De las octavillas a las pedradas en el Palau de la Música

La rotura de vidrieras durante las protestas a favor de Pablo Hasél es la versión violenta de otros actos reivindicativos vividos en el templo modernista que tampoco se ha librado del registro de los Mossos

El interior del Palau de la Música, visto por uno de los agujeros causados por las pedradas en los incidentes de este sábado.JUAN BARBOSA

El Palau de la Musica siempre se ha considerado el templo del catalanismo. Y no es una etiqueta puesta de forma caprichosa. El sábado, durante las protestas por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél, un grupo de personas apedreó el edificio modernista de Lluís Domènec i Muntaner y rompió varias vidrieras modernistas. Hasta entonces, los únicos “sucesos del Palau de la Música” tenían que ver precisamente con otra clase de reivindicaciones: la lucha por las libertades frente a la dictadura de Franco. Fue en la noc...

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El Palau de la Musica siempre se ha considerado el templo del catalanismo. Y no es una etiqueta puesta de forma caprichosa. El sábado, durante las protestas por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél, un grupo de personas apedreó el edificio modernista de Lluís Domènec i Muntaner y rompió varias vidrieras modernistas. Hasta entonces, los únicos “sucesos del Palau de la Música” tenían que ver precisamente con otra clase de reivindicaciones: la lucha por las libertades frente a la dictadura de Franco. Fue en la noche del 19 de mayo de 1960 y se produjeron durante un homenaje por el nacimiento del poeta Joan Maragall en el que el régimen había prohibido, de forma expresa, que el Orfeón Catalán cantara el Cant de la Senyera.

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Al comienzo del concierto, un grupo de jóvenes se levantó y comenzó a entonarla lanzando octavillas con un texto escrito por un joven y desconocido Jordi Pujol, que fue detenido y encarcelado tres años. Estos actos están considerados como el acto fundacional del renacimiento del catalanismo político tras la Guerra Civil y el inicio de la carrera política de Pujol.

En la noche del sábado también había concierto de una pieza bien conocida por casi todos: Las cuatro estaciones de Vivaldi, interpretadas por Lina Tur y la formación Vespres d’Arnadí. Al final del concierto, alrededor de las 20 horas, cuando el público que había asistido estaba saliendo, un grupo de jóvenes, lejos del foco de la protesta, en ese momento en la Plaza de Catalunya, aprovechó la oportuna presencia de un saco con escombros de una obra cercana para lanzarlos contra las fachadas del edificio, catalogado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad desde 1997, tanto de las calle Amadeu Vives como Sant Pere més Alt. Según el Palau, todavía es pronto para cuantificar los daños, pero “se cuentan numerosos vidrios y vidrieras históricas rotas”. La acción de los manifestantes hizo que cerca de 300 personas que todavía no habían salido se quedaran atrapadas en el interior del edificio que tuvo que cerrar sus puertas hasta que terminaron los altercados. No hubo heridos y todas las personas pudieron salir con seguridad, según el Palau.

Tras conocerse los incidentes, las redes se llenaron de mensajes de apoyo, entre ellos del Gran Teatre del Liceu, recordando que el propio Palau de la Música el pasado 16 de febrero había condenado, en un comunicado conjunto firmado por el Teatre Lliure, el Mercat de les Flors, el Teatre Nacional de Catalunya, L’Auditori, el Liceo y el Palau, la detención y entrada en prisión de Hasél de ese día. Las entidades, en otro comunicado conjunto dado a conocer en la mañana de este domingo, lamentaron “la agresión a la cultura y los daños causados al patrimonio”. Todas ellas reafirmaron su “compromiso a favor de la libertad de expresión y el respecto de los derechos fundamentales de los creadores”.

Registro del Palau

El Palau anunció que este domingo continuará con sus actividades programadas con normalidad. A las 12, un concierto familiar con Gustav Mahler como protagonista, intentando pasar página de estos inesperados incidentes.

Con todo, la noche del sábado no es la única jornada reciente en la que la paz que se respira en este edificio cumbre del modernismo barcelonés sede del Orfeó Català se vio sobresaltada. La anterior fue en julio de 2009, durante los registros de nueve horas que llevaron a cabo los Mossos d’Esquadra por orden del juez. Los agentes buscaban pruebas del expolio perpetrado durante años por el presidente del Palau, Fèlix Millet, y su mano derecha, Jordi Montull.

Las investigaciones acabaron sentando en el banquillo a 16 personas acusadas de enriquecerse a costa del Palau. El desfalco acabó salpicando a Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), que cobró 6,6 millones de euros en comisiones ilegales de Ferrovial a cambio de la adjudicación de obras públicas como la L9 del metro o la ciudad de la Justicia. El Palau de Millet hizo de intermediario de esos pagos. El juez condenó al expresidente a nueve años de cárcel por malversación, apropiación indebida, tráfico de influencias, falsedad y blanqueo. La sentencia probó por primera vez la financiación ilegal de Convergència, el partido fundado por el joven Jordi Pujol unos años después de su nacimiento político por los “sucesos del Palau”.

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