Ir al contenido

The Jayhawks, reyes del festival de quienes no van a festivales

El Feroe echó a andar en el Poble Espanyol apelando a música calmada y habitabilidad

Una carpa acondicionada. Muchas canas. Ninguna apretura. Solo tres actuaciones. Final al filo de medianoche. Tranquilidad. Una parada con venta de discos. De vinilo mayormente y algún compacto. Público seleccionando con esmero en qué papelera tirar los residuos. Copas de plástico, pero copas, para beber vino. El escenario, único, cerca. Barras sin aglomeraciones. Y, motivo central del asunto, muy buena música. No, no parece un festival, concepto que se asocia a juventud, idas y venidas, múltiples estímulos, publicidad atosigante y vestuarios delirantes para significarse entre la masa o incitar ritos de cortejo. Era la primera jornada del festival Feroe, que en otra pirueta insólita vio triunfar a sus dos primeros reclamos, The Weather Station y The Jayhawks, y que perdió algo de público para el teórico cabeza de cartel y artista que actuó en último lugar, The Tallest Man On Hearth. Cuando todo parece inventado, alguien descubre que no es así.

Otro descubrimiento, este no tan complaciente: el público adulto también habla, y bastante, durante los conciertos, no es solo una falta de urbanidad atribuible a los más jóvenes. La música de The Weather Station descansa en buena medida en la cálida y casi susurrante voz de su líder y compositora, la canadiense Tamara Lindeman, que hubo de compartirla con el murmullo de las conversaciones de parte de la asistencia. Su delicadeza, la belleza de sus composiciones, los arreglos, en ocasiones jazzys, de saxo y flauta, la sutileza del piano y el empaque de su repertorio fueron acallando esas conversaciones para finalmente imponerse.

Proyecto ya con siete discos, su registro de folk con marcadas derivaciones pop puede recordar a Fleetwood Mac, y el tacto delicado de sus canciones engarzó perfectamente con la idea del Feroe, música para ser escuchada en un ambiente sin estridencias y con comodidad. Quienes estuvieron más al quite, incluso sentados. Temas como Parking Lot o Body Moves destacaron en un repertorio corto, una hora, consagrado a interiorizar un fondo textual que habla de cómo encajar el cambio climático o el equilibrio mental. Belleza con miga.

Tras media hora de descanso para deambular por la plaza central del Pueblo Espanyol donde se ubica la carpa, lo único real del curioso recinto, The Jayhawks elevaron el tono de la noche con sus aromas de las praderas de los Estados Unidos. Propuesta con alma country, acabado pop y nervio rockero para sembrar con animada melancolía al respetable, que en aquel momento llegó a su punto máximo de afluencia, más un millar de personas que en cuanto corra el boca / oído promete crecer en próximas ediciones de un festival que no desea superar las 3.000 personas. La comodidad es un deseo insobornable del Feroe. La veterana banda de Minneapolis entregó un repertorio con medios tiempos en el que convivieron sin estridencias piezas nuevas con éxitos infalibles como la terna que remató su buen concierto, I’d Run Away, Blue y la muy aplaudida Bad Times, una versión de Grand Funk Railroad que habla de amores sin eco ni reciprocidad. Bello lamento entre un público que mayormente ya dejó atrás el revolcón hormonal del enamoramiento pero para el que el amor sigue teniendo sentido. Otro sentido, pero sentido.

Y como cierre un dinámico y gesticulante cantautor folk, con la sola compañía de su acústica y ganas de compartir anécdotas y comentarios. Se llama Kristian Matsson, se hace llamar The Tallest Man On Hearth, es sueco y le gusta mucho Dylan. El público ya no era tan numeroso como con The Jayhawks, pero lo mantuvo bien atento a un cancionero acústico defendido con mucho tesón. A medianoche todo había acabado, el transporte público aún funcionaba y la jornada, que en los demás festivales justo emboca su tramo más alterado, en el Feroe echaba el telón. La edad no perdona. Y para ese segmento de público, al que no cabe olvidar, ha nacido el Feroe, al que aún le quedaba una segunda jornada para ir de festival poco más o menos como se va al cine o al teatro.

Archivado En