Driss Oukabir: cuando el pecado es la salvación
La exnovia y los amigos de un acusado por los atentados del 17-A relatan una vida de excesos y alejada del islam
Driss Oukabir es el más revoltoso de los tres acusados por los atentados de Barcelona y Cambrils. Alza los brazos cuando escucha algo que no le gusta, busca con la mirada a su abogado, pide salir de la pecera de cristal por la “ansiedad” que le provoca oír al policía que abatió a tiros a su hermano Moussa. “Por lo inquieto que está, me recuerda a Rafa Zouhier”, comenta en los pasillos el abogado de la asociación 11-M, Antonio García, en alusión a uno de los condenados por los ataques de Madrid de 2004. García estuvo en el juicio del 11-M y ahora repite en el del 17-A. Pero en la sesión de ayer...
Driss Oukabir es el más revoltoso de los tres acusados por los atentados de Barcelona y Cambrils. Alza los brazos cuando escucha algo que no le gusta, busca con la mirada a su abogado, pide salir de la pecera de cristal por la “ansiedad” que le provoca oír al policía que abatió a tiros a su hermano Moussa. “Por lo inquieto que está, me recuerda a Rafa Zouhier”, comenta en los pasillos el abogado de la asociación 11-M, Antonio García, en alusión a uno de los condenados por los ataques de Madrid de 2004. García estuvo en el juicio del 11-M y ahora repite en el del 17-A. Pero en la sesión de ayer, Driss —que afronta una petición de cárcel de la fiscalía de 36 años— estuvo calmado, atento a lo que su exnovia y sus amigos decían de él.
Tal como lo ha planteado su defensa, la única vía de salvación para Driss pasa por renegar del islam. Por eso él mismo se describió, al declarar, como un bala perdida y hasta admitió que trapicheaba con drogas para subsistir. Y por eso los testigos que pasaron por la sala de vistas de la Audiencia Nacional en la 13ª sesión del juicio subrayaron los muchos pecados que convierten a Driss en un mal musulmán.
El abogado de Driss pretende explotar una supuesta contradicción: ¿cómo iba un hombre tan descreído y alejado de la fe a enrolarse en una célula terrorista dispuesta a morir por Alá? Lo intenta veces con trazo grueso, como cuando pregunta por sus marcas de cerveza preferidas o por el perro que tenía con su novia. “¿A qué viene eso?”, le inquirió el presidente del tribunal, Félix Alfonso Guevara. “Es que el islam prohíbe tener perros”, espetó el letrado.
“Me puse el velo para agradarle”, declara su expareja, a la que maltrató“Me puse el velo para agradarle”, declara su expareja, a la que maltrató
Los amigos de Driss, que lleva más de tres años en prisión preventiva, resultaron no ser tan amigos. “Amigos, bueno... Nos conocemos del pueblo, jugábamos a fútbol”, contó Yausinee B. En el centro de sus conversaciones siempre estaba el balón, nunca el Corán.
El retrato que dibujan las declaraciones de esos conocidos es idéntico: Driss no iba a la mezquita de Ripoll ni rezaba; es probable que ni conociera al imán Abdelbaki Es Satty, cerebro de los atentados; bebía y se drogaba; buscaba trabajo pero no parecía encontrarlo nunca; le gustaba salir de fiesta y era infiel a su novia.
El tribunal escuchó ayer la voz de esa mujer engañada y, sobre todo, maltratada. En el verano de 2017, Sara T. llevaba cinco años de relación tormentosa con Driss Oukabir. Tres días antes de los atentados del 17 de agosto, acudieron a un juicio por violencia doméstica. Y, aunque estaban distanciados, seguían viviendo bajo el mismo techo.
La fiscalía tiene indicios del nexo del acusado con la célula de RipollLa fiscalía tiene indicios del nexo del acusado con la célula de Ripoll
Driss, desempleado, iba tirando gracias al salario de Sara T., pero aun así la quería sumisa y encerrada. “Para él, yo tenía que estar en casa, hacer la comida y mantenerle”, explicó en una larga declaración que debía servir para explicar el acercamiento progresivo de Driss a la religión en el verano de 2017 pero que se quedó a medio camino. Sara admitió que por aquellas fechas decidió vestir, por primera vez, el velo islámico, pero que no fue una exigencia religiosa de él. “Me lo puse para agradar a mi pareja, para que de una vez por todas me respetara”.
Los días previos al ataque, Driss viajó a Marruecos. La investigación sospecha que se sometió a un ritual de purificación religiosa: se preparaba para la posibilidad de morir. Sara lo enfocó más como una superstición del acusado para superar un mal de ojo. “Siempre decía que las cosas le iban mal porque le habían hecho algo”.
Para sortear, al menos en parte, los cargos por organización terrorista, fabricación de explosivos y estragos, Driss deberá convencer al tribunal de que no formaba parte de la célula ni participó en la planificación de los ataques. La fiscalía admite en su escrito que se incorporó a la célula ya muy al final, a mediados de 2017. Pero cree que las pruebas son suficientes: un testigo le vio ese verano en la casa ocupada de Alcanar, donde el grupo de Ripoll almacenaba cientos de kilos de explosivo; tras su regreso de Marruecos en agosto, habló por teléfono con los teléfonos “conspirativos” de Younes Abouyaaqoub (el conductor de La Rambla) y de Mohamed Hichamy (líder del ataque a Cambrils); la víspera del 17-A, dio a entender a su hermano Moussa que se echaba atrás. Y sobre todo: alquiló a su nombre la furgoneta usada en el atropello masivo de La Rambla.