El PP valenciano en su carajal: todos quieren medrar
Carlos Mazón anda haciendo equipo, preparando su asalto al poder, y tratando de exorcizar su perfil de antiguo zaplanista sin ascendencia en Valencia
El circo político montado alrededor de las elecciones madrileñas excita en mí reacciones similares a las que provoca el llamado síndrome del domingo por la tarde: cansancio, desencanto y pesimismo. Madrid es hoy, todavía más, el centro del universo patrio, en sana competencia co...
El circo político montado alrededor de las elecciones madrileñas excita en mí reacciones similares a las que provoca el llamado síndrome del domingo por la tarde: cansancio, desencanto y pesimismo. Madrid es hoy, todavía más, el centro del universo patrio, en sana competencia con Cataluña (cansancio); una confiaba, todavía, en descubrir vida inteligente entre eslogan ramplón y eslogan simplón (desencanto); el corsé de la política española aprieta y ahoga, y la polarización es ya estructural y no flor de un día (pesimismo). Añadamos a la fórmula magistral un par de cucharadas de fatiga pandémica, más unas gotas de desesperación, destiladas por el caos de las vacunas, y la realidad nos sitúa en un eterno y casposo escenario de domingo por la tarde.
Si el próximo 4-M se confirma el ayusazo que la demoscopia pronostica, el saldo de la batalla madrileña será que el PP de Isabel Díaz Ayuso se ha hecho con los restos del naufragio de Ciudadanos (Cs), y que una fracción de los electores de Vox, como el hijo pródigo, ha regresado a casa.
La encuesta preelectoral dada a conocer por el CIS hace un par de semanas reflejaba que casi el 49 por cien de los votantes madrileños de Cs en 2019 han decidido reorientar su voto al PP en la cita del 4-M. Otros estudios demoscópicos elevan la apuesta y dan por hecho que 7 de cada 10 antiguos electores de la marca naranja apostarán en los comicios madrileños por el partido que todavía lidera Pablo Casado.
Si las urnas confirman los datos aportados por las encuestas, la resaca tras el 4-M invitará a preguntarse qué puede suceder en otras autonomías, verbigracia, la valenciana, cuyo electorado es especialmente sensible a los movimientos electorales con epicentro en la capital del Reino. Nota: un 64 por cien de valencianos se siente tan español como valenciano, y un 23,6 por cien, únicamente español (CIS 2020).
Recordemos que en las autonómicas de abril de 2019 -celebradas en paralelo a las generales en virtud del adelanto electoral decidido por Ximo Puig- la lista de Cs, encabezada entonces por Toni Cantó, registró la suma de 470.676 papeletas. Ese es el botín al que aspira a acceder, sino en su totalidad, sí en buena parte, el PP valenciano. De lograr el PPCV su objetivo, protagonizar en la próxima cita con las urnas un ayusazo a la valenciana, la formación conservadora recuperaría en la autonomía la vitola de partido más votado, desplazando al PSPV-PSOE a una incómoda segunda posición. Incómoda porque, no lo olvidemos, son los socialistas valencianos los que lucen ese distintivo desde 2019 y lideran el Gobierno del Botánico desde la misma fecha.
¿Significa esto que estamos a las puertas de un cambio de ciclo político en la Comunidad Valenciana? No. Una cosa es ganar las elecciones y otra contar con los apoyos parlamentarios necesarios para formar gobierno. Para más información, preguntar al candidato socialista catalán, Salvador Illa, experto en perder ganando.
Estimulados por las buenas perspectivas que emanan de Madrid, los populares valencianos, al olor de una viable recuperación electoral, han abierto el casting para elegir al dirigente que asumirá las riendas del PPCV en el próximo Congreso regional y liderará el asalto a la Presidencia de la Generalitat.
La teoría del cisne negro es aplicable al PPCV. Hace una semana el asunto del futuro liderazgo de los populares valencianos se dirimía entre una candidata, Isabel Bonig, a quien los suyos dan por amortizada, por más que ella insista en querer revalidar el liderazgo, y un tapado cada vez más al descubierto, el presidente de la Diputación de Alicante, Carlos Mazón, a quien todos en el partido reconocen ungido por el favor de Pablo Casado y Teodoro García Egea. Pero han aparecido dos cisnes negros, sorpresivos, sí, aunque de bajo impacto, dada su limitada influencia orgánica y política: el alcalde de Ayora, José Vicente Anaya, y Stephane Soriano, concejal de Benaguasil.
En los procesos precongresuales este tipo de maniobras son frecuentes y responden a la intención de los patrocinados y sus patrocinadores -las llamadas familias de la organización- de mantener cuotas de poder en los órganos del partido que resulten elegidos durante la cita congresual.
Uno de los personajes que mejor resumió la loca década de los años 90 fue Bernard Madoff, fallecido esta misma semana en una cárcel norteamericana. Reputado asesor de inversiones durante largos años, el estafador Madoff dijo en su descargo, cuando el chiringuito se vino abajo y llevó a la ruina a todos sus clientes: “El problema es la avaricia: todos querían más y más”.
Pues lo mismo en el PPCV. Todos quieren medrar y estar bien situados por lo que futuro pueda deparar.
Hay quien apunta que la dirección nacional del PP no tomará cartas en el carajal valenciano antes del 4-M; otros dan por hecho que las decisiones se precipitarán en breve para abortar el espectáculo de un partido abierto en canal, con una lideresa cuestionada, un tapado que no arranca, y un ramillete de espontáneos que se lanzan a la arena sin que nadie les haya dado la alternativa.
Soy de la opinión que las decisiones ya están tomadas; que Carlos Mazón será el próximo presidente del PPCV y candidato a la presidencia de la Generalitat, y que a Isabel Bonig le ofrecerán una salida digna fuera de la Comunidad Valenciana. Como dice un amigo, pura táctica de baloncesto yugoslavo: repetir las jugadas que ya han sido probadas con éxito. Con Alberto Fabra no salió mal.
La comida y la larga sobremesa que mantuvieron hace unas semanas en Valencia Carlos Mazón y la candidata a la alcaldía de la ciudad, María José Catalá, ratifica mis impresiones. Mazón anda haciendo equipo, preparando su asalto al poder, y tratando de exorcizar su perfil de antiguo zaplanista sin ascendencia en el cap i casal. A Mazón no le preocupan sus resultados en Alicante, le inquietan poco los de Castellón, pero sabe que sin Catalá en la alcaldía de Valencia, él no será presidente del Consell.