Conocer al homicida y no poder detenerlo
El asesinato de Cristóbal V. a manos, presuntamente, de una exempleada y su pareja, lleva siete años impune
Su cuerpo fue hallado en el comedor, atado de pies y manos, y muerto por asfixia. Su mujer también resultó herida. Y la única que se libró fue la cuidadora del matrimonio. El asesinato de Cristóbal V. en 2014, en Montornès del Vallès, sigue abierto siete años después sin que los Mossos hayan podido tomar declaración a quienes creen que son los principales culpables: una exempleada doméstica, Evelyn A., y su pareja, Paulo Sergio A. Hasta 2019 no se dictó una orden europea de búsqueda y captura, a pesar de que se les ubi...
Su cuerpo fue hallado en el comedor, atado de pies y manos, y muerto por asfixia. Su mujer también resultó herida. Y la única que se libró fue la cuidadora del matrimonio. El asesinato de Cristóbal V. en 2014, en Montornès del Vallès, sigue abierto siete años después sin que los Mossos hayan podido tomar declaración a quienes creen que son los principales culpables: una exempleada doméstica, Evelyn A., y su pareja, Paulo Sergio A. Hasta 2019 no se dictó una orden europea de búsqueda y captura, a pesar de que se les ubica en Brasil. La complicada colaboración internacional impide que los principales sospechosos se sienten en el banquillo de los acusados.
Inicialmente, los Mossos pensaron que resolverían el caso en pocas horas. La víctima era un hombre de 76 años, acaudalado y con un largo historial de enfrentamientos con uno de sus hijos. Así lo manifestó su mujer, que sobrevivió al robo violento, e incluso las otras dos hijas de ambos. La policía no esperó ni la orden de detención del juzgado. El mismo 5 de marzo se presentó en casa del hijo del matrimonio, tocó a la puerta y lo detuvo. Hasta el día siguiente, ya con la autorización judicial, no pudo registrar la vivienda.
Entonces, todo lo que tenían los Mossos eran unos antecedentes de denuncias cruzadas y la declaración de la mujer de la víctima, que manifestó inicialmente que había sido su hijo. Después admitió que no pudo ver nada, porque tenía los ojos vendados, además de problemas en la vista, y no oyó tampoco nada porque los dos ladrones no abrieron la boca. El hijo del matrimonio quedó en libertad en cuanto pasó a disposición del juez. La policía no encontró ninguna prueba entonces, ni en los siete años que dura la investigación.
Cerrada la vía de la resolución fácil de un crimen, los investigadores empezaron a escudriñar la vida de las víctimas y de su entorno. Quien fuese que entró en la casa no forzó ninguna puerta. Y se dirigió directamente a los lugares donde sabía que había dinero o joyas. Usó una violencia desmedida contra un matrimonio de casi octogenarios, matando a uno de ellos, pero ni siquiera tocaron a la trabajadora del hogar, que era además la encargada de cerrar la verja por la noche por la que habían entrado los asaltantes. Ese hilo fue el primero del que estiraron.
Los agentes descubrieron las siguientes semanas que la empleada del hogar había sido recomendada por otra mujer que había trabajado allí. Pero tampoco era fácil: una de las hijas explicó que en los últimos dos años, sus padres habían tenido 12 trabajadoras en casa. También se fijaron en un pintor que había estado 15 días antes y que, nada más irse, había echado en falta una cubertería de plata. Vías que se abrían y cerraban. Pero se centraron sobre todo en Evelyn A., una exempleada que rompió de malas formas con el matrimonio, entre acusaciones cruzadas de robo, de deudas y de ofrecimientos sexuales. “Ojalá se muera el viejo de mierda”, llegó a decir la mujer sobre la víctima, según declaró una conocida suya a los Mossos.
Los Mossos iniciaron paralelamente la búsqueda de las joyas robadas. Una de las salidas habituales de este tipo de objetos es la compraventa de oro en los distintos establecimientos que abundan en Barcelona. La investigación dio sus frutos: la policía catalana encontró al menos tres establecimientos donde una misma persona vendió varias joyas, un reloj y una cadenita de oro del matrimonio, por valor total de unos 1.000 euros. El que lo hizo usaba una documentación de un hombre brasileño, justamente la misma nacionalidad de la pareja de Evelyn A., según habían ido recabando durante la investigación. Mediante reconocimiento fotográfico, los Mossos comprobaron que efectivamente era él, Paulo Sergio A., pero se valía de la documentación de un compatriota suyo que ya había abandonado España.
En ese tiempo, los Mossos habían intentado tomarle declaración a Evelyn A.. La citaron el 11 de abril, un mes y seis días después del crimen, en la comisaría de Vic, donde dijo que trabajaba. Pero no se presentó. Cuando la volvieron a llamar, puso excusas, y cuando lo intentaron de nuevo, ya no descolgó más el teléfono. Dos días después, el 13 de abril, ella y su pareja compraron un billete de avión con destino a Brasil, para el 3 de mayo.
Pero los Mossos no supieron que habían huido a Brasil hasta septiembre, cuando obtuvieron la información mediante Interpol Brasil. Ya había pasado medio año del crimen, y la policía había buscado a Evelyn A. y Paulo Sergio A. por todos los sitios. Los ubicaron en L’Hospitalet, vigilaron los domicilios donde creían que podían estar. Pero nunca dieron con ellos porque para ese entonces ya estaban en el otro lado del Atlántico.
También pidieron la intervención de sus teléfonos y su geolocalización. Los Mossos comprobaron que la madrugada del 5 de marzo, el día del robo violento, el móvil de Paulo Sergio A. se conectó a las cuatro de la madrugada a uno de los repetidores cercanos a la vivienda de Montornès del Vallès, donde fue asesinado Cristóbal V. La declaración y escuchas de otras personas alrededor de la causa también afloraron que en el entorno de los dos sospechosos se sabía o se intuía que podían haberse vuelto a Brasil de manera repentina por el crimen.
La causa sigue abierta durante siete años, se declara el secreto de sumario, se levanta, se transforma en compleja, los hijos de las víctimas se personan en la misma, y por el juzgado van desfilando decenas de personas para contar lo que saben del homicidio de Cristóbal V. Pero la piedra angular del caso, Evelyn A. y Paulo Sergio A., siguen sin ser escuchados. Ella tenía llaves del domicilio, acabó enemistada con la víctima, y su novio Paulo Sergio A. vendió las joyas que les robaron en el asalto violento y su teléfono estaba en las inmediaciones de la casa la madrugada del crimen. Los Mossos concluyeron en su investigación que él mató a Cristóbal V., con la ayuda para planificar el robo violento de Evelyn A.
No es hasta 2017, tres años después del crimen, que Brasil facilita la dirección exacta de donde tienen localizado a Paulo Sergio A. Formalmente, desconocen si está con Evelyn A., aunque los Mossos saben que se marcharon juntos.