Huertos y ‘mindfullness’ para sobrellevar el cáncer
La Fundació Kàlida acompaña con asistencia psicológica a los pacientes con esta enfermedad
La vida de Adrià, de 31 años, cambió en el último semestre de 2019. Tres meses después de que naciera su primer hijo, le detectaron un cáncer de colon con metástasis en el hígado. Había perdido cerca de 10 kilos en un mes y su compañera le sugirió ir al médico. Si fuera por él, dice, habría esperado más tiempo. “Me diagnosticaron un cáncer muy avanzado”, recuerda, “me dijeron que probarían quimioterapia, a ver cómo reaccionaba, pero no tenía buena pinta”.
Asumir la noticia no fue sencillo. “De un día para el otro te dicen q...
La vida de Adrià, de 31 años, cambió en el último semestre de 2019. Tres meses después de que naciera su primer hijo, le detectaron un cáncer de colon con metástasis en el hígado. Había perdido cerca de 10 kilos en un mes y su compañera le sugirió ir al médico. Si fuera por él, dice, habría esperado más tiempo. “Me diagnosticaron un cáncer muy avanzado”, recuerda, “me dijeron que probarían quimioterapia, a ver cómo reaccionaba, pero no tenía buena pinta”.
Asumir la noticia no fue sencillo. “De un día para el otro te dicen que puedes morirte en semanas”, comparte Adrià, “me preguntaba por qué tenía que pasarme a mí y qué había hecho”. Su doctora le recomendó recibir el apoyo psicológico de la Fundació Kàlida, una asociación creada en 2015 que ofrece asistencia psicosocial para pacientes con cáncer, para asimilar aquel impacto. “Lo primero que hicimos fue intentar parar el golpe inicial”, recuerda. Él es uno de los centenares de pacientes oncológicos que acuden cada año a las instalaciones de Kàlida, en el recinto del hospital de Sant Pau, para tener un apoyo del equipo profesional de la fundación. “Acogemos y acompañamos a las personas que lo necesiten, así como a sus familiares, amigos o cuidadores”, reivindica la organización.
Adrià y su compañera recibieron terapia con dos psicólogas, y él también se inscribió en los talleres de mindfullness y nutrición. “Al ser un cáncer de colon, la alimentación es más importante”, justifica Adrià. En los talleres presenciales, sin embargo, Adrià tenía una sensación incómoda: “Soy de los usuarios más jóvenes, y a veces frustra más”, admite.
Anna Maria es mayor. Tiene 54 años y empezó a participar en Kàlida en 2016 cuando le detectaron un segundo cáncer, una metástasis ósea. “Me afectó mucho, y no me veía con fuerzas para sacarlo adelante”. La derivaron a la fundación, y allí sigue. “Ahora voy al grupo de apoyo emocional cada dos semanas, pero he hecho muchos talleres”, explica la mujer, que confiesa haber encontrado un espacio a medida. “He podido compartir los miedos, los nervios, tener la muerte presente... Ves la realidad de las otras personas que están en tratamiento como tú, incluso cuando te dicen que vas bien”.
Para los pacientes oncológicos no resulta sencillo a veces encontrar un espacio de proximidad de confianza, según los propios usuarios. “El cáncer genera una sensación de aislamiento”, asegura Sara García, psicooncóloga de Adrià en Kàlida. “Muchas de las palabras que reciben de su entorno quieren dar ánimos, pero no conectan con ellos, y esas personas no encuentran su espacio. Parece que no puedas decir cómo te sientes porque parece que te quejas”. La fundación está abierta a todo tipo de pacientes con cáncer, pero tiene un diálogo constante con el hospital de Sant Pau por proximidad.
Un año diferente
La pandemia trastocó la vida de Adrià y Anna Maria. A la soledad propia de la enfermedad se sumó el coronavirus y su distancia social. Los hospitales restringieron las visitas para impedir los contagios y los ingresados se las apañaban como podían para pasar el tiempo. “Han estado muy solos”, lamenta la oncóloga de Adrià, Anna Virigili.
Los pacientes tuvieron las visitas restringidas en el hospital, se sometieron a las largas sesiones de quimioterapia sin acompañantes y ya en casa sufrieron los confinamientos propios de la pandemia. “Eres vulnerable y no puedes ver a mucha gente”, relata Adrià. “Ahora estoy mejor, pero te encuentras en casa sin poder salir, cuando agradecerías hacer cosas. Siempre convives con el sentimiento de que en unos meses puedes morirte”.
Durante todo este tiempo, Adrià ha visto a su hijo crecer. “Me ha cambiado la vida, sí, aunque en estos últimos meses me han pasado muchas cosas. Con la enfermedad he intentado pasar más tiempo con él”. Ahora pide normalizar su vida. “Quiero volver a trabajar. Forma parte de mi vida”.