Opinión

Infancia, vacaciones y crisis social

Las colonias, campamentos y ‘casales’ compensan las vivencias que el coronavirus ha agravado

En la imagen, unos niños juegan con su monitor en una colonia de verano en la provincia de Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)

Colonias, campamentos, casals... son espacios integradores por excelencia. La acción educativa de miles de monitores compensa el rebrote de la crisis social que vive parte importante de la infancia. La proximidad a la naturaleza, la convivencia en grupo, el modelo de los jóvenes educadores próximos generacionalmente a los niños y niñas son una oportunidad extraordinaria para el crecimiento personal. La autonomía en lo personal, en un espacio con pocas reglas, donde se vive la experiencia de los juegos con lo que suponen de vivencia de libertad, de socialización, de manifestación de capa...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Colonias, campamentos, casals... son espacios integradores por excelencia. La acción educativa de miles de monitores compensa el rebrote de la crisis social que vive parte importante de la infancia. La proximidad a la naturaleza, la convivencia en grupo, el modelo de los jóvenes educadores próximos generacionalmente a los niños y niñas son una oportunidad extraordinaria para el crecimiento personal. La autonomía en lo personal, en un espacio con pocas reglas, donde se vive la experiencia de los juegos con lo que suponen de vivencia de libertad, de socialización, de manifestación de capacidades personales, donde los niños pueden ser ellos mismos.

En el momento de escribir estas líneas confiamos en poder mantener las actividades programadas a pesar del rebrote de la pandemia de la covid, especialmente entre la población joven. Deseamos hacerlo por la incidencia del tiempo libre educativo en toda la infancia y, en especial, en aquella más vulnerable. Colonias y campamentos en primer lugar, y para todos, el casal como espacio privilegiado, compensarán vivencias que el coronavirus ha agravado.

¿Intuimos qué puede suponer la convivencia en un espacio reducido con algún familiar que padece problemas de salud mental? El gerente del Hospital de Sant Joan de Déu explicaba en EL PAÍS el salto entre sus pacientes jóvenes de 4 a más de 20 intentos de suicidio mensuales. ¿Cómo podrá encontrar el equilibrio aquel menor, con o sin predisposición genética a la patología mental, en un entorno con hermanos o adultos enfermos y sin apoyo profesional? En la misma entrevista se hablaba de un 50% de incremento en las autolesiones.

A causa de la brecha digital, del malestar en el contexto familiar, de las pobres condiciones para el estudio empeoran los datos académicos y, en correlación, se incrementan las listas de espera para participar en la actividad diaria de los centros socioeducativos desbordados en su capacidad. Cáritas describe un 30% de familias atendidas que se dirigían por primera vez a la institución, la misma cifra que encontramos en nuevos usuarios de los bancos de alimentos o a la petición de becas para el comedor escolar, colonias y casals.

En un estudio de la Fundación Pere Tarrés de marzo de 2021 sobre las familias de los niños atendidos en los centros socioeducativos constatamos un 65% de familias monoparentales, en un 75% con los ingresos afectados por la covid, un 80% tienen problemas con la vivienda, de estos un 10% viven ocupando, un 29% han cambiado de residencia por motivos económicos y un 46% está en riesgo de perderla. En este contexto, ¿qué verano espera a niños y adolescentes?

Valoremos la acción voluntaria de miles de monitores, la iniciativa social de centros de esplai, del escultismo, de las entidades que lo promueven, de una sociedad que los apoya también económicamente y de un modelo de estado del bienestar que contribuye a la lenta universalización del tiempo libre educativo.

Josep Oriol Pujol i Humet, Director General, Fundació Pere Tarrés

Archivado En