Una ley electoral para Cataluña
Un voto en Lleida vale bastante más del doble que un sufragio en Barcelona
Cataluña es la única comunidad autónoma que no dispone de una ley electoral propia y a la que por lo tanto se aplica la ley electoral del Estado. A pesar de los diversos intentos de elaborarla, no se ha efectuado porque para aprobarla se precisa de una mayoría de dos terceras partes del Parlament y con el sistema actual hay partidos que con menos votos obtienen más escaños y no les interesa elaborarla.
La Constitución española establece la igualdad del valor del voto. A pesar de ello, tanto en el Estado como en Cataluña, hay desigualdad en el valor del sufragio, la causa de la cual es e...
Cataluña es la única comunidad autónoma que no dispone de una ley electoral propia y a la que por lo tanto se aplica la ley electoral del Estado. A pesar de los diversos intentos de elaborarla, no se ha efectuado porque para aprobarla se precisa de una mayoría de dos terceras partes del Parlament y con el sistema actual hay partidos que con menos votos obtienen más escaños y no les interesa elaborarla.
La Constitución española establece la igualdad del valor del voto. A pesar de ello, tanto en el Estado como en Cataluña, hay desigualdad en el valor del sufragio, la causa de la cual es el número de diputados que se atribuye a cada provincia. En cada provincia el número de votos que se precisa para obtener un diputado es distinto. Por ejemplo, en la de Barcelona, con 4.042.781 electores, se le atribuyen 85 diputados. Es decir, 47.562 electores por diputado. Mientras que a Lleida, con 302.977 electores, se le atribuyen 15 diputados. Es decir, 20.198 electores por diputado. Un voto en Lleida vale bastante más del doble que un sufragio en la provincia de Barcelona. En las pasadas elecciones catalanas del 14-F, dada la elevada abstención que hubo, en la provincia de Barcelona cada diputado, de media, se obtuvo con 21.229 votos. Mientras que en Lleida fueron necesarios 8.790 votos.
Por otra parte, a más igualdad en el valor del voto resultan elegidas más fuerzas políticas, lo que comporta una mayor dificultad en formar una mayoría parlamentaria que elija y dé su apoyo al presidente de la Generalitat. Si ninguna fuerza política obtiene una mayoría suficiente para elegir al presidente, los diferentes partidos políticos deben negociar y llegar a acuerdos.
Ningún sistema electoral es perfecto, pero uno de los mejores es el sistema alemán, donde cada elector dispone de dos votos. Con uno, vota a la formación política que desea y con el otro a un candidato individual en una circunscripción pequeña. Por lo tanto, los candidatos individuales deben “trabajarse” a los electores de su circunscripción para que les apoyen. Esto da más fuerza al diputado individual directamente elegido frente a su partido porque tiene el apoyo mayoritario de los votantes de su circunscripción. El Parlamento queda formado en proporción a los votos obtenidos por cada fuerza política y aproximadamente la mitad de los escaños son ocupados por los diputados que han ganado individualmente en su pequeña circunscripción.
Para aprobar un sistema electoral similar en Cataluña sería necesaria una reforma de la Constitución que, lamentablemente, ningún partido propone, porque con el sistema actual, de listas cerradas y bloqueadas, controlan la fidelidad de los diputados de su grupo parlamentario, porque los candidatos que integran las listas los escoge la dirección del propio partido. Actualmente, el principal mérito que precisan los candidatos para ir en una lista es ser escogidos por la dirección de sus siglas. Si a un votante no le gusta una lista puede votar otra lista, abstenerse o votar en blanco o nulo, lo cual ya va bien a los que resultan elegidos, porque serán diputados durante cuatro años y así sucesiva e indefinidamente, cobrarán una buena retribución.
Francesc Pau Vall es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Pompeu Fabra (UPF).