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A especular, a la bolsa

Los ultras siempre están al acecho de dónde meter la zarpa para tener eco; ahora se trata de multiculturalismo, seguridad y okupaciones

Tengo una buena noticia: “Si hoy, un ciudadano de Cataluña pierde su trabajo, pasa un mal momento, pero sabe que tiene muchas probabilidades de encontrar otro empleo”. Y una mala: “Si hoy, un ciudadano pierde su vivienda, se angustia porque no tiene garantizado encontrar otra”. Este es el diagnóstico del ...

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Tengo una buena noticia: “Si hoy, un ciudadano de Cataluña pierde su trabajo, pasa un mal momento, pero sabe que tiene muchas probabilidades de encontrar otro empleo”. Y una mala: “Si hoy, un ciudadano pierde su vivienda, se angustia porque no tiene garantizado encontrar otra”. Este es el diagnóstico del president Salvador Illa que define cuál es, hoy por hoy, el elemento número uno de la desigualdad social. Ya no es el paro, sino la vivienda. Lo que no deja de ser doblemente triste, porque revela que la lucha por un crecimiento económico que conlleve un aumento de la ocupación ha sido insuficiente para lograr sociedades más justas.

Ciertamente, Cataluña y España no tienen los parados del 2008 o, por supuesto, los de principios de los 80. Los gobiernos de izquierdas de los últimos años han tomado unas cuantas medidas en el campo laboral, pero, entretanto, el precio por tener un sitio donde llegar a la vuelta del curro pegaba un acelerón de no te menees.

Fíjense que hace años que la extrema derecha ya no acusa a la inmigración de quitar los trabajos a los “de casa”; los ultras siempre están al acecho de dónde meter la zarpa para tener eco; ahora se trata de multiculturalismo, seguridad y okupaciones. Y si hoy hablamos de sindicatos, ¿cuánta gente, especialmente jóvenes, no pensará antes en el de Llogateres que en UGT o Comisiones Obreras?

El drama de la vivienda es tal que no necesita un pretexto concreto para convertirse, una sesión tras otra, en tema central de las preguntas parlamentarias al president. Este miércoles, de nuevo. Ha sido Alejandro Fernández (PP) quien primero ha arremetido contra las políticas de vivienda de la izquierda, sea la reserva del 30% de pisos públicos en las nuevas promociones, sea el tope del alquiler. Su alternativa es facilitar las cosas a los constructores y propietarios. Esas propuestas son las que permiten al president contrarrestar con un mensaje más socialdemócrata, como si estuviera guiñando el ojo continuamente a Esquerra y Comuns (“¿Lo veis como estoy en vuestro bando?”).

Si tendría ganas de hablar del asunto que este ha sido el pase al hueco que le ha lanzado, no por casualidad, el portavoz de su partido, Ferran Pedret (PSC): “Le querríamos pedir una reflexión sobre cuál ha de ser la orientación general de las políticas de vivienda en Cataluña.” Pedret ha aprovechado para cargarse las políticas de liberalización del suelo de los años de José María Aznar, por si Alejandro Fernández se daba por aludido. Illa: “Gracias, señor Pedret”. Faltaba añadir: “Me alegra que me haga esta pregunta”. Illa ha defendido la intervención del mercado y la lucha contra la especulación: “¿Usted quiere hacer negocios, quiere ganar mucho dinero, no tiene suficiente con una rentabilidad del 10, quiere una del 15, del 20? Pues vaya a otra parte: mire, la bolsa está subiendo mucho”. Entretanto, ha asegurado, sin concretar mucho, que su promesa de 50.000 pisos nuevos está en marcha, aunque “no hay soluciones mágicas”. Ya, ya.

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