inversión de más de 3.000 millones de euros para instalar en Sagunto la gigafactoría de baterías para coches eléctricos de Volkswagen, con la creación -dicen- de miles de puestos de trabajo directos y otros tantos en diferido. El pasado jueves el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acudió a la presentación del proyecto, necesitado, también él, de una campaña de imagen matizadora de la inquina que despierta. El barómetro de EL PAÍS indica que se está produciendo transferencia de votos del PSOE al PP. Como dice un amigo: Pablo Casado era un “cuñado” al que nadie tomaba en serio; Núñez Feijóo es un “suegro” al que se respeta, a pesar de las discrepancias.
Ojo a las bandas socialistas: allí calienta musculatura política el líder del PSPV-PSOE en la provincia de Valencia, Carlos Fernández Bielsa, aspirante a todo si el próximo año por estas fechas los resultados de Ximo Puig, secretario general del partido, no están a la altura.