BESTIARIO INVERTEBRADO

Ana Oncina, la dibujante de cómic que vive de imaginar para sus fans

La angustia por lo que podía suponer el coronavirus para la industria editorial le animó a crear en exclusiva para sus seguidores. Desde entonces, unos cientos de mecenas son la base para que esta alicantina siga desarrollando su carrera

La ilustradora alicantina Ana Oncina realiza un boceto de dos de sus personajes.JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ

Hace dos años la incertidumbre era total. La Covid-19 colapsaba los sistemas sanitarios de medio mundo, los fallecidos por este coronavirus empezaban a contarse por cientos de miles y España se desperezaba lenta y tristemente tras un confinamiento inédito. Para la generación de artistas a la que pertenece Ana Oncina (Elda, 32 años) el Estado de Alarma supuso una inflexión inquietante. “No sabía qué iba a significar, pero las librerías habían cerrado, los envíos no llegaban y la única cosa que tenía en la cabeza era, ¿cómo me lo monto ahora?”, contesta la dibujante. Ella era mecenas de otras di...

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Hace dos años la incertidumbre era total. La Covid-19 colapsaba los sistemas sanitarios de medio mundo, los fallecidos por este coronavirus empezaban a contarse por cientos de miles y España se desperezaba lenta y tristemente tras un confinamiento inédito. Para la generación de artistas a la que pertenece Ana Oncina (Elda, 32 años) el Estado de Alarma supuso una inflexión inquietante. “No sabía qué iba a significar, pero las librerías habían cerrado, los envíos no llegaban y la única cosa que tenía en la cabeza era, ¿cómo me lo monto ahora?”, contesta la dibujante. Ella era mecenas de otras dibujantes a través de webs de micromecenazgo. “Pensé que era el momento y, bueno, hoy es mi base de ingresos”. Entre 250 y 300 personas apoyan a esta creadora en Patreon, “es el único pago con el que sé que cuento sí o sí cada mes”.

La historia de Oncina ha estado llena de primeras veces a la contra. Debutó con Croqueta y empanadilla, un best-seller en las cifras de la industria del cómic en España. “Era la primera vez que mis dibujos veían la luz públicamente. No utilizaba las redes sociales para mostrar lo que hacía, pero a mi familia y a mi pareja les gustó, me animaron a enviarlo a alguna editorial y la respuesta fue inmediata”, recuerda. Antes de acabar Bellas Artes en la Universitat Politècnica de València, acudió con este debut al Salón Internacional del Cómic de Barcelona y ganó el premio del público. “Fueron unos meses extraños, con una atención inesperada que se alternaba con publicar mis tres primeros libros, cambiar de ciudad y ponerme a trabajar de camarera en un hotel para poder seguir económicamente con todo”.

Establecida así en Barcelona, ciudad con el encuentro anual de referencia y la red de editoriales del cómic a la que quería ligarse, Oncina empezó a dibujar para libros de texto y campañas. La presencialidad en ferias, talleres y certámenes le abrió las puertas que faltaban hasta su profesionalización: “me encanta conocer a mis seguidores. Me sienta bien saber qué les gusta. Ahora, con los envíos, pienso mucho en cada pegatina que adjunto, en el sobre, disfruto de la autogestión de todo esto porque crea un vínculo diferencial”. Entre las ‘recompensas’ exclusivas que ofrece en su Patreon, además de textos personales, se incluyen dos nuevas historietas al mes de Croqueta y empanadilla. No obstante, el verdadero éxito de su oferta ha llegado de la mano de las láminas físicas, numeradas y firmadas, que los principales microfinanciadores reciben en casa una vez al mes. La mayoría mantiene una suscripción anual y, dado que Oncina produce todo en inglés y castellano, le permite tener un 15% de seguidores para los que produce en exclusiva fuera de España.

Esta nueva base económica permite a Oncina explorar nuevos proyectos como dibujante, como su primer manga autoconclusivo (Just Friends, edita Planeta. Antes, el divertidísimo álbum Los f*cking 30). Sin embargo, su inquietud viene de lejos y ha sido desde editora de revistas en el sector a docente. Pero esta base mensual de ingresos está proporcionándole “un momento perfecto. Siempre he deseado tanto la autoedición como la autogestión, aunque arrancara mi carrera de la mano de editoriales. De un lado, esto me está permitiendo ser más selectiva con los encargos que no son obra propia. De otro, intensifica mi relación con el público”.

Esa conexión sigue sorprendiéndole cuando le suceden cosas como “que una niña se emocione al conocerme en persona” y le ha llevado a convivir con historias personales como la de otra seguidora “cuya pareja falleció en accidente de tráfico, pero gracias a Croqueta y empanadilla, me contó, puede volver de alguna forma a sus buenos recuerdos. Si ya me sorprendo con cada nuevo mecenas, con cada firma que hago, cómo no voy a abrumarme con este tipo de feedback”. En estos días vuelve a la intensa actividad post-Covid, con maratonianas jornadas de firmas por Sant Jordi y una agenda de talleres y presencia en eventos que parece devolverle a su estado prepandemia. En su caso, llegando a este ‘incierto futuro’, afianzada en una independencia que le otorga la capacidad de desarrollarse más rápido como artista.

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