Generación ‘milhomes’
El libro de David Madí ‘Merecer la victoria’ contiene más maledicencias que novedades y explica más sobre el tipo de mente de quienes dirigieron el independentismo que sobre el independentismo mismo
La clave generacional supera a veces cualquier otra explicación. La experiencia compartida de un grupo de amigos de la misma edad se convierte a veces en la llave interpretativa de la historia. No es una llave universal, ni mucho menos. A veces no abre ninguna puerta y solo sirve para confundir. En otras, en cambio, encaja tan bien en la cerradura de los acontecimientos que termina convirtiéndose en imprescindible.
Este parece ser el caso del grupo de jóvenes nacionalistas aglutinados alrededor de la familia Pujol que promovieron a Artur Mas como sucesor del presidente de Convergència y...
La clave generacional supera a veces cualquier otra explicación. La experiencia compartida de un grupo de amigos de la misma edad se convierte a veces en la llave interpretativa de la historia. No es una llave universal, ni mucho menos. A veces no abre ninguna puerta y solo sirve para confundir. En otras, en cambio, encaja tan bien en la cerradura de los acontecimientos que termina convirtiéndose en imprescindible.
Este parece ser el caso del grupo de jóvenes nacionalistas aglutinados alrededor de la familia Pujol que promovieron a Artur Mas como sucesor del presidente de Convergència y de la Generalitat y luego se convirtieron en protagonistas destacados de la intentona secesionista de 2017. Lo cuenta en Merecer la victoria, libro firmado por David Madí, un destacado militante nacionalista al que José Antich, exdirector de La Vanguardia y fundador del periódico digital El Nacional, vinculado y financiado por el entorno de Junts, presenta como el estratega en jefe del proceso independentista.
Sorprende el título e incluso la portada, ilustrada con un dibujo de Winston Churchill en un gesto conminativo con el dedo señalando al lector. También sorprende la cita de apertura (”En la guerra, determinación. En las derrotas, resistencia. En la victoria, generosidad. En la paz: buena voluntad”) y las reiteradas referencias del autor a su admirado premier conservador, el político extranjero más inspirador para quien fue al parecer el jefe del Estado mayor del independentismo derrotado. También es elocuente el subtítulo, Una visión imprescindible del conflicto catalán, en la que el autor se adelanta a la crítica con un torpe e injustificado elogio de sí mismo. Cuadra con el tono de las instrucciones dirigidas al lector y propias de un libro de autoayuda, en las que adelanta también, con notable osadía y tuteo incluido, las reacciones que suscitará: “un relato que te interesará, te hará sentir orgulloso y te indignará”.
La realidad es que su interés es escaso. Hay más maledicencias que novedades en sus pretendidas revelaciones. Se cuela incluso algún bulo lamentable, sin prueba ni testimonio vivo alguno que pueda contradecirle, contra uno de los periodistas que mejor resistieron a los abusos de poder de la Generalitat pujolista, y en concreto al propio Madí cuando era la mano derecha de Artur Mas, entonces conseller en cap en el gobierno del presidente Pujol. Explica más sobre el tipo de mente de quienes dirigieron el independentismo que sobre el independentismo mismo. Pocos son los que pueden sentirse orgullosos, ni de los desgraciados sucesos sobre los que Madí exhibe su protagonismo intelectual, ni de la limitada capacidad reflexiva que ofrece en su explicación. No es extraño que la califique de “novela de no ficción”, puesto que versa sobre nuestra historia reciente, pero se aproxima a ella como si fuera una fantasía política urdida por un grupo de jóvenes a los que ahora, cuando ya son mayorcitos, su clandestino inspirador y estratega les explica las causas del fracaso, previa y reiterada aclaración de que se trata de “un relato para adultos”.
No hay duda de que eran unos adolescentes los que creyeron hacer historia con la campaña conocida como Freedom for Catalonia, con la que el entorno juvenil de Pujol pretendía aprovechar los Juegos Olímpicos del 92 para internacionalizar prematuramente la causa de una independencia para la que se sentían llamados a movilizarse en su vida adulta. No es indignación lo que provocan aquellos muchachos que creyeron entonces hacer historia, ni las penosas explicaciones actuales de su estratega en jefe una vez obtenido el penoso resultado que todos conocemos. Si acaso provocan conmiseración. Con tales jefes se entienden todas las derrotas. Pueden estar tranquilos sus enemigos seculares.
Indigna, en cambio, que consiguieran hacerse con el timón del país durante tantos años y sigue indignando que sigan persistiendo en su capacidad para enredar e impedir que Cataluña sea de nuevo gobernada y lo antes posible. En pocas ocasiones un partido catalán ha tenido en sus manos tanto poder, y en pocas ocasiones se han desperdiciado tantas oportunidades con tanta alegría y tanta irresponsabilidad, o se han aprovechado solo para la vanidad y el disfrute personales. “A nuestra generación —escribe Madí— le tocaba tomar el relevo de la de Pujol y situar el horizonte nacional justo un escalón antes de la independencia, así como escoger la generación posterior, que remataría el trabajo”. Ni una cosa, ni la otra. El desastre es fenomenal.
Madí se define como nacionalista y liberal. No esconde su talante conservador y su severa oposición a las izquierdas. Tampoco su querencia por la autoridad y el realismo político, si bien su maquiavelismo se ha revelado de pacotilla. Si se pudiera descremar el componente nacionalista catalán, el personaje sería un prototipo perfecto de votante e incluso militante del PP. Y como muchos militantes del PP en época reciente, a Madí también le gusta citar a Pla a su conveniencia. Yo no he encontrado en ninguno de sus libros y artículos la que más gusta citar desde el mundillo indepe: “Nada se parece más a un español de derechas que un español de izquierdas”.
Tengo, en cambio, subrayada la entrada del 28 de setiembre de 1918 del Quadern gris, donde recoge las palabras famosas salidas de boca del padre del escritor: “Lo que más se parece a un hombre de izquierdas en este país es un hombre de derechas. Son iguales, intercambiables, han mamado la misma leche. ¿Podría ser de otra forma? No lo dudes: esta división es inservible”. ¿España, Cataluña o simplemente l’Empordà? Que el lector decida. También subrayé en su día en las Notes del capvesprol, las palabras que dedicó a Jordi Pujol, fundador, padre espiritual y dirigente venerado por David Madí. Pla le calificó de “milhomes d’ambició desmesurada”, una condición que, a la vista está, forma parte del ADN convergente transmitido a las siguientes generaciones.
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