Ni cesto ni pescado

La política del ‘peix al cove’ (pájaro en mano), demasiado identificada con lo peor del pujolismo, ya no puede volver

Jordi Pujol y José María Aznar, en una foto de archivo. / Carles Ribas.

El uso de la metáfora ha sido abusivo y reduccionista. Nunca más se podrá ensalzar la política del peix al cove (pájaro en mano), que era lo que aparentemente quería diferenciar el nacionalismo moderado del radicalismo independentista. Muchas cosas han pasado entre medio: la confesión de Jordi Pujol, los escándalos del Palau de la Música y del 3% y también la publicación de El hijo del chófer, el libro de Jordi Amat que ha popularizado la idea de una Cataluña pujolista salpicada toda entera por los vicios del “régimen español del 78”. El pescado huele y el cesto está roto. La metáfora es irrec...

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El uso de la metáfora ha sido abusivo y reduccionista. Nunca más se podrá ensalzar la política del peix al cove (pájaro en mano), que era lo que aparentemente quería diferenciar el nacionalismo moderado del radicalismo independentista. Muchas cosas han pasado entre medio: la confesión de Jordi Pujol, los escándalos del Palau de la Música y del 3% y también la publicación de El hijo del chófer, el libro de Jordi Amat que ha popularizado la idea de una Cataluña pujolista salpicada toda entera por los vicios del “régimen español del 78”. El pescado huele y el cesto está roto. La metáfora es irrecuperable.

Si ERC quiere ocupar el lugar de la desaparecida coalición de CiU tendrá que buscar una idea mejor. El pájaro en mano no era una estrategia, sino una forma de hacer oportunista. Había que aprovechar cualquier descuido para llenar la cesta con los peces que hubiera a mano. También permitía la corrupción: un pez para ti y dos para mí. Sin principios ni valores. Ningún tipo de lealtad. Servía para ir tirando, y sobre todo para enriquecerse, pero no para construir. Más cerca de la diplomacia transaccional del trumpismo que de la cooperación bilateral y multilateral propia de las grandes instituciones, internacionales y nacionales.

Quien utilizó la metáfora por primera vez, a pesar de acertar como propagandista, se retrató a sí mismo. El pájaro en mano no puede ser una política, sobre todo en una tradición como la del catalanismo, más rica y estratégica que la mera actitud de unos aprovechados sin principios. Pocas ideas expresan tan bien lo que debería ser un pactismo eficaz y consecuente como la que expuso, hace ya 35 años, Vicente Cacho Viu, un historiador aragonés ya desaparecido, en un libro que sintetiza su tesis central ya en el mismo título: El nacionalismo catalán como factor de modernización (Acantilado), calificada por su prologuista, el también desaparecido Albert Manent, como “la obra de un maître-à-penser”.

“El nacionalismo catalán, a través de la radiografía de Vicente Cacho —escribe Manent— es, en líneas generales, un movimiento regeneracionista y moderno, lejos del cliché egoísta y pedigüeño que han prodigado siempre ciertos políticos o periodistas españoles”. El historiador aragonés reconoce sus contradicciones, que analiza desde los tiempos de Valentí Almirall o Torres y Bages, al igual que la combinación de elementos retrógrados y otros abiertamente liberales, pero el hecho determinante es que en su conjunto y a lo largo de todo su itinerario hasta 2012, ha significado un factor dinamizador y modernizador de España, hasta el punto de que autogobierno y democracia se han convertido en las dos caras de una misma moneda.

Situado en el contexto de los nacionalismos de las pequeñas naciones europeas, y tomando distancia de lo que lo diferencia de los nacionalismos violentos, Cacho Viu señala que, debido “a su carácter equilibrado y pactista desterró, normalmente con fortuna, las posiciones tozudamente voluntaristas de quienes quieren, porque sí, en uno u otro momento, acelerar el proceso emancipador”. El historiador termina su texto señalando, 25 años antes del procés, su esperanza en el futuro de este papel modernizador del nacionalismo catalán.

La alternativa al independentismo no es, por tanto, el pájaro en mano pujolista. Menos aún un “mientras tanto” hecho de reservas mentales, dobles juegos y lenguajes y finalmente inhibición y deslealtad para con los socios políticos, sino la recuperación del factor hispánico y europeo que ha hecho crecer al catalanismo en su siglo largo de duración y que ahora se había abandonado. Junto a la recuperación de la lengua, del autogobierno y de la afirmación catalana, el compromiso con el Estado de derecho y la democracia española son lo que dan la razón de ser al catalanismo.

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Ciertamente, durante la última década al menos, la tesis de Cacho no ha sido efectiva. Los partidos catalanes no han colaborado en la modernización española sino que han trabajado en la inestabilidad y la desestabilización constitucional. ERC y el PDCat, por primera vez, han vuelto ahora a la posición constructiva definida por Cacho Viu con la votación en favor de los presupuestos del Estado. La anterior ocasión, mucho más amarga, en que sucedió algo parecido fue con los recortes exigidos por la Unión Europea al gobierno de Zapatero, salvados por un solo voto gracias a la abstención de CiU y con la oposición feroz del Partido Popular, que prefería hacer caer el gobierno socialista a riesgo de provocar el rescate de la economía española.

El historiador aragonés definió un “paleo-nacionalismo español”, que es fundamentalmente unitarista, tanto en sus creencias religiosas, como en su idea de la monarquía, pero más especialmente en la “unidad territorial de España y de sus habitantes, traducida en una casi-mística centralista y uniformizando, y en la unidad de la lengua, que exige la hegemonía absoluta del castellano como único idioma español”. Vox es quien ahora mejor lo encarna, pero está claro que otras formaciones, especialmente el PP, no son ajenas a esta posición. El paleo-nacionalismo español prefiere, naturalmente, el inmovilismo estéril del independentismo, encaramado en la quimera o enredado aún en el oportunismo del pájaro en mano, antes que un catalanismo responsable, con voluntad de gobierno y lealmente intervencionista en la nueva e imprescindible modernización, que es española y también europea.

La modernización de hoy es la salida de la pandemia, la reparación de las desigualdades y de los daños económicos y la construcción de una nueva economía digital y verde a partir de la primera gran mutualización de deuda de los europeos. No la hará ningún país por su cuenta. Y no valdrán las fórmulas “imaginativas” que piden más dolor antes del placer, separarnos para abrazarnos, autodeterminaciones para quedarse después, y otras historias que no llevan a ningún lugar. La tesis de Cacho Viu está viva y es válida hoy: el futuro del catalanismo es el compromiso con la modernización española. Todo lo demás es engaño y pérdida de tiempo.

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